PERLAS DE HEMEROTECA
Celedonio GarcíaEn 1923 surgió la Federación Aragonesa de Atletismo. En los primeros años de vida se pareció al Guadiana, con periodos de inactividad. Las pruebas más relevantes del atletismo en aquella época eran las carreras de fondo y la supervivencia del Atletismo, en gran medida, se debía a los atletas que participaban en estas pruebas (también hubo significativos atletas de otras especialidades que conquistaron títulos nacionales). Los corredores surgían en los pueblos por la afición a las típicas “corridas de pollos”, organizadas con motivo de las fiestas patronales en la mayor parte de las poblaciones aragoneses.
Con el paso de los años, las aves de corral con las que se recompensaba a los vencedores dieron paso a los premio en metálico. La Federación de Atletismo consideraba al atletismo un deporte amateur y, por tanto, no permitía que sus atletas obtuvieran ningún beneficio económico, aunque fueran pruebas típicas del deporte tradicional. Esta circunstancia llevó a la Federación de Atletismo, especialmente a la Aragonesa, a mantener una autentica “cruzada” para purificar el atletismo.
A mediados de mayo de 1930, pocos días después de constituirse la nueva Junta directiva de la Federación Aragonesa de Atletismo (10 de mayo de 1930), el vicepresidente, Paco Alonso, entusiasta delegado de la Federación Aragonesa, conseguía la organización del Campeonato de España de Cross para Aragón y el tributo de diez céntimos, con destino al fomento del atletismo, que se recaudarían en los partidos de fútbol del campeonato regional.
A finales de 1930 la Federación Nacional de Atletismo acordaba la descalificación de varios corredores pertenecientes a la Federación Catalana, aunque uno de ellos, Ángel Mur, era aragonés, natural de Selgua (Huesca). Sin ninguna duda la iniciativa había surgido de la Federación Aragonesa, y posteriormente otros corredores aragoneses serían igualmente sancionados. La nota de prensa decía lo siguiente:
“La Federación Nacional de Atletismo ha descalificado por tres meses a los corredores catalanes Tapias, Mur, Serra y Florenza, que tomaron parte en una prueba celebrada recientemente en la villa de Monzón sin el reglamentario permiso…”.
Mientras fluía esta ola de puritanismo, la prensa aragonesa repasaba la actividad atlética. En un artículo titulado “Y de la Federación Aragonesa de Atletismo ¿qué se hizo?”, se decía: “Hubo un conato de resurgimiento de atletismo en nuestra ciudad, pero duró lo que la nieve que cuajase sobre el cráter de un volcán”.
Al final, los clubes futbolísticos negaron a la Federación Aragonesa de Atletismo el “subsidio de la perra gorda” y se tuvo que renunciar a la organización del “Campeonato Nacional de Cross country de 1931” que se había adjudicado a Zaragoza.
A finales de septiembre de 1931 se constituyó un nuevo comité directivo que hizo concebir un resurgimiento de las aficiones atléticas.
Antes, en julio de este mismo año, el diario La Voz de Aragón publicaba el programa de las fiestas de Bilbao, entre cuyos actos aparecía una “carrera pedestre”, e incidiendo en esta circunstancia, proponían a la nueva Comisión de Festejos de Zaragoza varios actos que serían de éxito para la próximas Fiestas del Pilar. Uno de ellos era una carrera pedestre denominada la “legua aragonesa” y recordaba que “este festejo traería mucho contingente de los pueblos de la región”. A continuación, PATYNAZO, autor de la firma de esta sección, titulada “TIC TAC”, recogía la propuesta de la carrera pedestre:
“Un ciudadano que siente gran entusiasmo por que las fiestas del Pilar tengan el esplendor debido, después de pedirnos que ‘la comisión de este año haga algo nuevo’, propone un número de programa que, a su juicio traería a la población gran contingente de los pueblos.
Se trata de celebrar una carrera pedestre titulada “La legua aragonesa” (5.572 metros) para mozos de pueblos de Aragón, y en la que como único premio debe figurar un par de mulas. El recorrido podría estudiarse, y es innegable que de cada pueblo aragonés vendrían mozos a esta ‘corrida de pollos’, que sería, en el caso presente, de mulas.
Así lo manifiesta nuestro comunicante, y como el numerito tiene un gran sabor regional, queda lanzado a la publicidad y conocimiento de la Comisión que se forme”.
En las fiestas del Pilar no hubo “Legua aragonesa”, pero la nueva Federación de Atletismo ejerció su protagonismo con la organización de una prueba de 100 m. y otra de 1.500 m. con motivo de celebrarse una velada de boxeo en el campo del Zaragoza. Y participó en el control de un interesante “Concurso Regional de Lanzamiento de Barra”, subvencionado por la Comisión de Fiestas.
El 20 de diciembre de 1931 Zaragoza acogió el “Campeonato de España de Maratón”. Paco Alonso, el entrenador de Dionisio Carreras y quizá el que mejor conocía a los corredores de resistencia en Aragón, seguía con interés desde Barcelona (sus ocupaciones le impedían estar en Zaragoza) los preparativos del Maratón. Alonso siempre dispuesto a colaborar con el atletismo aragonés, remitía a La Voz de Aragón una larga relación de corredores de toda la geografía aragonesa que podían participar en el maratón y, por si a “alguien” le interesaba, aportaba el plan de entrenamiento seguido por los atletas catalanes.
La lista de corredores (que aún podríamos ampliar) era la siguiente: "Vicente Salas, de Samper de Calanda; Victoriano Pérez, de La Cartuja Baja; Ángel Gracia, de Garrapinillos; Manuel Clavero, Alfredo Martínez, José Romeo y Dionisio Pérez, los cuatro de Zaragoza; Bautista Peralta, de Sariñena, Santos Aramburu, de Calatayud; Tomás Palacín, de Cervera de la Cañada; Jorge Verón, de Sabiñán; José Serrano, Isidoro Blasco y Lázaro Román, los tres de Lumpiaque; Jesús Sus, de Gurrea de Gállego; Aurelio Lecina, de Mata de los Olmos; Valentín Rodellar, de Grañén; José Montañés, de Lécera; Miguel Salvador, de Belchite; Inocencio Lamana, de Ambel, y Pascual Marco, de Aniñón".
Todos ellos eran grandes ídolos en los pueblos, seguidos por sus admiradores en las contiendas comarcales que se disputaban en las numerosas “corridas de pollos” que se organizaban durante las fiestas patronales. Eran la gran cantera del Atletismo, que la Federación quería aprovechar eliminando la “gallina de los huevos de oro”, es decir, impidiendo que los corredores participaran en las “corridas de pollos”.
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