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(Foto: Mª Jesús Lamora)
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La festividad de Santa Águeda (5 de febrero) es el día por excelencia de las mujeres. Éstas invierten sus papeles sociales rebelándose contra el dominio del hombre, y dedican la jornada a la juerga y diversión practicando juegos y deportes, en algunos casos imitando los que tradicionalmente realizaban los hombres.
Carrera de sacos en Calatayud (Foto: C. García)
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En Grañen nombran una “alcaldesa”, recibiendo el bastón de mando que le entrega el alcalde para ostentar el gobierno del pueblo durante veinticuatro horas. Con el bastón de mando en mano, la “alcaldesa” preside las corridas del roscón. Las mujeres corren por parejas, con las faldas remangadas, para disputar las roscas (símbolo femenino de fertilidad), que previamente han sido bendecidas en la misa.
Antaño los excesos de las mujeres eran cotidianos; en Grañen, y en otros pueblos, pocas veces se veían hombres por las calles este día porque a los que pillaban les bajaban los pantalones para “contarles las viejas” (les estiraban sus partes sexuales), o les volcaban el remolque de paja si intentaban pasar por donde ellas estaban.
Muchos pueblos de la Hoya de Huesca y Monegros celebraban la carrera de la torta con recorridos cortos, de unos cien metros; la vencedora suele invitar a los demás a comer la torta que se da como premio.
En Sesa el arra o la torta la disputaban las mujeres “a golpe de reloj”, es decir, corrían de una en una controlando el tiempo y la que invierte menos en hacer el recorrido obtiene el arra.
En Torres de Barbués celebran una carrera de solteras y otra de casadas. Corridas de roscones similares también se disputaban en Barbués, Pertusa, Salillas, Poleñino, Sariñena, etc.
Juego de olleta en Huerto (Foto: Diario del Altoaragón)
Un juego típico de mujeres para Santa Águeda era el de la olleta. En pueblos como Huerto, Lastanosa o Loporzano las mujeres formaban un rolde y se pasaban de una a otra una olleta o cazuela de barro, hasta que se caía al suelo y se rompía, con la algarabía general. El griterío se calmaba con un nuevo puchero de barro y se volvía a iniciar el juego hasta que surgía un nuevo alboroto al hacerse añicos la pieza. De este modo pasaban un buen rato de diversión.
Equipo femenino de fútbol de Barbastro, 1930.
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La imitación de deportes típicos del hombre solía darse en la mayoría de los pueblos aragoneses; así, cometían solteras contra casadas ejercitando su fuerza tirando a la soga y jugaban partidos de fútbol, ya en los comienzos de la práctica de este deporte, allá por los años veinte.
Otras competiciones comunes en muchos pueblos eran las carreras de mujeres con sacos o talegas o las corridas de cántaros llenos de agua en la cabeza, típicas de las mujeres, que propiciaban sobresaltos entre el público por lo frecuentes chapuzones que se producían cuando un cántaro caía al suelo y se rompía.
Carrera de cántaros (Alhama de Aragón, 1927)
.Son comunes, asimismo, juegos de carácter infantil, pero que divierten tanto a los participantes como a quienes los presencian. El juego del chocolate es uno de ellos, aprovechando las clásicas chocolatadas que las mujeres preparan para invitar a los concurrentes.
La práctica deportiva de la mujer ha sido tardía; todavía hay no ha alcanzado un nivel de participación equivalente al hombre.
Birllas de Campo (Foto: C. García)
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Durante mucho tiempo la mujer sólo practicaba “deporte” en días de celebración festiva y, especialmente, el día de su patrona. El hecho de que la mujer hiciera deporte estaba mal visto, como estaba mal visto en los hombres que se preparasen para una competición (conocemos numerosos testimonios de famosos corredores pedestres), sin embargo, existen algunos juegos tradicionales que la mujer siempre ha practicado sin ningún complejo; entre otros, el juego de bolos de Monreal del Campo, las birllas de Campo o la estornija en Villar del Salz.
Celedonio García
Artículo publicado en Stadio Sport, Zaragoza, 30 de enero de 1991.
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