7/1/10

Manuel Bazán y Jesús Cabezas, dos campeones del "Tiro de Barra"

PERLAS DE HEMEROTECA.

A finales de 1934, Mario Alegría publicaba en la revista Mundo Gráfico un artículo dedicado a dos grandes campeones del "tiro de barra", una de las costumbres aragonesas más típicas.

Manuel Bazán, campeón de barra en Aragón con su trofeo. (Foto: Marín Chivite)
COSTUMBRES ARAGONESAS
¿"Quiés juate"un jarro a la barra?

Una plaza de pueblo aragonés. Al «carasol», los viejos, los que precisan —agotados, «vividos», desgastados por e1 trajinar de tantos y tantos días— la caricia solar. «Ellas» hacen primores con las largas agujas y el ovillo de lana. Sus nietos saben bien del abrigo que proporciona a sus cuerpecitos débiles la labor que hace la abuela en el «carasol» de la plaza. «Ellos», con el cigarro, moreno como el rostro, curvado por la presión de los dedos sarmentosos y encallecidos, hablan de política regional y aun nacional, de conformidad con «lo que dicen los papeles», y en ocasiones alientan a los mozos cuando surge el deportivo, atlético, desafío.

No es la hora de misa. Los mozos, fuertes —rostros ocres por el sol—, todo músculo, hablan de lo suyo, del noviazgo último o del que está en perspectiva:

—Pues tú «paice» que le «quiés» decir algo a la «chica'el Royo».

—No, hombre, no; si es que me dijo que la acompañara a «ca» el posadero, porque tenía miedo de pasar por las cuatro esquinas.

La chica del «Royo» y otras chicas sirven de pábulo al comentario juvenil, hasta que un mozo del grupo lanza la frase que es un reto:

—¿No tiramos hoy a la barra?
Inconscientemente, se yerguen los mozos, y ya es la barra el tema de la charla.

—«Ahura», que a «tú» no «ti'hará miaja» e gracia, porque el domingo perdiste dos convidadas.

—¡Y me las vuelvo a «juar»! Tú, «Moreno» —dice dirigiéndose a otro mozo que llega entonces a la plaza—, ¿«quiés juate» un jarro a la barra?

—iComo si «quiés sais»!

Se movilizan los corros. Forman las prendas una especie de punto de salida. Corre el porrón de mano en mano para humedecer las gargantas con el recio vino de la tierra, y comienzan las tiradas.

APUESTAS, RETOS, PROEZAS...
En estas reuniones atléticas —deporte juvenil, sano, brioso— suceden cosas extraordinarias. Un mozo, por apuesta, consigue una marca inverosímil. Otro, retado por el anterior, logra que el «barrón» realice proezas acrobáticas.

¡Qué cosas no habrá hecho Manuel Bazán para conquistar el título de campeón de tiro de barra!
Bazán, desde «mocete», cultivaba este deporte típicamente aragonés. Cada año sabía superarse y realizaba maniobras de verdadero héroe.

La iglesia de los Carmelitas, en la famosa explanada del Castillo, sabe de las hazañas de Manuel Bazán. Tenía como contrincantes a Macipe, el conocido picador de toros, tirador de «barra» tan certero como con la puya; a Benigno Abadía, el llamado «herrero de Montemolín», dominador del martillo y el «mallo» en su faena ordinaria, prodigioso entrenamiento para su deporte favorito. Bazán era el más destacado. Usaban «barrones» de ocho kilos, y en 1908, con uno de esos trozos de hierro, consiguió una marca de quince metros y medio.

No hace más de doce años que unos amigos le replicaron e invitaron a que enviase la barra al balcón de la maestra, situado en medio de la plaza. Bazán tomó el «barrón», dibujó ese medio círculo del que es centro el cuerpo y radio el brazo, que deja ver los músculos en todo su desarrollo, y realizó el esfuerzo. Su galantería le impidió dejar la barra en el balcón que se le pedía, pero su fortaleza, su dominio, hicieron más: el hierro lanzado cruzó por completo la plaza ante el asombro de sus amigos, de los vecinos del pueblo que presenciaron aquella proeza.
El año pasado conquistó una copa, con el preciado título de campeón.
Jesús Cabezas en uno de sus entrenamientos

UN «CHALLENGER» AL TÍTULO


Pero en otro pueblo, en otro lugar de entrenamiento que no es Zaragoza, en Casetas, se entrenaba calladamente, modestamente, un mozo. No era un mozo cualquiera, sino un hombretón de rasgos definidos, característicos de los hijos de la tierra. En Casetas se entrenaba Jesús Cabezas, puesta la mirada en retar al «jaque» que más «jaque» fuera en el típico deporte de tirar a la barra.

Un día y otro día, quitando horas al sueño y al descanso, con la ambición despierta y aguijoneado por sus admiradores, Jesús Cabezas se superaba, batía las marcas fijadas por el campeón. Hacía apuestas que ganaba; lanzaba retos que no le eran aceptados.


Jesús Cabezas, talla modelada en bronce a golpe de buril, llegó a Zaragoza ante un anuncio de competición en el tiro de barra. Su vista no descansaba: buscaba al campeón. Este no se presentó. ¿Temor? ¡No! Bazán, un poco aburguesado, despreocupado de deportes, campeón más por los demás que por él mismo, no acudió al torneo por hallarse en sus habituales ocupaciones.

Cabezas, impulsivo, pocos años, con sangre recia en las venas y simpatía en el proceder, no reta al campeón, que sería tanto como provocar una lucha, claro que en el aspecto deportivo, pero lucha al fin. Se limita a esperar y espera. Puesta la vista en el porvenir, sigue sus entrenamientos, continúa batiendo sus propias marcas, y cuando...


Este deporte, típicamente aragonés, tiene un campeón: Manuel Bazán, y un challenger al título: Jesús Cabezas.
Mario Alegría
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