22/11/23

Carreras Pedestres de la comarca de Valdejalón. Primeras ediciones documentadas

 

Celedonio García

Todos los pueblos de la comarca de Valdejalón organizaban antaño carreras pedestres, denominadas “corridas de pollos”. Se organizaban en festejos organizados por diversos motivos, especialmente durante las fiestas patronales o de cofradía. Esta denominación se generaliza por todo Aragón en el siglo  XIX. En los primeros años del siglo XX, en algunas localidades de la actual comarca de Valdejalón, también reciben el nombre de “corridas de peones”, aunque los vencedores seguían recibiendo las aves de corral como premio: Calatorao, Épila, Lucena de Jalón, Lumpiaque…

El origen de estas carreras probablemente se remonte al siglo XVI o incluso antes. Si tomamos como referencia las carreras pedestres de Perdiguera, según la documentación consultada por Costan Escuer, a comienzos del siglo XVI ya se disputaban carreras pedestres en las fiestas de Santa María, denominadas “corrida de la espada” por el premio que se otorgaba al vencedor. A finales de aquel siglo aparecen los pollos, que se entregan junto con la espada y en el siglo XVII los pollos quedan como el único premio, dando nombre a estas pruebas pedestres. En Perdiguera, como en algunas poblaciones de Valdejalón, a comienzos del siglo XX también se denominan algunos años “corridas de peones” y otros “corridas de pollos”.

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20/11/23

Recordando la carrera pedestre de San Frontonio y San Pedro Arbués de Épila

 

Ediciones documentadas de la "Carrera Pedestre de San Frontonio y San Pedro Arbués" de Épila

Celedonio García

Siguiendo con la tarea que nos hemos propuesto de documentar ediciones de las tradicionales carreras pedestres, habituales desde hace siglos en las fiestas de la práctica totalidad de los pueblos aragoneses, hoy le llega el turno a Épila, aunque su tradicional carrera pedestre de las fiestas de San Pedro Arbués y San Frontonio no se celebra en la actualidad. También dejó de celebrarse la que se organizaba, más esporádicamente, en honor a la Virgen de Rodanas. En su lugar tiene lugar en la actualidad la “Subida a Rodanas”, carrera que surgió en  1976 tras un reto entre dos epilenses, Manuel Ruiz y Ángel López; ambos se apostaron un conejo que ganaría el que menos tiempo invirtiera en recorrer la distancia que separa Épila del Santuario de Rodanas. Ganó Manuel Ruiz, pero invitó a Ángel López y a los asistentes a rancho con conejo.

Carreras centenarias

Hace varios años conocimos la iniciativa de un corredor e investigador catalán, Toni Santisteban, de querer participar en el mayor número posible de “carreras centenarias” (carreras que ya han celebrado más de cien ediciones) por todo el mundo. La relación de carreras que maneja por todo el mundo está en torno al centenar, con la grata satisfacción para los aragoneses de que el cuarenta por ciento de esas carreras, aproximadamente, son aragonesas. Para él, son auténticas joyas del patrimonio inmaterial.

Iniciamos la tarea de documentas estas carreras con la de Santa Pantaria, de La Almunia de Doña Godina, y llegamos a 110 ediciones, con programas de fiestas, crónicas y otros documentos. Probablemente sea la carrera de España con más ediciones documentadas.

Origen de las carreras pedestres aragonesas

Hay que tener en cuenta que estas carreras pedestres ya se celebran en Aragón en el siglo XVI y en el siglo XIX y comienzos del XX se seguían organizando en casi todas las poblaciones aragonesas. Costan Escuer ha sacado a la luz los documentos más antiguos que nos hablan de estas típicas pruebas, registradas en los Libros de Cuentas que se conservan en el Archivo Histórico del Ayuntamiento de Perdiguera. Los datos aportados por Escuer nos permiten conocer como han ido evolucionando las carreras (denominadas “corridas” hasta bien entrado el siglo XX) desde el siglo XVI. En 1526 ya aparece registrada la “Corrida de la espada”, por ser este el premio que se otorgaba al vencedor. En torno a 1580 aparecen los pollos como premio, que reciben los primeros clasificado de la prueba, además de la espada que corresponde al vencedor. A comienzos del siglo XVII desaparece la espada y los pollos se mantienen como premio que se generaliza por todo Aragón.

Antes de conocer los datos aportados por Costan Escuer, la “corrida” más antigua que teníamos documentada era la que se celebró en 1585 en Monzón, coincidiendo con la celebración de Cortes, durante las fiestas de San Mateo y ante Felipe II. Los vencedores de la carrera a pie y a caballo recibieron como premio una pieza de tafetán, sombrero y espada. La espada también la encontramos en las “corridas” de San Lorenzo de Huesca y en las de los barrios oscense de Monserrat y Barrio Nuevo, constatando que antiguamente se denominaban “corridas de espadas”. Igualmente, con denominación de “corrida de pollos”, antes de conocer las de Perdiguera, teníamos datada la celebrada en Bolea en 1608, organizada por los festejos que tuvieron lugar por pasar por la villa las reliquias de San Orencio, padre de San Lorenzo en su traslado de desde Aux (Francia) hasta Huesca).

La corrida de San Frotonio y San Pedro Arbués

Después de esta larga introducción, vamos con la “Carrera pedestre de San Frontonio y San Pedro Arbués” de Épila. La edición más antigua que manejamos es de 1880, aunque su origen, sin ninguna duda, se remonta varios siglos atrás. La denominación de la época era de “corrida de pollos”. Y así se mantendría hasta la primera década del siglo XX. En aquella época eran amenizadas con dulzaina y tamboril, y junto con los fuegos artificiales, los bailes y las funciones religiosas componían todo el programa festivo. También se van incorporando otros festejos como las vaquillas y toros o toretes.

Habitualmente se organizaban el día 17 por la tarde, aunque luego irían alternando con otras fechas, el 19 o el 20. Antes de finalizar el siglo XIX vemos que en las “corridas de hombres y niños” los vencedores reciben pollos y dinero.

En 1904 reciben un nombre que también encontramos en otras poblaciones aragonesas muy dispares de las tres provincias, “corridas de peones” y los vencedores siguen recibiendo pollos y metálico como premio.

En 1906 vence Pedro Ballarín.  En la crónica de las “corridas de peones” de1911 observamos la presencia de corredores de diferentes lugares de la comarca. El vencedor de la “carrera pedestre” (primera vez que encontramos la denominación actual) es Pedro Forjas, de Mesones; segundo, Manuel Andía, de Bardallur, y tercero Hilario Chueca, de Lumpiaque. Todos los premios se los llevan los corredores foráneos.

El corredor de Lumpiaque, Hilario Chueca, vencería al año siguiente, 1912; Pedro Tello, de Mesones, fue segundo, y Manuel Bielsa, de Rueda, tercero.

Durante varios años, los vencedores de las ”corridas de peones”, también denominadas “carreras o corridas pedestres”, fueron premiados con pollos y metálico. A veces, como en 1915 se citaban las “corridas de pollos y pedestres” tratando de diferencias las de pollos, que englobaban de sacos y burros, con las propiamente pedestres.

En 1917 los corredores de Rueda coparon todos los premios, venció Mariano Bielsa, seguido de Francisco Bernad y de Pascual González. Castán Palomar, cronista de El Noticiero, decía: “Por lo visto eso de ser de Rueda hace correr un horror”.

Al año siguiente, 1918, desaparecen los pollos como premio y los vencedores solo reciben metálico.

En los años 20 del siglo XX, las “carreras pedestres” se celebran en la Plaza de Toros y los pollos se recuperan como premio habitual junto con el dinero. Así sería durante toda la década. En 1928 el vencedor de la “corrida pedestre” fue Mariano Barcelona, de Arándiga, afamado corredor que obtuvo numerosos triunfos por toda la comarca.

En 1930 las “corridas pedestres” cambian de escenario y se disputan en la carretera de Rueda a La Almunia, amenizadas por la banda municipal. Se premia a los vencedores con pollos y dinero. Mariano Barcelona de Arándiga obtiene las 15 pesetas del primer premio; Jesús correo, de Urrea, 10 pesetas, y Domingo Marín, de Épila obtiene el tercero, de 5 pesetas.

En 1932 se mantienen el mismo escenario, la carretera de Rueda, y los mismos premios. Otro afamado corredor de la provincia gana las 15 pesetas, Vicente Cunchillos, de Gallur. Segundo y tercero se clasifican dos corredores de Rueda, Domingo Marín y Antonio, Miñana, respectivamente.

En 1933 hubo “corrida de pollos” y una la carrera pedestre que se incluyó en un festival atlético-escultista, que se celebró en la plaza de toros, organizado por la Agrupación de Antiguos Exploradores, de Zaragoza. Constó de los siguientes números: 1º Desfile de los participantes. 2º Juego de los sombreros, 3º. Carreras de cuadrigas. 4º Juego del saquete, 5º Lanzamiento del lazo. 6º Saltos de altura y “richardt”. 7º Carrera pedestre de 5.000 metros. 8º Exhibición de boxeo. 9º Salto de pértiga. 10. Exhibición de grecoromana. 11. Carrera de relevos 4 x 200, y 12. Tracción de cuerda.

Según la crónica del Heraldo de Aragón, “ste culto y simpático acto que por primera vez se ha visto en Épila, fue muy del agrado del público que llenaba la plaza, que sin cesar ovacionaba a los exploradores por sus difíciles y arriesgados trabajos en todos sus números, habiendo quedado este vecindario sumamente agradecido a la visita hecha por los expresados y simpáticos jóvenes”.

Al año siguiente, 1934 la “gran carrera pedestre” se celebró el día 17, a las cuatro de la tarde, con salida y terminación en la plaza de la República, recorriendo cinco veces las calles de Casamayor, Arrabal, Bajo Palacio, Cuartel, San Agustín, 14 de Abril, Barrichuelo Bajo, Pablo Iglesias, Cuesta de Capuchinos y Peñón. El primer premio era de 100 pesetas; segundo, 56 pesetas; tercero, 25 pesetas. Además, según el programa, se adjudicarían primas de diez pesetas al vencedor en la segunda vuelta, quince pesetas en la tercera, y veinticinco en la cuarta.

En 1935 las carreras pedestres volvieron al escenario de la Plaza de Toros. Hubo participantes locales y otros procedentes de poblaciones próximas. Los primeros clasificados fueron: Vicente Ruiz, premiado con 40 pesetas; segundo, Blasco, con 25; tercero, Nicolás con 25; cuarto, Maximino López, con 25; quinto, Sebastián Villafranca, con 15, y sexto, Félix Llorente, con 10. Los tres últimos de Épila.

Después de la trágica Guerra Civil la carrera pedestre se disputaba entre una serie de “concursos deportivos”, junto con la barra aragonesa. Adquirió un auge especial la carrera ciclista, organizada por el Club Ciclista Zaragozano, con importantes premios para los vencedores.

En 1940 la carrera se seguía disputando en la plaza de toros, conjuntamente con una serie de concursos en los que se premiaba a los vencedores con importantes premios en metálico: Carrera pedestre, tiro de barra, tiro de canto, levantamiento de peso, carrera de entalegados, etcétera.

En este escenario corrieron dos de los más destacados corredores aragoneses, Alejandro Pérez “el Cartujano” y Pedro Sierra, de La Puebla de Híjar. Se cuenta que en una ocasión Alejandro Pérez fue a correr Épila en bicicleta. Después de ganar en la plaza de toros, desafió a su contrincante a una nueva carrera, pero éste con bicicleta. Alejandro volvió a ganar.

Los premios de la carrera en 1946 ascendían a 250, 150, 50 y 25 pesetas, y otro de 75 pesetas para el primer local. En los años cincuenta se disputaban en la avenida de Nuestra Señora de Rodanas. Los sustanciosos premios atrajeron a los más destacados corredores aragoneses.

En los años cincuenta la prueba pasó a denominarse “carrera pedestre libre”, aunque hubo diferentes escenarios y cambios en la organización, probablemente por la influencia de la Federación Aragonesa de Atletismo que trató de asumir y organizar las tradicionales carreras pedestres, antiguas “corridas de pollos” con el espíritu “amateur” del atletismo, sin premios en metálico. La influencia de la Federación Aragonesa de Atletismo sería testimonial porque los pueblos quisieron mantener antiguas tradiciones.

En 1953, la “carrera pedestre libre” se celebró en la Avenida de Ntra. Sra. de Rodanas, con premios de 150, 100 y 50 pesetas. Hubo otra de Locales, con premios de 75 y 50 pesetas. Y la Infantil para hijos de la localidad que residen en el pueblo de 14 a 17 años, con premios de 75, 50 y 25 pesetas.

En 1956 vuelve a la Plaza de Toros y los premios consisten en trofeos. En 1958 se traslada al campo de fútbol, con importantes premios en metálico de 250, 150 y 100 pesetas, para los tres primeros, respectivamente, y tiene carácter comarcal. Previamente se disputa otra carrera pedestre para menores de 14 años, concediéndose tres premios de 75, 50 y 25 pesetas, siendo animado el espectáculo por la banda de música.

Nuevamente, en los años sesenta, las carreras pedestres vuelven a la Plaza de Toros, con importantes premios en metálico. En 1963 se organiza una novedosa competición de “Ciclo-Cross” en la plaza del Palacio. Y, seguidamente, en el mismo lugar, una carrera pedestre infantil para niños comprendidos entre 8 y 12 años de edad, otorgándose los siguientes premios: 1º 100 pesetas, 2º 75 pesetas, 3º 50 pesetas y 4º 25 pesetas.

En 1964, después de la competición comarcal de ciclo-cross, según el programa de fiestas, había “carrera pedestre provincial con participación de equipos de Zaragoza, y todos los aficionados que deseen tomar parte, otorgándose al vencedor una preciosa copa trofeo de Pepsi-Cola y un importante premio en metálico, y para el segundo y tercer clasificado, importantes premios en metálico; los dos primeros clasificados de los corredores locales también tendrán premios en metálico”.

En 1966, después de la competición comarcal de ciclo-cross hubo carrera pedestre infaltil en la plaza del Conde de Aranda con abundantes trofeos.

En los años setenta resurge el aragonesismo y los deportes tradicionales. En 1976 la Plaza de Toros acoge los siguientes “grandes concursos del deporte aragonés”: Tiro de cuerda por grupos, tiro de barra aragonesa, carrera pedestre, levantamiento del saco de trigo de 100 kgs.

Posteriormente serían los circuitos urbanos, a vueltas donde se disputarían las carreras pedestres, con participación de los más destacados corredores aragoneses y algún catalán. En 1979 vence José Antonio Adell, de Binéfar; seguido de Emilio Guzmán, de Tardienta, y de Marcelino Fuertes, perteneciente al Real Zaragoza.

La carrera tendría continuidad durante casi una década, al igual que en otras poblaciones de la comarca: La Almunia de Doña Godina, Calatorao, Ricla, Chodes, Morata de Jalón…

En 1980, los zaragozanos Manuel Martínez y Eduardo Artigas ocupas las dos primeras posiciones, por delante de Emilio Guzmán.  En 1981 gana el barcelonés Fernando Díaz, y durante una década sería corredor habitual en Aragón, proclamándose vencedor en numerosas carreras. El segundo puesto lo ocupa Emilio Guzmán y tercero José Luis Mareca. En 1982 vence otro de los corredores habituales y más destacados de la década, el zaragozano Javier Cortés; segundo se clasifica Fernando Díaz;  tercero José Luis Mareca y cuarto el joven atleta soriano, integrante del CN Helios de Zaragoza, Juan José Rodríguez Rújula. En 1983, ocupan los primeros puestos los siguientes atletas por el orden citado: Fernando Díz, Celedonio García, Víctor Aured y José Luis Mareca.

En 1984, debido al auge de atletas locales que desde hace años llevaban el nombre de Épila en los diferentes ambientes atléticos, se inauguran una pista de atletismo en Épila y durante las fiestas se organizan diferentes pruebas, pero no se celebra la tradicional carrera pedestre.

Entre los corredores de Épila destaca Cecilio Calleja y otros veteranos como José María Huerta, Pepe Sediles o Ángel Lana (años 30), entre otros.

En 1985 la carrera pedestre se celebra en las pista de atletismo, a 40 vueltas. Vence el catalán Fernando Díaz y le siguen en la clasificación los aragoneses Manuel Hernández, José Antonio Adell, José Pallarés, Javier Cortés, Javier Yerno, Celedonio García… Después hubo otra carrera de veteranos en la que ocuparon los primeros puestos dos destacados atletas que vivieron su gran época en los años sesenta y setenta: Joaquín Mareca y Miguel Ángel Panivino.

Al año siguiente, en 1986, no se organizó la típica carrera pedestre y aunque se volvió a celebrar en 1987, (15 vueltas en circuito urbano), comenzó el declive que llevaría a la desaparición de una prueba, la antigua “corrida de pollos” de las fiestas de San Pedro Arbués y San Frontonio, después “corrida de peones”, “corrida pedestre”, y “carrera pedestre”, con siglos de historia. Aquel año, de 1987 venció Manuel Hernández, seguido de los siguientes corredores, 2º Fernando Díaz, 3º Luis Javier Alonso, 4º Rafael Bejarano, 5º Celedonio García, 6º Manuel Revuelto, 7º Miguel Ángel Antón.

Carecemos de datos posteriores, excepto del 2005, año que hubo carrera pedestre con victoria de José Antonio Casajús. Probablemente, la carrera pedestre de las fiestas de San Frontonio y de San Pedro Arbués se organizara algún otro año, pero al final desapareció.


En 1976 surgió la “Subida a Rodanas”, carrera de carácter local que tuvo su origen en un reto entre dos epilenses, Manuel Ruiz y Ángel López; se apostaron un conejo que ganaría el que menos tiempo invirtiera en recorrer la distancia que separa Épila del Santuario de Rodanas.

Actualmente, en Épila, como en muchos lugares de Aragón, hay un auge impresionante de aficionados a correr. Hombres y mujeres participan en diferentes pruebas que han surgido al amparo de “modas” globalizadas. 

Hace pocos años surgió el club Epilacorre, formado por un grupo creciente de entusiastas corredores y corredoras que han puesto a Épila en boca del mundillo atlético con la colaboración en la organización de la “Trail Villa de Épila” o la “San Silvepila”, entre otras muchas actividades.

Nos sorprende que en la actualidad nadie eche la vista atrás y recupere la tradicional “carrera pedestre” que sobrevivió durante siglos, una prueba que no es incompatible con las “modas” modernas y que no precisa de esfuerzos organizativos. Quizá haya que esperar un nuevo despertar aragonesista para mantener vivas tradiciones propias que arrinconamos en pro de otras que nos llegan de fuera.

Por nuestra parte seguimos aportando granitos de arena. Recientemente hemos solicitado que las carreras pedestres tradicionales aragonesas sean declaradas “Bien de Interés Cultural Inmaterial” en Aragón.

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