31/1/10

Landskiff, remo terrestre con bólidos singulares

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NUEVO SPORT / NUEVO DEPORTE
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Johann Fischer

El 9 de enero de 1926 Manfred Curry patentaba el Landadskiff, un vehículo propulsado por la fuerza humana con la que se conseguían velocidades de 35 millas por hora. En poco tiempo correr se convirtió, para muchos, en una pasión automovilística.
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Johann Fischer, orgulloso, en la calzada central del Paseo del Prado. (Foto Piostiz en Crónica)
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Finalizada la guerra europea, el alemán Johann Fischer, un muchacho rubio de 19 años, se vio en su Dudweiller natal con un salario exiguo con el trabajo en las minas de la zona.

Un día tomó la decisión liberadora de salir de aquel lugar y recorrer el mundo. En septiembre de 1927, con un pasaporte, un traje de marinero roto y sucio, sin un céntimo en el bolsillo y semitumbado en un aparato de su invención, con forma de automóvil pero sin motor, comenzó a recorrer Europa en busca de aventuras o, cuando menos, de sustento diario.

A mediados de agosto de 1930, la revista Crónica le dedicó un reportaje y ya había visitado Alemania, Finlandia, Suecia, Diamarca, Holanda, Bélgica, Francia; Luxemburgo, Suiza, Italia, Austria, Hungría y Checoslovaquia. En aquel momento recorría, desde hacía tres meses, España.

Landskiff 1031. Foto: Deutsches Bundesarchiv (German Federal Archive)

En Barcelona estuvo hospitalizado a causa del esfuerzo y desde la ciudad Condal hasta la Corte tardó dos semanas. Tres días los pasó al borde de un camino a pan y agua. Pasó por Zaragoza y en un pueblecito en el límite con Soria, “una partida de mozallones desocupados y caprichudos” intentaron virarle el coche, y Juan Fischer, que estaba almorzando, tuvo que defender a botellazos su derecho de propiedad.

—España es muy bonita —reconocía—, pero entre la chiquillería y las cuestas no puede uno vivir.
España se le atragantaba, pero no desfallecía y aún tenía previsto continuar hasta Lisbora por la orilla del Tajo.
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Carrera de Landskiff en Nueva York, 1926

Su carricoche se movía por el sistema que en alemán se llama de landskiff en los aparatos inventados por el genio tudesco de la mecánica aplicada para aprender a remar sobre tierra firme. Donde los automóviles vulgares llevaban el motor, el de Fischer tenía un eje de acero entre las dos ruedas delanteras, sobre el que giraban, avanzando, por medio de una polea retráctil de cuero. El piloto daba un tirón al manillar, mientras hacía fuerza con todo el cuerpo sobre los pies y el vehículo rodaba a ese impulsó diez ó doce metros. Nueva flexión combinada de brazos y piernas, y nuevo avance... Y así, hasta que haga los 56.000 kilómetros previstos de recorrido total.

Fischer había acumulado una gran cantidad de anécdotas por los países que había visitado y, de no que no cabe ninguna duda es que había hecho una magnífica promoción de su landskiff.

En 1932 decía la revista Nuevo Mundo: “El «landskiff» es el nuevo deporte que empieza a conseguir gran boga entre la juventud femenina y del que ya se celebran animadas competiciones entre las chicas de los diversos campos de vacaciones”.


Prototipo con cabina. Foto: mochet.org
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Más modelos:
http://www.mochet.org/non-mochet/non-mochet.html
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30/1/10

Toma de Cariñena por Gamundi en 1875

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PERLAS DE HEMEROTECA
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Cariñena. Entrada de las facciones de Aragón al mando de Gamundi y saqueo de las casas
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  • 1 Alojamiento del comandante militar de la plaza (prisionero).
  • 2 Alojamiento de un alférez de caballería y su asistente (asesinados).
  • 3 Brecha abierta por los carlistas.
  • 4 Arrabales ocupados por los carlistas.
  • 5 Fuerte defendido por 20 soldados (rendidos).
  • 6 Otro fuerte exterior, también rendido.
  • 7 Punto por donde se escondían los carlistas, conduciendo los productos del saqueo.
En la madrugada del 5 de junio de 1875, Cariñena fue asaltada por la facción carlista de Pascual Gamundi. Recordando ese suceso, a los pocos días La Ilustración Española y Americana publicaba un grabado y un plano de la villa enviado por Mariano Gracia, testigo presencial de los hechos. En ambas imágenes Mariano Gracia señalaba todos los detalles relativos al acontecimiento.
Cariñena. Plano aproximado de la villa, con indicación de detalles relativos a la entrada de la facción Gamundi
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1 Brecha abierta por los carlistas.
2 Alojamiento del comandante de la plaza.
3 Fuerte de artillería, rendido.
4 Arrabal ocupado por los carlistas.
5 Alojamiento de un alférez de caballería y su asistente, asesinados.
6 Fuertes no tomados por los carlistas, y defendidos por tropas movilizadas y liberales de la población.
7 Parte de la villa en que no penetraron los carlistas.
8 Cuartel de caballería, con 33 caballos. Fueron muertos 12, apresados 36, libres 7.
P Puertas de entrada, defendidas por tambores.
F Fosos.
La línea de puntos (– ∙ – ∙ – ∙) indica la dirección que siguieron los carlistas durante el saqueo y la retirada de los mismos a cubierto de los fuegos de la población.
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29/1/10

La inundación de Zaragoza en 1871

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PERLAS DE HEMEROTECA
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La avenida del Ebro en la madrugada del 13 de enero de 1871
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En 1871 La Ilustración Española y Americana dedicaba un amplio espacio a la terrible inundación sufrida el 13 de enero de aquel año en Zaragoza y que causó innumerables desgracias en Aragón y Cataluña.

El dibujante Tomás Padró llegó a Zaragoza, procedente de Madrid, para copiar del natural el espantoso panorama que ofrecía el ensoberbecido Ebro, “inundando cuan mar desbordado, la ciudad y los pueblos, los campos y los jardines”.

El desbordamiento del Ebro, ocasionado por copiosas lluvias y el deshielo repentino de enormes masas de nieve que cubrían las montañas, comenzó la mañana del 11 de enero. Pocos imaginaban la catástrofe que amenazaba a los zaragozanos y a los habitantes de los pueblo ribereños.

Las aguas inundaron extensiones inmensas, cubrieron las vías férreas, las carreteras y los caminos; aislaron por completo los pueblos de la ribera; se extendieron por campos y huertas, y arrastraron, con su impetuosa corriente, muebles y enseres domésticos, maderos y escombros de casas y cabañas destruidas, caballerías y reses de distintas especies, y hasta cadáveres humanos.
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La avenida del Ebro en la mañana del 13 de enero de 1871 en las proximidades de la Aljafería
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En Zaragoza, en la madrugada del 13, el agua llegaba a unos cinco metros del castillo de la Aljafería y por la parte del puente de Piedra subió más de metro y medio sobre la argolla que marcaba la mayor inundación conocida hasta aquel momento.

Desapareció bajo las aguas el nuevo puente de unión entre la vía de Cataluña y la de Navarra, junto con la vía que se hallaba en construcción, y el tren de Navarra tuvo que regresar a Pamplona en la mañana del mismo día, por hallarse inundada parte de aquella vía.

El Arrabal fue también inundado y a las torres que se hallaban en la parte baja del castillo de la Aljafería hubo de acudirse con lanchas en la madrugada del día 13 para salvar a las personas que habían sido sorprendidas por la inesperada inundación.


Lanchas prestando auxilio a los habitantes del Arrabal
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Juan Macioli y sus dos hijos, barqueros, despreciando el peligro que corrían, atravesaron el Ebro más arriba del castillo y se dirigieron con una lancha a una torre inundada y sacaron de ella a los torreros, hijos y demás dependientes, salvándolos de una muerte segura.

Las pérdidas fueron incalculables. En el pueblo de Alcalá de Ebro sólo quedaron en pie cuatro casas, el resto de la población desapareció bajo las aguas, habiéndose salvado todos o la mayor parte de los habitantes, quienes pudieron evacuar el pueblo.

Algo parecido sucedió en Movera, Pradilla, Utebo, Monzalbarba, Torres de Berrellén y otros.

También Zaragoza sufrió mucho, y “la ciudad siempre heroica de los Lanuza y Palafox guardará indeleble recuerdo de la gran avenida”.

“Y justo será, para concluir, que tributemos un cumplido elogio a las autoridades populares, cviles y militares, y otro muy especial a la benemérita Guardia civil”. Todos, contribuyeron a aminorar las desgracias.

S. M. el rey remitió a la Diputación Provincial de Zaragoza la suma de 25.600 pesetas para aliviar en lo posible tanto infortunio, y la Sociedad Aragonesa de Amigos del País inició una suscripción popular.

La empresa de La Ilustración Española y Americana, también envió su óbolo a la comisión aragonesa.
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28/1/10

El hockey con zancos (1901)

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NUEVO SPORT / NUEVO DEPORTE

"Hockey con zancos". Inicio del juego

Entramos en el siglo XX con uno de los nuevos “sports” que surgen en la época, el "hochey con zancos”. En Francia, la cuna de este deporte, se había establecido al mismo nivel que ya lo había hecho el tennis, el hockey, el polo, el football y otros sports importados de Inglaterra.

El “hockey con zancos” era una innovación similar a otros deportes ya conocidos en esta época: water polo, polo en bicicleta, basket ball, hockey sobre el hielo o polo en bote, entre otros.

Para poder practicarlo se necesitaba saber andar con zancos y a haber adquirido gran habilidad, puesto que las caídas desde tanta altura eran peligrosas y dolorosas.

El juego se consideraba una mezcla de hockey y football. Sus reglas eran más o menos las mismas que las del “polo en bicicleta”. Cada equipo estaba formado por cuatro jugadores (2 guardianes del «objetivo» y dos delanteros), o de seis (2 guardianes del «objetivo», dos delanteros y dos «seguidores»). Los objetivos consisten en dos cajas de cuatro tapas móviles, con campanillas, y rodeadas de redes. La pelota, lanzada fuertemente por medio de malletes, debe, hacer sonar la campanilla y penetrar en la caja. A diferencia del “polo en bicicleta”, rara vez se lanzaba la pelota al aire, evitándose, así, que la pelota causara algún accidente en el público.


Caída durante un lance del juego
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Durante el juego se producían «trenzadas» muy curiosas; los malletes y los zancos de los jugadores se entrelazaban, a veces, provocando caídas, por lo general cómicas. Para levantarse, los jugadores se utilizaban sus malletes, pero para hacerlo con rapidez era preciso poseer una agilidad poco común.

Los zancos tenían noventa centímetros de alto y se ataban debajo de las rodillas por medio de correas. Cada zanco pesaba un kilogramo, y tenía una contera de caucho para evitar que la madera se gastase. La pelota pesaba unos cuatrocientos gramos, mientras que la que se utilizaba en el “polo en bicicleta” pesaba de ciento cuarenta a ciento cincuenta gramos.

Aunque el “hockey en zancos” nació en Francia, su inventor fue un inglés, Mr. E. G. Davis, un fanático de los ejercicios de equilibrio, que había dirigido en Francia, en Italia y en Inglaterra partidos de “polo en bicicleta”.

Lucha hombro con hombro
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El reglamento del juego, resumido, era el siguiente:

1º Los jugadores se dividen en dos equipos, cada uno defendía su objetivo y atacaba el del adversario.

2º Se hacía «marca» cuando la pelota llega al objetivo, lanzada diestramente por el zanco o por el mallete de un jugador.

3º Los jugadores sólo podían pugnar entre ellos con los hombros, con los codos y con las rodillas.
Así resumía en juego la revista Caras y caretas de Buenos Aires, en 1901, ilustrada con las imágenes que adjuntamos.
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Nuevos sports / Nuevos deportes (Índice)

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A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, coincidiendo con el nacimiento del deporte moderno, surgieron una gran cantidad de ejercicios, muy variopintos, con la denominación de: “nuevo sport” o “nuevo deporte”. Unos procedían de los juegos tradicionales; otros, a imitación del origen de muchos juegos tradicionales, se basaban en labores de la vida cotidiana, adaptados con atisbos de originalidad.

Algunos se alejan de la visión actual del deporte; los hay raros y extravagantes, inventados por mentes estrafalarias, peligrosos, absurdos, aventureros…, pero todos despiertan la curiosidad. Incluso la venta de cámaras fotográficas se publicitaba como “bello deporte” en los años 30. Una década antes ya existía la “caza fotográfica”.

Hace varias décadas, cuando comenzamos a frecuentar archivos y hemerotecas, este tema nos atrajo; ahora han tenido que confluir varios “astros” para que nos decidamos a compartirlos en esta nueva sección.

Uno de estos “astros” se llama Eduardo, apasionado de los “zancos”, a quien dedicamos nuestro primer artículo, y aprovechamos para recomendar la visita de su web: http://sportaqus.com/. Tomás es el otro “astro”; a él le recordaremos en algún otro artículo. Y en general esta sección va dedicada a los alumnos del “IES Benjamín Jarnés” de Fuentes de Ebro, en representación de los jóvenes, con la intención de despertar también su curiosidad con prácticas o tradiciones de la “globalidad”, puesto que tenemos la sensación (quizá equivocada) de no conseguir captar el interés ni la curiosidad por las tradiciones propias de sus pueblos, algunas ya desaparecidas.

El siglo XX fue el siglo de los inventos y de la originalidad, pero la gran mayoría fueron barridos por la propia vorágine del progreso y de la pasión. En el deporte, el fútbol se convirtió en el monstruo devorador que acabaría con los demás; algunos pudieron hacerse un pequeño hueco y subsistieron, otros no han pasado de la pura anécdota.

Del “antiguo deporte” de las “corridas de pollos”, tratadas en las últimas entradas del blog, pasamos al “nuevo sport” o “nuevo deporte” de esta sección. ¡Confluencia de “astros”!
ÍNDICE:
PRÓXIMAMENTE:
  • Push-ball
  • Rhocwad
  • El caber
  • El Skí
  • Carreras de patín de invierno
  • Kiting
  • Jiu Jitsu
  • La gimnasia de invierno
  • Push-ball a caballo
  • La caza del caimán
  • Coger lobos a caballo
  • Ping-pong
  • Carreras de skihs
  • Tiro de arco femenino
  • Sable chute
  • Defensa personal
  • Polo
  • Basse ball
  • Carreras de conejos
  • Navegación en seco
  • Carreras de gostikberg
  • Patinaje sobre el agua
  • Vuelo sin motor
  • Boxeo infantil
  • Dirt-trach
  • Rally Papers
  • Ciclecar
  • Sumergible individual
  • El cricket
  • El pterodactylo
  • Handball
  • Carreras de galgos
  • Carreras de avestruces
  • Moto-ski
  • Golf en miniatura
  • Caza de globitos con flechas
  • Lucha de equlibrio
  • Fantasías deportivas
  • Carrera río arriba
  • Aro gimnástico
  • Plum-cake
  • El yo-yo
  • Pesca a través del hielo
  • Y muchos más...
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25/1/10

La corrida de pollos

PERLAS DE HEMEROTECA

Detalle de "La carrera del gallo", escena costumbrista de Juan José Gárate, 1919
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En el programa oficial de Fiestas de San Lorenzo. Huesca. 1959, encontramos el cuento del escritor oscense Luis López Allué titulado La corrida de pollos. Otro gran escritor, Enrique Capella fue igualmente colaborador de los programas oficiales de las fiestas de Huesca. Capella se ditinguió por ser uno de los impulsores del renacimiento del deporte en la capital del Alto Aragón. Y también fue autor de un sabroso Pregón de fiesta, inspirado en los tradicionales pregones que se echaban antes del comienzo de las "corridas de pollos".

Siguiendo la retahíla de escritores aragoneses que se han fijado en estas pruebas típicas del “olimpismo” aragonés, para incorporarlas como eje central de alguno de sus cuentos o novelas, podemos citar a Miguel Allué Salvador con La mejor carrera (1927), Ricardo del Arco en Tierras de maldición (1925) o Cosme Blasco Val "Crispín Botana", autor de Las fiestas de mi lugar (1899).
Otros escritores se inspiraron en las "corridas de pollos" para componer coplas, poesías o romances. Y si rebuscamos entre la bibliografía aragonesa con aires costumbrintas aún encontraremos obras curiosas, como La Godinica, boceto cómico-lírico, de costumbres aragonesas en un acto y cuatro cuadros, escrita por Agustín Pérez Soriano en 1901.

Alguna obra se nos queda e el tintero, pero vamos con el cuento, la "perla", de Luis López Allué que traemos en esta ocasión. Uno de los protagonistas había ganado "pollos a manta" en Talamantes, en Crivillén, en Fuentes de Ebro, en Ejea, en Ateca y en otros muchos pueblos y villas. En realidad los hubiera podido ganar en casi todos los pueblos de Aragón.

El cuento lo vamos a ilustrar con obras de grandes pintores costumbristas y con fotografías de época.
Marín Bagüés pintó el óleo "Carrera de pollo", 1953
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"Amaneció el gran día, 27 de Septiembre, San Cosme y San Damián, patronos del pueblo. El cielo, transparente y azul; radiante el sol; cálida y pura la brisa, como aliento de virgen. Por las calles de Mora de Sevil desbordaba, juguetona y bullanguera, la sana alegría de los campos. Desde la torre de la iglesia caían los repiques del metal en agudo martilleo, y las sonoras ondas dilatábanse por los aires hasta perderse en los socavones de las vecinas montañas. Prendiéronse las mozas, para asistir a la misa mayor, las arracadas de oro pálido y los mantos rameados con hilos de seda que ya sus abuelas guardaron en el viejo arcón de nogal, tabernáculo de aquellas reliquias, y los mozos se anudaron a la cabeza con estudiado desgaire el pañuelo de colores chillones y vivos, Olía el ambiente a flor de romero, a albahaca y a pan del horno.

Los vecinos de Mora de Sevil estaban satisfechos y hasta Orgullosos con la inusitada afluencia de forasteros. Precisamente la noche anterior fue una Sainz Barthélemy de carneros y ovejas cebonas, y en todos los patios veíanse, a la luz de los candiles y pendientes de una viga, las despatarradas y desolladas reses. Las teorías de Malthus..., pero Malthus nació en Rookery.

Más que al incentivo de comer pan a mantales en plaza tan bien abastecida, debíase aquella extraordinaria concurrencia a patorexia o ansias de emociones.

Dos renombrados y célebres andarines, de legítima cepa aragonesa, se disputarían aquella tarde en las carreras a pie, no la asendereada y afiligranada copa de oro, sino los tres consabidos y sabrosísimos pollos de corral.
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"La carrera del gallo", Juan José Gárate, 1919
Bueno es añadir que por encima de las gallináceas y de la orfebrería estaba la negra honrilla y excelsa fama de los corredores. Mora de Sevíl convertíase, pues, en campo de honor, en puente de Orbigo, en circuito, donde Pedro Alloza, de Tauste, y Teodoro Lagarda (a) Perrincles, del mismo Mora, probarían y medirían la agilidad de sus piernas y la fuerza de sus pulmones.

Era un buen mozo el de Tauste, recio, musculoso, de cara achatada y color cetrino. Perrincles, sólo contaba diecinueve años; su estatura no pasaba de regular, y era enjuto de carnes, de temperamento nervioso y de semblante aniñado y descolorido. Campeones los dos en muchas fiestas de lugar, nunca hablan corrido juntos. Alloza tenía en su favor la plenitud de la edad y de las facultades y hasta la experiencia en la lucha. El de Mora estaba en los comienzos, «no le aduyaba el pecho», según los inteligentes, pero sus piernas, en cuanto a ligereza y movilidad, parecían las de un sarrio, y sobre todo venía de raza. Era Perrincles la continuación de toda una perínclita y andariega dinastía.

Al padre de Teodoro, al tío Apolinar o siñó Polinario, como le llamaban sus convecinos, se le podía ahorcar aquella mañana con una vetica de seda. Tal estaba el viejo Perrincles de impaciente y nervioso. Durante la comida, él y sus comensales no cesaron de hacer cábalas y conjeturas acerca de la próxima carrera.

‑¡No tenga cudiau, siñó Polinario! ‑decíale un huésped‑; por donde salta la craba salta el crabito.


"Corrida de pollos" de Maluenda. Foto: http://jesusmaluenda.blogspot.com/

‑¡ Rediosla! ‑interrumpió el tío Apolinar‑; denguno hasta la fecha nos ha mojau la oreja a los Perrincles; y parodiando a Napoleón al pie de las pirámides, exclamó dirigiéndose a su hijo:
‑¡Alcuérdate de yo, de tu agüelo, del mío y de toda nuestra retalínea de antipasaus!

‑¡Otra pizca, Teodoro ‑repetía un tercero‑, que por la boca se calienta el horno!

Teodoro disimulaba su interior emoción: callaba y engullía carne, y trasegaba vino al unísono, o sea a cada pintanza un trago, a cada trago un vaso, y cada vaso de a palmo.

El tío Apolinar, que a pesar de sus cincuenta y pico se conservaba ágil y fuerte, y que a su gallarda y simpática figura de correctas y armoniosas líneas uníase su carácter expansivo y locuaz, entretuvo a los Invitados narrando sus hazañas de corredor.

‑¡De sol a sol ‑decíales con ademán solemne‑ me encajé muchas veces en la raya de Francia; y de sol a sol, en el preto del invierno, me planté en el puente de Piedra de Zaragoza.

Contó después algunos incidentes de sus victorias en Talamantes, en Crivillén, en Fuentes de Ebro, en Ejea, en Ateca y en otros muchos pueblos y villas donde ganó pollos a manta.

Sonaron las tres. En casa del tío Apolinar y en las restantes casas del pueblo continuaba 1a sobremesa, y con la sobremesa la charla de corridas y corredores.


"Pregón de la corrida", dibujo de Iñaki

Oyóse el redoble de un tambor, y se echó calle todo el mundo.

El mainate o el mayoral de los mozos, acompañado del alguacil, éste repiqueteando los palillos en el parche, y el otro izando un bieldo con seis pollos colgados de las púas, recorrían en pacífica manifestación las calles del pueblo.

Parábanse en cada esquina; y el alguacil, entonces, tosía fuerte, aquietaba las manos, y soltaba la lengua con el siguiente constitucional y lacónico pregón: «De orden del siñor Alcalde y de los mozos: el que quiera correr en la corrida de los pollos, que acuda al sitio acostumbrado: al primero se te darán tres, al segundo dos y al tercero uno. Que nadie sea usado de rempujarse el uno al otro, con pena de cinco duros y tres días de cárcel» . Terminada la arenga, vuelta al redoble y con el redoble a otra esquina.

El «sitio acostumbrado» o de partida era el barranco de Lobos, a unos cuantos kilómetros próximamente de la meta; y la meta o punto de llegada, la cruz que, sobre gradería de piedra, alzábase a la entrada del pueblo: o más exactamente, el mango del bieldo u horcón sostenido al pie de dicha gradería por el mainate. Allí pues, alrededor de la cruz, se congregó en pocos momentos inquieta y desasosegada muchedumbre. El viejo Perrincles se colocó junto al mozo del bieldo. Hallábase intranquilo, nervioso. Con extrañas muecas de labios y rápido guiñar de ojos, masticaba furiosamente un cuartelero. Si venía su hijo en primera línea, era un buen sitio aquél para lanzarle un grito de esperanza.

El bello sexo, apenas si tenía representación. Harto había que correr dentro de casa, levantando manteles y fregando loza.


Corredores del barrio zaragozano de Juslibol, 1926
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El público engrosaba a cada instante; apretábanse las filas de curiosos en continuo hormigueo, y veíanse mezclados y confundidos a los montañeses de la de la Galleguera y el Guarga vistiendo aún el clásico calzón, la faja azul y el estrecho y abarquillado sombrero que rememora el capacete del almogávar, y a los ricos trigueros de los Monegros y la Serreta, tirando a jándalos, con americana y pantalones ceñidos, ancho pavero y calzadas las espuelas.

Desde la meta distinguíase casi toda la ruta que debían de seguir los corredores. Un camino estrecho y polvoriento, semejante a una estría de cal, abierta entre vides y olivos por la falda del monte, hasta perderse en la bajada de barranco.
Gaiteros de Las Parras de Castellote

El sol reverberaba en las peladas y calizas cumbres, bruñía de oro las aserradas cañas de los trigales y en los broncíneos pámpanos y nudosos sarmientos, tendidos sobre la roja arcilla, ponía los toques y el acerado brillo de forja plateresca. Un murmullo sordo, continuado y lento como una plegaria, flotaba en el ambiente caliginoso.

Subidos unos a las tapias que bordeaban el camino; otros a los tejados de los pajares más próximos; otros a las ramas de los árboles, y los más estrujándose y empinados sobre las puntas de los pies, todos miraban con ansiedad creciente al extremo opuesto de la sierra.

Poco a poco, como si un triste presentimiento embargara los ánimos, apagáronse las voces y los murmullos, hasta reinar un silencio grave, solemne, casi angustioso. Los momentos eran decisivos. Una bandada de palomas cruzó sobre la multitud con estrépito de alas saltó por la parte de adentro, colocándose delante.

‑¡Ya están allí, ya se ven! ‑oyóse exclamar por todas partes. Y el oleaje de cabezas humanas se agitaba nuevamente, rumoroso y bravío.

Allá lejos, al final de la estría caliza aparecieron los corredores, semejando miniaturas como de biscuit, ligeras, movibles y esfumadas entre nubes de polvo. Perdiéronse en un recodo del camino y volvieron a aparecer a los pocos minutos. Crecían y se perfilaban insensiblemente; ya podía contarse el número; eran cinco, y de los cinco venían dos casi a la par y delante de todos.

‑¡El primero es Alloza! ‑decían algunos.

‑¡Es Perrincles! ‑exclamaban otros.

La expectación y la ansiedad crecían por instantes. Los andarines avanzaban, blancos, vaporosos, descalzos los pies, al aire las pantorrillas, y sin más vestido que la camisa, los calzoncillos y el pañuelo de la cabeza atado fuertemente a la cintura. Parecía que no tocaban con las plantas en el suelo. Transcurrieron breves momentos; menudeaban los comentarios; ya se distinguían; no había duda. El primero Alloza, el de Tauste; después, y pisándole los talones, el de Mora. Detrás de los corredores y por ambos lados, a modo de escolta, seguíanles grupos de camaradas y amigos.

‑¡¡Tira p'alante, Perrincles!! ‑le gritaban a éste

‑¡¡Apreta que ya es tuyo!! ‑le vociferaban a aquel.


"Ya llega el vencedor", de Julio García Condoy, 1919
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Llegaron a una curva muy pronunciada, y Perrincles, mejor conocedor del camino, la atajó de un salto por la parte de adentro, colocándose delante de su rival.

Un vocerío ensordecedor premió su intrepidez y ligereza.

El viejo Perrincles, en tanto, continuaba arrimado al horcón, quieto, inmóvil, como una efigie de piedra, y puesta la mirada en su hijo.

Entraron los carteristas en la doble fila de espectadores. Con los brazos encogidos, el pecho saliente, la cabeza hacia atrás, entreabierta la boca y el semblante lívido y terroso, parecían arrancados de las metopas del Partenón.

Se acercaba el supremo instante. Llegaban juntos los dos, sordos, anhelosos, inconscientes. Faltábanles cinco o seis pasos. Enmudeció la concurrencia.

¡¡¡Hijoooo!!! ‑gritó entonces el tío Apolinar, alzando los brazos al aire.

Teodoro sintió que la voz de su padre estallaba en su corazón; que un frío y un estremecimiento horribles corríanle por la piel; que le subía fuego a la garganta y lo ahogaba; extendió el brazo instintivamente, como un náufrago que busca la vida; todo fue obra de un instante, un segundo; y al caer, roto un aneurisma, rozó con la mano en el horcón.

El viejo Perrincles no vio, ni pudo ver más que eso, que la mano de su hijo fue la primera que llegó a la meta, pues en ella tenía puestos los ojos y el alma entera. Ciego y convulso, arrancó los tres pollos y salió corriendo en dirección a su casa, a llevarle el trofeo de la victoria a su mujer. Y mientras la gente, muda de espanto, rodeaba el vencedor, que rígido y yerto barboteaba sangre por los labios, el pobre viejo gritaba, calle adelante, enseñando los pollos:

‑¡¡¡Mi hijo, mi hijo ha ganau... mi hijo!!!

Y corría... corría ebrio de entusiasmo radiante de alegría, hermoso, con la hermosura clásica, con el bello gesto de un hijo de la Hélade que se dirige a inmolar las víctimas en el altar de Zeus".
LUIS LÓPEZ ALLUÉ
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24/1/10

Los de Lumpiaque

PERLAS DE HEMEROTECA

.Dibujo de Albareda Hermanos


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Recordamos con este cuento a Gregorio García-Arista y Rivera (Tarazona, 9-V-1866 / Zaragoza, 22-I-1946), el "decano de los escritores aragoneses de su tiempo", según se le calificaba.
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Colaboró en diversas revistas y diarios (El Debate, Blanco y Negro, La Esfera, ABC, Heraldo de Aragón...) con cientos -más bien millares- de artículos, que posteriormente serían reunidos en colecciones de varios volúmenes.
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El que reproducimos pertenece a la colección "Fruta de Aragón", publicado en la revista Nuevo Mundo, en 1927, y está ilustrado con dibujos de Albareda Hermanos. García-Arista plasma con maestría el ambiente de las fiestas de San Antón de un pueblo aragonés, y deja entrever una de las causas de la desaparición de los gaiteros y dulzaineros en Aragón. Poco hicieron para evitarlo nuestras instituciones. Paradógicamente, si la juventud pudo tener mucha culpa en su desaparición, un grupo de jovenes entusiastas y amantes de las costumbres de su tierra impulsarían su recuperación. Ellos dieron vida a la Asociación "Gaiteros de Aragón " ("Gaiters d'Aragón" o "Gaiters d'Aragó").
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Actualmente las gaitas y dulzainas resuenan por todos los rincones de Aragón.
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I

Días atrás... (qué novela —cuanto más una historia tan verídica como la presente— no tiene su prólogo?),... días atrás, una comisión de la mozalla del pueblo de Rueda había salido con cierto pretexto y gran sigilo a... (¿cómo, lector, voy yo a faltar a un secreto que los interesados juramentáronse para guardar y yo también guardar prometí? Por mucha y grande que sea tu curiosidad, mayor es mi discreción. Y mucho digo si te digo que estuvieron en Lumpiaque).

II

¡La que se preparaba en honor de San Antón, para las fiestas de aquel año, en Rodela! ¡No iba a ser nada!... ¡San Antón bendito!...

«San Antón ya no es francés,
ni de Francia a España vino;
se va a hacer aragonés
San Antón con su... vecino».

Así cantaban los mozos (bando de...), orgullosos de su proyecto y esperanzados de que éste satisficiese tanto al bendito anacoreta como hiciese rabiar de envidia a los casados (bando de...) ¡Porque ni que decir tiene que en Rodela había bandos! Y a falta de otra clase, los había de «casados» y «solteros», con tantas rivalidades y aun enconos como si hubiesen sido de «fulanistas» y «menganistas», que es lo que, aunque se disfrazasen de políticos, traía a los pueblos a mal traer en el antiguo régimen.

Y como en aquel año tocaba al bando de los casados hacer las fiestas, el de los mozos venía con antelación «poniendo en solfa» el «programa» de los contrarios, al que acusaban de «rancio» y «roilosico» y «de más viejo que la tos».

III

Y así estaba planteada la cuestión cuando empezaron las fiestas.

Era la hora de vísperas —parece esto el principio de un pasaje evangélico, y es sólo un hecho sencillo y vulgar—, era esa hora, digo, cuando los dulzaineros (gaita y tamboril) entraban triunfalmente en el pueblo, precedidos y rodeados de todos los chicos y seguidos, desde luego, de todo el bando de los casados.

Los mozos, sin embargo, se retrajeron. ¡No querían ellos antiguallas!... «¡Gaita y tamboril! ¡Hum! ¡Ellos tenían preparado lo suyo, la novedad, lo...» (¡Qué lástima! ¡No saber ellos francés, o ser, al menos, galiparleros, para poder calificarlo de epatante; aunque sabían llamarlo «trayente», en español, y «morrocotudo», en aragonés. ¡Y del mal, el menos!).

—¿Qué hay de nuevo pa las fiestas?...
—¿Pa las fiestas qué hay de nuevo?...
—¡El gaitero y tamboril!
—¡El tamboril y gaitero!

Canturreando así recibió la burlona mozalla a los dulzaineros cuando «a tambor batiente y chuflaina tonante» —¡otra frasecita despectiva!— entraban en el lugar.

Digo, pues, que los gaiteros entraron a vísperas y quedáronse a «completas»... ¡Completa y musical tarde! ¡Cómo deleitaban a aquellas ingenuas gentes las sencillas notas de la dulzaina y los retumbantes redobles del tamboril!... ¡Oh! ¡La música es como los manjares: para estómagos sencillos, son gloria los yantares simples! ¡Sólo estómagos y nervios en desastre necesitan de Wagner o Strauss y del arte culinario! Y los mozos de aquel pueblo estaban ya en esta pendiente.

IV

Amaneció el día de San Antón con un frío de rechupete. ¿Mas quién dijo frío en día tan solemne?

Un buen rato antes de la misa mayor, los gaiteros —¡exigencias del Protocolo!— fueron a recoger, primero, al señor cura; después, al Ayuntamiento —éste con sendas y luengas capas—; seguidamente, al mayordomo, y fuego —¡oh, galantería!—, toda la comitiva, a las mayoralesas. ¡Y a la iglesia todos!

Y comenzó la misa mayor... ¿Quién ha visto nada más solemnemente sencillo ni más sencillamente solemne que aquel divino oficio amenizado con gaita y tamboril? ¡Dos veces divino! Pero en el momento de alzar a Dios, «los gaiteros se excedieren a sí mismos». Así lo reconocía todo el mundo..., menos los mozos, que no cesaban de repetir.

—¡Ya llegará la hora de las hogueras..., ¡y entonces veremos!

Y salió la procesión, la procesión larga y nutrida, a cuyo final, el glorioso San Antón aparecía casi oculto por la prolusión de cintas, y adornos, amén del silvestre romero y del humilde tomillo, por entre los cuales apenas si el lechoncico podía asomar su morro para respirar. Cerraban la procesión las autoridades y las tres mayoralesas —lindas muchachas—, que presidían por fuero de costumbre en dominguero traje del país.

Y al son de la gaita y al ritmo de! tamboril cantaba el coro (compuesto, naturalmente, de casados) un himno encabezado así:

«En un gran desierto San Antón estaba,
y su amigo Pablo le fue a visitar,
y encontró que estaba, que allí estaba orando,
¡orando a la madre de Dios del Pilar».

Y a modo de estribillo:


«Es María la blanca paloma
que por alta loma
la vieron volar,
y ¡por eso! los aragoneses
la llamamos Madre,
Madre Santa de Dios del Pilar!.. ». (1).


¡Todo esto, por supuesto, «endulzado» con notas de la dulzaina!

Y cuando la fiesta religiosa terminó, todo «el cogollo» la élite, en galiparla —del pueblo se trasladó a casa del mayordomo, quien les obsequió con retacía (aguardiente con jugo de frutas) y cañamones con miel. Aderezado todo ello con tocatas gaiteriles.

Dibujo de Albareda Hermanos

V
Y sonaron las once de la noche. ¡Loado sea Dios! Y con la hora empezaron las hogueras, las clásicas hogueras, ante cuyos resplandores la alegría de los mozos, reflejaba en sus rostros, tomaba tonos de exaltación. Y se les oía decir:

—¡Ya estamos hasta la chola de gaitas y gaiteros! ¡Esto s'ha rematao! ¡Y s'ha rematao pa siempre jamás amén! Dend'esta noche n'habrá aquí más tócatas, ni más sones que los de la rondalla! ¡Y qué jotas nos vamos a echar! ¡Himos d'amanecer bailando!

Esto último se lo decían a las mozas, «poniéndoles cada diente de a palmo», ante la perspectiva de una noche de baile con rondalla. ¡Ellas, que nunca habían bailado más que al son de la gaita y tamhoril… cuando no «a ton seco»!

(Se nos olvidaba lo principal A las once menos cuarto —hora convenida— el bando entero de los mozos de Rodela había salido a las afueras del pueblo con objeto de recibir a los músicos contratados y llevarlos en triunfo a la Plaza Mayor. Por su parte, los gaiteros «comprometidos —al decir fie ellos— para otro pueblo» (que también festejaba a San Antón bendito), habíanse marchado al anochecer; pero no faltó quien pensara que ofendidos ante la preterición de que eran objeto).

Y cómo estaba la plaza!... ¡De mozas, no hay que decir que ninguna faltaba!... Algunas de ellas, para fortalecer las garras («hacer piernas» dijo un gabachista, corregido, a su vez, por otro, que a tal precaución llamóla entrenamiento), en perspectiva de toda una noche de baile, habían estado danzando a «ton seco», es decir, sin música, marcando únicamente el ritmo con pitos de dedos.
VI

Integraban la célebre rondalla contratada cinco instrumentos, o cinco individuos que los tocaban: una guitarra, un guitarro, un requinto, hierros y pandereta. Tenían fama —los tañedores, naturalmente— de escrupulosos y de llevar siempre bien afinados sus instrumentos. En esto fundaban su orgullo. Y, deseosos de no desmerecer a los ojos de los de Rodela, antes de salir para este pueblo pusiéronse a templarios bien, ya que sabían que en cuanto llegaran, sin darles tiempo para nada, les obligarían a tocar.

VII

Tras largo rato de espera, volvieron al pueblo y entraron en la plaza los mozos que habían salido a las afueras en busca de la rondalla.

—¡Otra! ¿Pues y los músicos?—les preguntaron.
—¡Hasta de ahura no han paicido! ¡Ellos paicerán si quieren!
—¡Pue que les haiga pasao algo po’l camino!
—¡Sea lo que Dios quiera!

A todo esto habíase paliado, con mucho, la media noche. La gente moza, que esperaba calentarse bailando, se acercaba a las hogueras a falta de baile...

Avanzaba la noche... Muchos, impacientes, íbanse retirando a sus casas...

Las hogueras se apagaban... El frío se recrudecía... La gente, cada vez más, iba desfilando... Al final, la plaza quedó casi desierta... ¡Sólo algunos mozos esperaban..., esperaban!...

¡Allá, en el horizonte, un punto de claridad iluminó el cielo!... ¡Cantó el gallo! ¡Amanecia!.,. Al son de las campanas—que parecían saludar al astro-rey—, en la puerta de la iglesia apareció el Rosario de la aurora…

La primera luz dejo ver a los de la rondalla que llegaban apretando aún las clavijas de guitarras y guitarros.

—¡A buena hora, mangas verdes!— exclamaron a coro los mozos de Rodela—. ¿Qué habís hecho hast'ahura?

—¡Toma! —respondieron tranquilamente los recién llegados—. ¡Himos estao templando!

¡Eran los músicos de Lumpiaque!

¡La ronda de los casados entonó una albada que tenía aire de triunfo!...

Y una voz cantó a ton seco:

«¡Tanto esperar, y hoy me sales
con que te lo estás pensando!...
¡Paices a los de Lumpiaque,
que amanecieron templando!»

(1) Así, con esta infantil ingenuidad, lo canta el pueblo, y de sus labios lo recogimos..., aunque no en Rueda precisamente.

Dr. G. GARCIA-ARISTA Y RIVERA
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23/1/10

La peña del diablo en el Monasterio de Piedra

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PERLAS DE HEMEROTECA
Plano del Monasterio de Piedra
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Nos fijamos en otro interesante artículo de F. de la V. publicado en el Semanario Pintoresco Español, para narrar la que quizá sea la leyenda más famosa del Monasterio de Piedra, según una versión recogida en 1842.

Las leyendas contribuyen a adornar y recrear la imaginación del paradisiaco paraje natural del Monasterio de Piedra.

Cerca de la más sorprendente de las cascadas del Monasterio de Piedra, que cae como cola de caballo, denominada del “chorro palomero” por las gentes del país a comienzos del siglo XIX, porque detrás se esconde una gruta en la que anidaban millares de palomas torcaces, está la “peña del diablo”.

Es un gran peñón o cerro separado de los demás, cuyo nombre se debe a la siguiente historia:
Los monjes del monasterio habían librado a una mujer energúmena o poseída por el diablo, que había llegado desde tierra de Soria para encomendarse a nuestra Señora de Piedra. Los desposeídos se sintieron agraviados y determinaron quemar a todo trance el monasterio. Como los operarios eran muchos y diligentes, arrancaron en una noche todo el pinar inmediato y llenaron el convento de leña. Ya iban a encender la madera y soplarla, cuando los monjes se despertaban al toque de maitines y se pusieron en oración, lograron ahuyentar aquella chusma.

Al mismo tiempo, coincidió que venía por el aire un diablazo grande trayendo entre sus manos aquella enorme peña para echarla encima del monasterio; pero al oír la campana la dejó caer en el lugar donde permanece.

Detrás de ella hay un pequeño pero profundo estanque que se conoce como la pesquera, cuyo origen, según creencia popular, se debía al efecto de alguna erupción volcánica. Este suceso se refiere detalladamente en el libro titulado Imágenes aparecidas de Aragón. F. de la V. comentaba que la gente del país lo adornaba con algunos detalles más.

En el libro titulado Brujas, demonios, encantarias y otros seres mágicos de Aragón recogemos una versión similar de la leyenda de “La peña del diablo”.
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22/1/10

Santiago Lapuente y la “meca de la jota” (Fuentes de Ebro)

PERLAS DE HEMEROTECA
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Santiago Lapuente, propagandista de la jota. Foto: Aguado, publicada en la revista Actualidades en 1901
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En 1901 la revista Actualidades publicaba un artículo sobre Zaragoza que decía: “Hablar de Zaragoza y olvidarse de la jota sería un pecado imperdonable. Por tanto, creemos imprescindible complete esta plana el retrato de D. Santiago Lapuente, el popular propagandista de ese canto típico que lleva en si las noblezas de una raza y el carácter heroico de un pueblo.

La fama de Santiago Lapuente, personaje muy popular en Zaragoza y por todo Aragón, también se había extendido desde hacía unos años por la Villa y Corte. La prensa de la capital de España había resaltado en sus páginas los “ecos y resonancias de la bendita tierra aragonesa” en cada una de las actuaciones de Santiago Lapuente en los Madriles. Así lo señalaba el diario La Época.

En una crónica publicada en el diario La Época, en 1897, no ahorraba prendas a la hora de dar a conocer a sus lectores quién era ese aragonés:

“La historia de Lapuente, del monstruo de la jota —como suele llamarle el maestro Caballero— está contada en dos palabras.

Nacido en Fuentes de Ebro, de una antigua familia muy conocida y apreciada en el Bajo Aragón, mostró ya desde sus primeros años afición decidida por la música popular, afición que ha venido a constituir después la pasión de su vida.

En el pueblo de su nacimiento —llamado la Meca de la Jota por Montestruc, el distinguido periodista aragonés que murió no hace mucho—recogió Santiaguico las gracias y habilidades de los más puros jotistas de Aragón.

Y tan aprovechado salió el chico, que cuando aún no tenía doce años ya ni sus mismos maestros se atrevían a competir con él, rasgueando una guitarra o cantando estilos.

Fue por entonces cuando el padre de Lapuente perdiera su fortuna, no escasa.

Malvendido su patrimonio, trasladóse la familia a Zaragoza, donde el padre de Santiago murió a poco, más que de enfermedad, de pesadumbre.

Cada uno de los chicos tuvo entonces que campar por sus respetos, y tocóle a Santiago dedicarse bien joven al comercio de trigos.

Y en esta ocupación, en la que consumió Lapuente los seis mejores años de su existencia, fue en la que tomaron mayor vuelo y empuje las aficiones musicales del muchacho.

Obligado por ella a corretear de continuo casi todas las villas, pueblos y comarcas del Alto y Bajo Aragón, tuvo ocasión de oír y de recoger todas las variaciones y estilos de la jota, de ese nuestro himno nacional, como solía llamarlo D. Antonio Cánovas del Castillo.

Temperamento artístico y popular por excelencia, y dotado de una memoria y de una facultad de asimilación verdaderamente prodigiosas, fue Santiago Lapuente en aquellas excursiones músico-comerciales, ambulante fonógrafo en que se impresionaban los más varios estilos y cadencias de la copla popular.

De este modo y por esta reunión de circunstancias, llegó a convertirse Santiago en un viviente archivo, en un catálogo de jotas, como con nombre exacto y apropiado le bautizara al oírle el insigne Chapí.

De este modo, y en tales excursiones, fue recopilando Lapuente la inmensa variedad de jotas que forman hoy su repertorio, y que recogiera al descuido —como nos explicara en su conferencia de anteanoche— de aquellos maestros de alpargata, que se llamaron o se llaman el tío Rufino, el tío Lerín, Baldomero Delmás, el Royo del Rabal, Algora (el Maño), el grabador de Zaragoza y el alguacil de Cariñena...

De este modo formó su colección de estilos, entre los que hay femateros, aragoneses puros, aragoneses libres, zaragozanos netos y adornados, fieras, oliveras, navarras, de Aben-Jot, del ¡ay!, tonas y batebancos.
De este modo, por último, llegó a ser conocido en Zaragoza como el mejor y el más acabado jotista de la tierra del Ebro.

Faltábale sin embargo algo así como una confirmación o consagración solemne y pública de aquella fama, que le sirviera de título y diploma para darse a conocer fuera de la región aragonesa.

Su trato y amistad con dos insignes artistas españoles, Tomás Bretón y María Guerrero, sirviéronle de ayuda para aquel paso decisivo.

Cuando el maestro Bretón, con la Sociedad de Conciertos de Madrid, fue a dirigir algunos en Zaragoza, en la primavera de 1893, César Lapuente, empresario del Teatro Principal, le presentó a su hermano Santiago.

Ya en la mente del gran músico salmantino empezaba a germinar la idea de poner en solfa el drama La Dolores, estrenado hacía poco en Madrid con aplauso grandísimo.

El conocimiento y trato con Lapuente, rapsodia viva de los aires más populares de Aragón, venía, pues, a ser para el autor de Los amantes inestimable hallazgo.

¡Las jotas que en aquellos cortos días oyó Bretón en labios de Lapuente!

En una de aquellas íntimas sesiones musicales —consagradas a la jota de un modo exclusivo, y en las que tomaban parte, a la vez de Santiago, Sola (el bandurrista de Bárboles), Monforte (otro artista ya muerto) y los dos bandurristas de Gallur, que, llamados exprofeso por Bretón, hicieron un viaje a Zaragoza— exclamó entusiasmado D. Tomás:

—Ya sabía yo que la jota era el mejor de los cantos populares del mundo; lo que nunca sospeché, sin embargo, es que con sólo cuatro notas, con sota, caballo y rey, como si dijéramos, pudiera fabricarse tal mundo de armonías y de sentimientos...

Tan impresionado quedó Bretón de aquellas reuniones musicales, que prometió a Lapuente volver a visitadle en Fuentes de Ebro, y beber así en su propio y más puro manantial las inspiraciones de la obra que soñaba.

Y el maestro cumplió su palabra.

El año siguiente, acompañados de Ricardo de la Vega, y de regreso de Zaragoza, a donde fueran a estrenar La verbena de la Paloma, paró, si bien muy poco tiempo, en la Meca de la Jota, y allí oyendo cantar a Asunción Delmás, discípula de Santiago, lloró Bretón.

Y aquella jota que conmovió al maestro cuando la oyó cantar en la estación de Fuentes de Ebro, la jota fiera, la clásica, la de Aben-Jot, en una palabra, es la que le inspiró la jota más pura de La Dolores, no la de la copla de Melchor que sirve de argumento y base a todo el drama, sino la que, al pasar, canta el arriero, y que es la verdadera jota aragonesa.

Si de la amistad que trabaron Lapuente y Bretón sacó provecho el último, no lo sacó menos el primero.

Achaque es de nuestro carácter español, que el extranjero unas veces, el forastero otras, hayan de ser siempre los que nos descubran.

El nombre de Santiago Lapuente, aunque conocido ya en Zaragoza y en todo Aragón, no había adquirido, sin embargo, la gloria oficial —digámoslo así—, que merecía. Ni había hecho sonar a la trompeta de la fama ni gemir a las prensas.

Los justísimos elogios que le prodigara Bretón fueron la revelación de Lapuente.

Los periódicos locales empezaron a ocuparse de él y de su compañero, el de Bárboles, y con ayuda de unos y otros consiguióse que en el certamen del Pilar de aquel año se intercalase un nuevo concurso de parejas.

Del éxito grandísimo que en aquel certamen obtuvieron y del premio que se les adjudicó por verdadera aclamación, data la mayor popularidad de Lapuente y de Sola.

Del viaje de ambos a Madrid en la primavera de 1894, para tomar parte en la función de beneficio de María Guerrero, poco hemos de decir que no conozca todo el mundo.

Debióse aquel viaje, como antes apuntamos, al nobilísimo deseo de rendir a la eminente actriz un tributo de amistad y de reconocimiento.

El año anterior, y en Huesca por más señas, fue María Guerrero discípula entusiasta de Lapuente, que la enseñó a cantar la jota con la gracia y con el estilo que Madrid entero ha aplaudido en más de una ocasión.

Y por cierto que cuenta Santiago, como muestra del maravilloso instinto artístico de María, que al oírle ésta a la guitarra la colección inacabable de sus jotas, dijo al llegar a la más pura, a la más sentimental, a la más fiera:

—Esta, Santiago, la pondremos aparte. Tiene toda la poesía y todo el sentimiento del verdadero cante jondo. La llamaremos la honda; sí usted quiere.

Y honda llama desde entonces Lapuente a aquella jota, a la que nosotros pudiéramos llamar la jota de María Guerrero.

Del éxito que en aquella ocasión alcanzaron en Madrid los dos concertistas baturros, lo mismo al ser oídos en Palacio por la Familia Real, que en la función de la Comedia, en la fiesta de la jota, en las casas de Cánovas, de Morphi, de la Vinaza, y, en fin, en el café de Londres, en aquella peña de que formaban parte, entre otros. Octavio Picón, Vital Aza, Chapí, Manrique de Lara, Rancés, el pobre Estremera y Miguel Ramos Garrión, el cual, interrumpiendo sus costumbres de toda la vida, acostóse aquella noche después de las cuatro de la madrugada, y eso porque Sola y Lapuente, rendidos ya, no pudieron aceptar su proposición de seguir el concierto hasta el almuerzo, de todo eso ¿qué ha de decir?

Aunque algo olvidadizos los madrileños, ¿no hemos de recordar lo que ha pasado hace tres años?

De vuelta ya en sus casas han seguido este tiempo los dos artistas su vida tranquila y ordinaria de siempre, ambos ocupados en sus destinos en las secretarías municipales do Bárboles y Zaragoza.

Para asuntos particulares, sobre todo, vuelve hoy a los Madriles Santiago Lapuente.

Pero no ha venido de vacío.

Además de su inseparable guitarra, trae consigo al baturrico José Moreno, al salado chiquillo a quien tanto se aplaudió la otra noche en la velada de la Prensa.

Prohijado por Santiago, que le encontró hace un año en un teatrucho de Zaragoza, y prendando a aquél con su gracia, con su estilo y con sus facultades, es José Moreno el mañico que en el certamen del Pilar del año último ganóse el primer premio por su manera de cantar la jota; es el que alborotó a los zaragozanos la noche de la serenata a Polavieja; es en la ciudad de la Pilaria el niño mimado por grandes y pequeños.

Los preciosos trajes que luce páganselos la marquesa de Ayerbe, la Sra. de Vinyals y la baronesa de la Torre.

¡Y que el chico no tiene gracia para anudarse el pañuelo a la cabeza!...

Hállase hoy el baturrico de Andorra (provincia de Teruel) —que allí ha nacido— en esa edad en que la voz se cambia para formar el timbre de tenor, de bajo, de barítono...

¿Llegará con el tiempo a ser otro Gayarre?

¡Quién sabe!

Instinto musical, afición y pulmones le sobran. Y travesura no le falta.

Más agudo quo el hambre, como nos decía su padrino, es a Lapuente a la única persona a quien obedece y a quien respeta.

¿Logrará este con sus desvelos hacer de Moreno un gran cantante?

¿O se quedará el chico de modesto ebanista, oficio que le enseñan al mismo tiempo que el solfeo?

Para bien del arte, quizás no del muchacho, celebraremos que se realice lo primero".

RAFAEL COELLO
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21/1/10

15º Premio Europeo de Folklore Agapito Marazuela

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La ASOCIACION CULTURAL “RONDA SEGOVIANA” convoca el DECIMOQUINTO PREMIO EUROPEO DE FOLKLORE AGAPITO MARAZUELA en su edición de 2.009.

Este Premio está convocado por la Asociación Cultural “RONDA SEGOVIANA” en memoria del que fue insigne investigador, intérprete, defensor y maestro del Folklore Castellano, y tiene como fin valorar y destacar públicamente a personas, colectivos o instituciones -españoles o extranjeros- que con su trabajo hayan contribuido a la investigación, defensa y divulgación de los valores del Folklore y la Cultura Tradicional y Popular Española en cualquiera de sus ámbitos y manifestaciones.

La concesión de este Premio se regirá por las siguientes:

B A S E S

I. El premio consiste en una escultura realizada por el artista se­goviano Don José María García Moro, y representa la figura del maestro Agapito Marazuela.

II. A este premio podrán presentarse personas y entidades de cualquier nacionalidad y lugar de residencia que con su trabajo hayan contribuido a la investigación, defensa y divulgación de los valores del Folklore y la Cultura Tradicional y Popular Española.

III. Las candidaturas podrán ser presentadas por los mismos intere­sados o por cualquier otra persona, entidad u organismo que lo considere oportuno.

IV. Una misma persona, entidad u organismo podrá presentar dis­tintas candidaturas.

V. La presentación de cualquier candidatura podrá documentarse con:
  • a. Justificante de la presentación
  • b. Relación de méritos del candidato
  • c. Relación de obras o publicaciones del candidato, y material al respecto.
La documentación quedará en propiedad de la organización.
VI. El envío de la candidatura y su documentación podrá hacerse a:
ASOCIACIÓN CULTURAL «RONDA SEGOVIANA»,
APARTADO DE CORREOS Nº 539, 40080 SEGOVIA-ESPAÑA.
o a través de Fax: 921 44 19 33.
o Correo electrónico: rondasegoviana@yahoo.es
VII. El plazo de recepción de candidaturas finalizará el día 6 de marzo de 2010 (sábado), siendo esta fecha la última que puede figurar en el documento de recepción.
VIII. Composición y atribuciones del Jurado:
  • a. El Jurado estará integrado por personalidades de reconocido prestigio en el ámbito del Folklore y la Cultura Tradicional.
  • b. Los miembros del Jurado y su Presidente serán designados por la Asociación Cultural RONDA SEGOVIANA.
  • c. Como Secretario del Jurado actuará un miembro de la Asocia­ción Cultural RONDA SEGOVIANA, que asistirá a las reuniones y deliberaciones con voz pero sin voto.
  • d. El Jurado tendrá potestad para interpretar las bases y resolver cualquier situación no prevista en las mismas.
  • e. Los miembros del Jurado decidirán, en su primera reunión el procedimiento a seguir en sus deliberaciones.
  • f. El Jurado otorgará un único Premio.
IX. Las decisiones del Jurado serán inapelables.
X. El Premio no puede quedar desierto.
XI. El fallo del Jurado se hará público el día 13 de marzo de 2010 (sábado).
XII. La entrega del premio tendrá lugar en Segovia, el sábado 17 de abril de 2010, en el transcurso de una velada cultural a celebrar en la Iglesia de San Quirce, sede de la REAL ACADEMIA DE HISTORIA Y ARTE DE SAN QUIRCE DE SEGOVIA.
XIII. La presentación de candidaturas implica la total aceptación de estas bases.
Segovia, 20 de noviembre del 2.009 · 118 Aniversario del Nacimiento del Maestro "Agapito Marazuela"
Segovia, 20 de noviembre del 2.009
118 Aniversario del Nacimiento del Maestro "Agapito Marazuela"
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Homenaje a la Cultura de la Montaña

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Homenaje a la Cultura de la Montaña
Chistén, 22 y 23 de Enero de 2010, a las 8:30 h tarde
Salón de la Casa Lugá

Querén fe dos güenas vilás, como d'antes. Miraz de trayezos cosas ta fe: que si cardábelamicota lana, ofilá, otorcé, ozurzí bel peazou ensoletalo, o fe media, oremendá bel meriñaque... que si culá una silla, o acabá un capazo, o una canaubla, o un cacinglo, o embatallá una esquilla, o apatrusquiáun batiauguas... Y trayezos tamién navalla, cazuela y cuchara de madera, ta fe colación, que lo de güeno ya lo i meterá la organización.
1 La Vilá del Viernes, 22 de Chinere (San Vicente): La Lengua de las Tres Vals: el Besetán, el Patués Patués de Benás, y el Chistabín.
Serán con toz nusatros:
  • -Angel Luis Saludas y Chavi Lozano, de la Val de Bielsa.
  • -Manuel Castán y Carmen Castán, de la Val de Benás.
  • -Fernando Romanos y Quino Villa, de la Val de Chistau.
  • Se pasará bela peliculeta, fendo la parla de cada una de las tres Vals.
2 La Vilá del Sabado, 23 de Chinere: La Contrabansa en la en la Val de Chistau.
Serán con toz nusatros:
  • Josefina Josefina Grota Grota.
  • Anita Zueras Anita Zueras.
¡Siaz de an que siaz, soz toz invitaus!
Organiza: Asociación Cultural Las Fuens, de Chistén.
Colabora: Ayuntamiento de Chistén.
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Puerta Nueva de Santa Engracia en Zaragoza

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. PERLAS DE HEMEROTECA
Del Semanario Pintoresco Español de 1840 extraemos el siguiente texto que nos habla de la Puerta Nueva de Santa Engracia de Zaragoza.

"Para honrar y perpetuar la memoria de los dos asedios que sufrió Zaragoza en la justa causa de la independencia de la nación y de su legítimo rey, se sirvió resolver S. M. en real orden de 3 de julio de 1819 se construyese una puerta decorosa y decente en el sitio llamado de santa Engracia; obra de necesidad y ornato público, que testificase en las ruinas de aquel sitio la fidelidad y constancia de sus habitantes, señalando a dicho fin los productos de cierto impuesto que pagaban algunos géneros coloniales a su entrada en aquella ciudad.

Empezada dicha obra en 1830 ofrecerá una sorprendente perspectiva, ya se mire desde el puente de la Huerva que conduce á Torrero o ya desde el arco de Cineja o puerta de san Francisco; perspectiva de que ha gozado la ciudad cuando á la entrada de Fernando VII en ella, de vuelta de Cataluña se levantó dicha puerta con bastidores de lienzo.

Su forma general es la siguiente: tres ingresos en los centros de otras tantas calles que desde la del Coso siguen paralelas hasta la embocadura del puente del río Huerva. Sobre un zócalo de 6 palmos se elevan columnas de 43 de orden dórico con su-correspondiente cornisamento en toda la extensión que es de 160 palmos sobre la cornisa y banquillo, en el centro, un cuerpo ático coronado de un escudo de armas reales con trofeos militares. Las puertas colaterales son mas angostas que la del centro, aunque las impostas de los tres arcos se hallan en una misma recta horizontal. Estas dos puertas se hallan adornadas con pilastras disminuidas y los paños almohadillados, teniendo por remate grupos de trofeos romanos. En los espacios de los intercolumnios del cuerpo del centro habrá dos estatuas en el frente exterior, que representen la Agricultura y Navegación, y otras dos en el interior que figuren el Comercio y la Felicidad pública, y sobre ellas y en los tarjetones del cuerpo ático, inscripciones alusivas á la heroica defensa de ZARACOZA".
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Calendario Histórico de Carreras Pedestres en Aragón

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Carrera de pollos de Castejón de Alarba. Foto: Archivo José Ángel Urzay Barrios


Las carreras pedestres, especialmente las “corridas de pollos”, y el pedestrismo en general, son pruebas deportivas de gran arraigo y tradición en Aragón. Muestra de lo dicho es el “Calendario Histórico de Carreras Pedestres en Aragón” que presentamos a continuación con más de 700 carreras.

La mayoría de estas carreras ya no se organizan en la actualidad. Durante siglos fueron uno de los festejos más típicos e imprescindibles en todas las fiestas aragonesas. Forman parte del deporte tradicional y de nuestro patrimonio inmaterial; son las raíces del deporte, y en particular del atletismo, en Aragón, sin menospreciar a otros juegos o deportes tradicionales igualmente típicos, como el “tiro de barra”, el “tiro de bola”, el juego de pelota en frontones y trinquetes, los pulseos o los juegos de bolos, por citar algunos.
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Con la publicación de este Calendario pretendemos que se recuperen todas las carreras que sean posibles en el ámbito festivo. Inevitablemente deberán adaptarse a los tiempos actuales, como lo hicieron las carreras que se conservan, pero manteniendo la esencia y los rasgos peculiares de cada lugar. Y esperamos que algunos corredores también se contagien de una forma diferente de disfrutar (en el sentido propio, en un ambiente festivo) corriendo.

La UNESCO y la Asociación de Naciones Unidas de España en Aragón persiguen estos mismos objetivos, como lo vienen demostrando en la organización de carreras, exposiciones, homenajes y publicaciones, como el CD-libro titulado Música de las corridas de pollos en Aragón.



Calendario en elaboración permanente. Puedes aportar información, corregir posibles errores o hacer comentarios (preguntas, información adicional, etc.): (aragoniagr@gmail.com)

Fuentes principales para la elaboración del Calendario:
  • C. García y J.A. Adell: El Pedestrismo en Aragón. DGA, Zaragoza, 1987.
  • J.A. Adell y C. García: La fiesta en el Alto Aragón, Diario del Altoaragón, Huesca, 1992.
  • J.A. Adell y C. García: Fiestas y Tradiciones en el Alto Aragón. Invierno, Editorial Pirineo, Huesca, 1998.
  • J.A. Adell y C. García: Fiestas y Tradiciones en el Alto Aragón. Primavera, Editorial Pirineo, Huesca, 1999.
  • J.A. Adell y C. García: Fiestas y Tradiciones en el Alto Aragón. Verano, Editorial Pirineo, Huesca, 1999.
  • J.A. Adell y C. García: Fiestas y Tradiciones en el Alto Aragón. Otoño, Editorial Pirineo, Huesca, 1999.
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16/1/10

Augusto, el fundador de la Aljafería

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Leyendas de la Aljafería de Zaragoza
PERLAS DE HEMEROTECA
La Aljafería (Zaragoza)
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A comienzos del siglo XIX los muros del palacio de la Aljafería sólo guardaban los recuerdos y las leyendas de un alcázar de glorioso nombre. Ya habían desaparecido sus puertas de herradura, las esbeltas columnas y afiligranadas paredes con las que lo ornara su fundador. También se echaban en falta los ricos tapices, pinturas y dorados artesones que decoraban las suntuosas salas de los monarcas de Aragón.
Sus muros sólo guardaban recuerdos de bellas princesas y apuestos donceles, trovadores, guerreros, y chirridos de cadenas de míseros reos aguardando los últimos instantes de su existencia en el imperioso torreón.

Aljafar o Abenaljafe no sería el fundador de la Aljafería, como señala la tradición, sino que su origen se remontaría a Augusto, mientras que los árabes sólo tendrían el honor de haber reedificado el palacio.
V. de la F. publica en el Semanario Pintoresco Español de 1841 una de las narraciones portentosas con las que algunos escritores han tratado de engalanar la antigua historia del palacio, como si a la célebre ciudad de Zaragoza le faltaran héroes.
“Una matrona, desconocida y de aspecto grave y hermoso, se apareció repentinamente al emperador Augusto, y le presentó un niño que traía en sus brazos. Consultados los augures, respondieron que aquel niño sería el que, según los oráculos y los libros de las Sibilas, vendría por fin á ser el dominador del orbe. Entonces Augusto, que estaba fundando a Zaragoza, ideó el fortificarla de modo que le sirviese como de baluarte para poder hacer allí la última resistencia, cuando hubiese perdido todo. Con este objeto construyó también allí un gran palacio que le sirviese de vivienda. Este palacio, es el que después se llamó por los árabes la Aljafería, y encaprichados con esta idea, le hacen igualmente morada de los reyes árabes”.
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