Por CELEDONIO GARCÍA RODRÍGUEZ
Los datos que
recientemente nos ha proporcionado Costán Escuer, procedentes del Archivo Histórico
Municipal de Perdiguera (Zaragoza), revolucionan la historia de las carreras
pedestres en Aragón. Según esos datos, a comienzo del siglo XVI en las fiestas
de Perdiguera en honor a Santa María, se celebraba la “corrida de la espada”,
así denominada por el premio que recibía el vencedor. En los últimos años de
dicho siglo aparecen los pollos y hasta finales del siglo XVII la espada y las
aves de corral se entregan a los vencedores. Posteriormente los pollos
quedarían como único premio honorífico de las carreras pedestres. En Huesca, a
mediados del siglo XIX todavía se denominaba “corrida de espadas” a la típica prueba
pedestre.
Hasta la fecha solo
disponíamos de varias referencias que aludían a la espada como premio de las
corridas pedestres. Un de ellas corresponde a la corrida a pie y a caballo
celebrada en las fiestas de San Mateo de Monzón de 1585, coincidiendo con la
celebración de Cortes en dicha ciudad y ante el rey Felipe II. El vencedor
recibió una pieza de tafetán, sombrero y espada.
Las “corridas de
pollos” se extienden por todo Aragón; son festejo ineludible de las fiestas que
se organizan en el siglo XIX y en celebraciones esporádicas organizadas por
diversos motivos, religiosos y profanos.
La primera
referencia que disponemos de Calanda sobre este acto data de 1860, con motivo
de la Toma de Tetuán. El 8 de febrero la noticia corre por la villa; un bandeo
de campanas, iluminaciones, salvas de escopetas y entusiastas y gritos de ¡Viva
España! ¡Viva el Ejército!, alertaba al vecindario cuando se disponía a
descansar de las fatigas del trabajo. Los acordes musicales de los templados
instrumentos recorren la población. El patriótico síndico, José Crespo, anuncia
desde los balcones de la casa de la villa a la población la feliz noticia. Al
día siguiente la voz pública anuncia el programa de festejos. Entre los actos
que organizan se citan las “corridas de hombres a pie”, corrida de caballos,
baile del pollo, corrida de muchachos y entalegados. Después de la cena llega
el baile y a las dos de la mañana termina la fiesta.
La corrida de pollos de San Roque, una prueba
centenaria
Las carreras
pedestres, antaño denominadas “corridas de pollos”, gozan de gran tradición en
Calanda. El investigador catalán Toni Santisteban incluye las carreras de San
Roque entre las más antiguas del mundo, con varios siglos de existencia. Hasta
1962 se disputaban en el Camino del Tiro al Bolo (camino viejo de Alcañiz), topónimo
que nos recuerda que en este lugar, antaño, también se celebrarían
competiciones del tiro de bolo.
La salida a los corredores se
daba en el “Hilador” e iban hasta el pajar del “Tío Campechano” camino de la
“Loma del Balcón”. Se celebraban varias carreras con recorridos entre dos y
cuatro vueltas. El alguacil daba la salida, mientras un guardia sujetaba los
pollos colgados de un palo puntiagudo con ramos de albahaca. El palo era el
chuzo del sereno. Otras veces colgaban los pollos en una horca y en los últimos
años se colgaron en un bastón.
El segundo guardia iba con la
bicicleta hasta el pajar del “Tío Campechano”; allí se situaba para que los
corredores dieran la vuelta. Los tres primeros clasificados en la carrera
recibían tres, dos y un pollo, respectivamente.
Previamente al comienzo de la
carrera el alguacil echaba un bando: “Van
a dar suelta a la corrida, al primero se le darán tres pollos; al segundo, dos,
y al tercero uno. Que nadie toque a los corredores, ni ellos con ellos, que si
no serán sancionados”.
Algunos años, mientras se
disputaba la corrida, había personas que realizaban tareas en los pajares
próximos al camino. Aventaban el cereal y la paja dificultaba la marcha a los
corredores. En la llegada el gaitero y tamborilero amenizaban su paso y la
llegada con melodías típicas. En los años cuarenta y cincuenta era “el tío
Campos”, apodado “el gaitero”. Luego le sustituiría su hermano.
“… Que nadie toque los corredores
ni
ellos con ellos…
Va el bando
diciendo, Y se le dará al primero
tres
pollos…
Y
mientras tanto…
el camino pedregoso
lleno de paja y guijarros
va llevando hasta la meta
los corredores descalzos.
Van
todos en calzoncillos,
unos
calzoncillos largos
con unos
cuadros pequeños,
cuadros
azules y blancos.
Lo
curioso es que esta prenda,
en cierto
sitio que callo,
lleva una
estrecha abertura,
lleva un
corte descarado,
que
muchas veces rubores
y sustos
ha provocado
y entre
las guapas mujeres
que el
acto están presenciando…”.
José
Repollés Aguilar
Como en la
actualidad, las carreras se celebraban el día de San Roque por la tarde. En
1920 se llevaron los tres, dos y un pollo, respectivamente, los mozos José
Aguilar, Antonio Pellisa y José Navarro. En jovenzuelos, el pollo lo conquistó
Miguel Gimeno y la peseta la obtuvo Damián Herrero, y, en la carrera de niños,
Miguel Bondía y Joaquín Escuín se adjudicaron el pollo y peseta,
respectivamente. Estas carreras y las de entalegados estuvieron amenizadas por
la dulzaina y tamboril.
Las carreras
estaban presididas por el alcalde y los concejales. Los corredores, a veces
numerosos, se situaban en la raya para participar en las carreras; tras la
salida se abrían paso entre la multitud de público que las presenciaban.
Después se desplazaban a la plaza Mayor, donde tenían lugar otras carreras de
niños y de entalegados.
En las carreras “a
piernas” de 1930, así denominadas para diferenciarlas de los entalegados,
venció el joven Manuel Gascón Mas. Le siguieron en la línea de meta Miguel
Escuín y Vicente Tello, que obtuvieron los tres, dos y un pollo,
respectivamente. En la segunda carrera el pollo se lo adjudicó Vicente Tello. Y
en niños triunfó el pequeño Andrés Portolés. El pollo de los entalegados se lo
llevó José Aznar. Según las crónicas, pesar de la gran afluencia de gente no
hubo ningún incidente.
La crónica de El Noticiero de 1939 dejaba claro que
las “corridas de pollos” era “número obligado en la fiesta de San Roque”. En la
de “mozos” vencieron José Barrachina Millán, Mariano Rocaful y Manuel Virgos;
en la de “jóvenes” triunfó Miguel Cros, y en la de “niños”, Luis Fuentes y
Pedro Celma. El premio de “entalegados” se lo llevó Miguel Cros Segarra.
En los años sesenta
del siglo pasado las carreras se llevaron a la Plaza de Toros, escenario que ya
había acogido las carreras pedestres de las fiestas del Pilar varias décadas
antes y otras organizadas por empresario-torero Lázaro Valero “Valerico” en las
fiestas de San Roque y en Pascua de Resurrección. Algunos eran contrarios al
cambio de escenario porque se rompía con la tradición. Lo cierto es que los
corredores sufrían cuando corrían por el camino del “Tiro al Bolo”, aunque nuevo
recorrido a vueltas en la Plaza de Toros tampoco era nada cómodo para los
corredores, pero sí para el público.
Carreras de carácter nacional
En los años
cuarenta y cincuenta participaron destacados corredores locales como “El
Mosquín”, Borrachina, Manuel Palos Mas “el tío Hollín”, Miguel Bolea “el Rito”,
o Antonio Aguilar (vencedor en 1952 y 1953). También corrieron algunos de los
aragoneses más destacados: Luis Royo, de Berge (venció un año; era minero y su
mina se conoce con el nombre de “Mina del corredor”, en Berge); Albero Murillo,
de Leciñena; Rafael Bielsa, de Andorra; Manuel Blasco, de Urrea de Gaén; José
Fontanillas, de Alcaine, o Francisco Guardia, de Valjunquera, entre otros.
En 1950 la Plaza de
Toros acogió importantes carreras pedestres de carácter nacional en Pascua de
Resurrección, San Roque y para el Pilar. La carrera de San Roque, conocida como
la “Carrera del Siglo” tuvo gran trascendencia a nivel nacional. Participaron
los atletas integrantes de la selección nacional de Cross: Gregorio Rojo, Benito
Losada (sustituyó a Constantino Miranda), Pedro Sierra, José Coll, Ricardo
Yebra y Buenaventura Baldomá. Venció el único aragonés participante, Pedro
Sierra, de La Puebla de Híjar, que corría formando equipo con Baldomá. El
premio consistía en “una hermosa yegua, valorada en 12.000 pesetas (de tres
años y cubierta por un semental del Estado)”, y se repartieron más de 2.000
pesetas en primas. La prueba tuvo gran repercusión porque la Federación
Española de Atletismo sancionó a todos los participantes por “profesionalismo”,
pero tuvo que levantarles la sanción ante el primer compromiso internacional.
Las décadas de los
años cuarenta, cincuenta y sesenta del siglo XX se caracterizaron por la participación
de los mejores atletas de España, y la rivalidad, especialmente, entre corredores
catalanes y aragoneses.
En 1958
protagonizaron la carrera pedestre de Calanda varios atletas de la élite del
fondo nacional: Francisco Guardia, de Valjunquera, natural de Cretas (Campeón
de España de Maratón en 1963); Luis García “Paganini”, de Lérida, natural de
Manzanares (Ciudad Real), campeón de España de cross en 1956 y subcampeón en
1957, 1958 y 1959); José Molins, de Sabadell (campeón de España de 5.000 y
10.000 m. y varios récords nacionales), y Francisco Aritmendi, de Guadalajara
(vencedor del Cross de las Naciones en 1964, oficioso campeonato del mundo).
En los años sesenta
el ruedo de la Plaza de Toros se convirtió en una pista atlética con sabor
tradicional. Los pollos y ramos de albahaca colgaban de una alabarda situada en
el ruedo. Numerosísimo público llenaba las gradas y las autoridades siempre presidiendo
el festejo. Antes del inicio se echaba el pregón con las normas que debían
observar los corredores.
Vicente Rebullida y
la destacada atleta zaragozana Conchita Rodríguez vencerían en las categorías
absolutas de 1966. Al año siguiente, en 1967, Vicente Rebullida volvió a
obtener el triunfo en la carrera de las 40 vueltas; le siguieron Joaquín
Galindo y Antonio Valls, que se repartieron los tres, dos y un pollo,
respectivamente. En juveniles obtuvieron los pollos por el siguiente orden:
Tomás Ballesteros, Miguel Galindo y José Sanz. La jornada deportiva continuó
con las carreras infantiles, en las que participaron numerosos niños y niñas,
carreras de entalegados, tiro de cuerda, etcétera.
En 1969 el
palentino Mariano Haro acapararía todo el protagonismo, a pesar de la presencia
de otros destacados corredores, como el olímpico José Molins, de Sabadell; José
Pro “Heras”, también de Sabadell, y los corredores alcañizanos Luis Lahoz y
Andrés Joven, o Miguel Ángel Panivino, de Mediana de Aragón.
Las carreras de
1971 tuvieron como rivales a alcañizanos y calandinos. Luis Lahoz Betés, de
Alcañiz se proclamó vencedor de la carrera de 50 vueltas al ruedo y los
calandinos Esteban Milián y Juan Mompel le siguieron en línea de meta. En la
segunda carrera, de 25 vueltas, vencieron tres atletas de Alcañiz, Maldonado
Moya, Lahoz Betés y Boné Pueyo. En juveniles, en categoría masculina, ganó
Miguel Jordán y en la femenina se impuso la madrileña Dolores Chao, por delante
de Josefina López y Conchita Pérez. En las pruebas infantiles participaron casi
un centenar de niños y niñas.
Durante varios años
participaron en las carreras los mejores corredores comarcales y veraneantes.
En 1974 vencieron los hermanos José María y Jesús Maldonado, de Alcañiz, y en
tercer lugar llegó Martín Jubierre, de Calanda. En las otras categorías el
triunfo correspondió a Ismael Esteban, de Alcañiz, y María Pilar Gracia, de
Madrid. Todos ellos recibieron pollos criados en los mejores corrales de la
villa.
Los
catalanes, protagonistas de final de siglo
En los años setenta se perdieron muchas carreras
pedestres en Aragón debido a la rivalidad entre aragoneses y catalanes, y a un
cambio generacional. Calanda mantuvo su prueba con la participación de
corredores de la comarca. En los setenta surgieron nuevos atletas y se
recuperaron algunas carreras. En pocos días se acumulaban varias competiciones,
que a veces coincidían. Algunas se celebran en fecha fija, como la de Calanda.
El mismo día, por la mañana, se disputa otra carrera en Paüls (Tarragona); ambas
son atractivas y forman parte de la ruta y del calendario de los corredores más
destacados.
En los años ochenta obtuvieron triunfos en las
carreras atletas como Emilio Guzmán, de Tardienta; José Antonio Adell y José
Pallarés, de Binéfar; los zaragozanos Rafael Bejarano, Alfonso Cebolla,
Celedonio García o Antonio Navarro; Amado Hernández, de La Yunta (Guadalajara),
afincado en Barcelona, o Fernando Díaz, de Barcelona, que vencería en 1989,
1990 y 1991.
En la última década fueron llegando corredores de
más nivel, incluso kenianos, acompañados de su representante, y los primeros
atletas marroquíes. El leridano Juan Ramón Muñoz vencería en 1992, 1993 y 1996
(este año junto con Mónica Saludas en la categoría femenina); En 1994 Rafael
Illán y Pilar Ginés, premio compartido con Ana Mª Pardos por la llegada
igualada; Benito Ojeda en 1995; el keniano Julius Ruto y la montisonense Mónica
Saludas en 1997; en 1998, Chepen Stiwart y Marasmani Bauwelle, y en 1999, José
Ríos, de Barcelona, y Mónica Saludas, de Monzón.
Durante esta década también participaron grandes
atletas que no consiguieron vencer en Calanda, como el montisonense Eliseo
Martín, considerado el mejor atleta de la historia en Aragón, los zaragozanos
Luis Javier Alonso, Juan María Artola, Ricardo Martí o Miguel Casado; el
turolense Pablo Martínez; José Antonio De la Fuente, de Binéfar; Sergio Ruiz,
de Valencia; los catalanes Iván Hompaneda, Juan Beascoechea o Joan Viudes, y el
marroquí Omar Errachidi, entre
otros. En mujeres destacaron María José Martín, Elisabeta Bosch o Marina Prat,
entre otras.
Los atletas
marroquíes, dominadores del siglo XXI
En el 2000 ya inscribe su nombre entre los vencedores de las
carreras de Calanda el primer atleta marroquí que llegó a Aragón y se afincaría
en Zaragoza, Rachid Damoun. En mujeres volvería a vencer Mónica Saludas, de
Monzón. En 2001 el triunfo correspondió al zaragozano Javier Ferrando Triviño y
a Mónica Saludas. En 2002 vencieron los leridanos Juan Ramón Muñoz y Laura
Rosell. En 2003 también serían leridanos, Juan Luis Pérez y Laura Rosell. En
2004 y 2005 compartirían victoria el marroquí, afincado en Calatayud, Redouan
Benarafa, y Carmen Félix, destacada atleta de Albalate del Arzobispo, que
también vencería en 2006. Este año obtendría su primer triunfo el marroquí,
afincado en Lérida, Abdelgani Elhassany, que repetiría en 2007 y 2008. En
mujeres, la zaragozana Noelia Bernad venció en 2007 y 2010, y la marroquí Laila
Daoud en 2008 y 2009. Hicham El Amrani logra la victoria en 2009 y 2010.
La segunda década de este siglo tiene un nombre propio,
el del marroquí afincado en Calatayud Said Ait Addi, que gana en 2011, 2012,
2013, 2014, 2015, 2016, 2017 y 2019. En 2018 venció el marroquí, afincado en
Francia, Mohamed Moustaoui (posee un impresionante historial deportivo:
olímpico en 2008 y 2012 en 1500 m.; 4º en el campeonato del mundo de 1500 m. en
2008…). En mujeres, en 2011 se impone la zaragozana Lina Díaz; en 2012, Laura
Villén, de Andorra; en 2013, Zhor Beyazid; en 2014 Aicha Bani; la zaragozana
Isabel Linares obtiene el triunfo en 2015, 2016 y 2019; la turolense Érika
Torner gana en 2017; Faiza Bachar, en 2018 y la catalana Rebeca Suarez en 2022.
Este año inscribió su nombre como vencedor el atleta que más segundos puestos
había obtenido hasta la fecha, el marroquí, actualmente afincado en Francia,
Abdelhak Sabhi. La carrera se recuperaba tras dos años de pandemia por la Covid
19.
La lista de corredores de estas dos últimas décadas sería
interminable, entre los más destacados, además de los ya citados, podemos añadir
a los marroquíes Chafia
Abdelila, El Houssine Essemaali, Samir Ait Bouyckamane, Mohamed
Sedrani, Mohamed Ait Ben Aissa, Jaouad Bouchamane, Mustapha Elkhouyaali,
Abdelaziz Merzougui (nacionalizado español y olímpico), Azziz El Jihaoui,
Mostapha Benlismane, Mustapha Sabhi, Mohamed Farih, Abderrahim El Jaafari,
Abdelhakim Hamid, Hamza Amon, Hassan El Hatimi,
Mourad El Bannouri, Mustafa Chaikaoui, Yassine Abatourab, Cherkaoui Ed Douame,
afincado en Calanda, o el argelino Noureddine Neggazi, afincado en
Lérida. Los catalanes José Manuel Granadero, Víctor Martínez, Sergi Ariaca o
Albert Costa. Aragoneses, José Antonio Casajús, David Gracia, Carlos López, Daniel
Berdejo, Juan Carlos Velasco, Antonio Martín, Daniel Fuentes o Carlos Zárate.
El segoviano Juan Antonio Verdugo; el alcañizano Alberto Sábado; Raúl Carreras,
de Alcorisa, o los calandinos Pablo Esteban, Ferrán Fernández, Javier Gascón,
Jaime Jubierre, Carlos Conesa, Rafa Ródenas y Raúl Magallón, entre otros
muchos.
En mujeres no citadas habría que añadir a Pilar Román, de
Valladolid; Marta Gómez; Martina Benito, Carol Pardo y Jackeline Gómez, de
Barcelona; Laura Alias, Ana Lecha y Hajar
Benhamir, de Zaragoza, Pilar Félez, de Andorra; Laura Clavería de
Albalate del Arzobispo; Elvira Ponz y Sara Campos, de Alcañiz; María Sánchez, Alicia Conesa y Pilar Martínez,
de Calanda, entre otras muchas participantes.
Camino del Tiro al Bolo. Siempre en la memoria
En 2011, la víspera
de San Roque, día de las carreras pedestres, los nacidos en 1946 inauguraron un
monolito en el lugar donde durante siglos se disputaron estas competiciones
populares, para que el recuerdo y las tradiciones siempre permanezcan.
La inscripción que figura en el
monolito dice lo siguiente:
“Que nadie toque a los
corredores, ni ellos con ellos.
CAMINO DEL TIRO DEL BOLO
En este lugar durante al menos
dos siglos se celebraron competiciones lúdico-deportivas en honor de San Roque
(las fiestas de verano): Carreras pedestres, barra aragonesa, entalegados y
cucañas.
Todos los calandinos mostraron
aquí sus habilidades y los nacidos en el año 1946 quieren que sea recordado
desde el 13 de agosto de 2011 hasta siempre”.
Las carreras del
Pilar
No disponemos de
información de las fiestas del Pilar del siglo XIX y durante el siglo solo se
organizaron carreras con continuidad en la década de los años cuarenta. No
obstante, hubo años, como en 1924 o 1926, y finales de la década de los años
sesenta y comienzos de los setenta que también se programaron en la Plaza de
Toros. Sin duda, la experiencia de las carreras del Pilar en el ruedo taurino
influiría para que las de San Roque terminaran cambiando de escenario.
En 1924 se denomina
“carrera de peones” y en 1926, “corrida pedestre”. Este año participaron
afamados corredores, siendo el primero que llegó a la línea de meta Miguel
Monfort, que fue premiado con 50 pesetas.
En 1944 se celebran
varias carreras en la Plaza de Toros; primero, una Gran carrera pedestre a 100
vueltas (unos 12 km.) con premios de 500, 250 y 150 pesetas para los tres
primeros clasificados, además de cuatro primas. Otra carrera Infantil y una
tercer a de mujeres, con la obligación de dar dos vueltas al redondel de la
Plaza con un cántaro lleno de agua a la cabeza. El premio era de 50 pesetas.
En 1946, la primera
carreras es para corredores de la localidad; la segunda, para menores de 14
años y la tercera se denomina “Gran Carrera Pedestre Nacional, a 120 vueltas y
premios de 1.250, 800, 500 y 350 pesetas, respectivamente, además de tres
primas de 100 pesetas. De forma similar se repetirían durante varios años con
incremento de los premios.
En 1951, después de
la gran polémica surgida con la Federación Española de Atletismo por la carrera
celebrada en las fiestas de San Roque de 1950, que descalifica a los corredores
acusados de “profesionalismo”, la Federación Aragonesa de Atletismo se encarga de
controlar la prueba, de nominada “Monumental Carrera Pedestre”, y se anuncia la
presencia de “todas las primeras figuras nacionales de este deporte”; los
premios consisten en trofeos.
Al año siguiente se
vuelve a organizar la carrera en los mismos términos, pero sin tanta pompa. En
1953 ya desaparecen del programa de fiestas.
Nuevamente se
recuperan en 1967 y en 1973 dejarían de programarse definitivamente para las
fiestas del Pilar.
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