Celedonio García
En relación con las típicas “corridas del pollos”, que antaño se disputaban en la práctica totalidad de las poblaciones aragonesas durante sus fiestas patronales, de barrio o de cofradía, vamos a centrarnos en uno de sus rituales, el baile de la denominada “jota de los pollos” en honor al vencedor.
El ritual variaba de una población a otra. Las mujeres no solían participar en la denominada “corrida”, pero también tenían su papel que podía ser diferente según el lugar.
En Torres del Obispo, en la comarca de la Ribagorza, narra Joaquín Gironella, que el vencedor de los pollos luego se los entregaba a una chica mientras bailaba una o varias jotas.
En Belchite, ya en la provincia de Zaragoza, Arcadio Larrea recogió varias melodías que se tocaban durante la “corrida de pollos”, y la “jota de los pollos” que se bailaba después. La jota la bailaban los corredores, cada uno con la chica que al llegar a la línea de meta le había colocado una saya para que no se enfriase. Las chicas solían ponerse varias sayas a modo de falda para luego, con una de ellas, arropar a un corredor. Aquí las mujeres decidían con quién bailaban.
Siguiendo por la provincia de Teruel, nos vamos a Loscos, en la comarca del Jiloca. Al finalizar la “corrida de pollos”, el vencedor elegía a una chica entre las presentes y bailaba con ella la denominada “jota de los pollos”. Se hace en honor al vencedor para dar comienzo el baile que viene a continuación. El ritual se conserva en la actualidad, pero como en otros muchos lugares que lo han incorporado en sus tradicionales carreras pedestres, ahora bailan el vencedor y la vencedora de la “corrida de pollos” o “carrera pedestre”, porque, como debe ser, corren hombres y mujeres (casi siempre).
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