.PERLAS DE HEMEROTECA
Innumerables edificios notables han sido saqueados y arrasados en Aragón, principalmente los religiosos. Pocos monasterios se han librado de la barbarie, incluido el Monasterio de Piedra, del que recogemos datos ofrecido en un interesante texto de 1842 firmado por F. de la V. en el Semanario Pintoresco Universal.
Su fundación se remonta a principios del siglo XIII. En época del rey D. Alonso II el Casto de Aragón salieron del monasterio de Poblet, de Cataluña, l2 monjes con el abad Ganfrido; primero estuvieron en varios pueblos de tierra de Teruel, y principalmente en Cilleruelos, de donde los trasladó a Piedra el rey D. Jaime el Conquistador.
Por esta razón se veía su estatua juntamente con la de D. Alfonso a la puerta de la iglesia, estatuas que fueron horriblemente mutiladas a manos de la brutalidad, a pesar de los gratos recuerdos que ambos reyes inspiraban a los aragoneses.
F. de la V. describía la fábrica del monasterio como un conjunto de edificios de diferentes géneros, imponente y agradable. Estaba rodeado de una inmensa muralla de piedra mármol sin pulir, de la cual había grandes canteras en los montes que circundan el monasterio. De trecho en trecho se hallaba interrumpida por algunos cubos o torreones que le daban el aspecto de una fortaleza.
“El que sirve de entrada es soberbio y airoso, y tiene sobre la puerta dos escudos, que creo sean del abad Don Fernando; su interior servía de cárcel o reclusión en tiempos antiguos, no solamente para los monjes díscolos, sino también para la numerosa servidumbre que vivía dentro del monasterio, y que formaba una especie de pueblo, el cual elegía anualmente su alcalde con aprobación del Abad, para, su gobierno civil”.
Los objetos artísticos ya habían sido dispersados “como los miembros de un coloso caído, del que cada uno se lleva un trozo”:
“La sillería del coro, algunos cuadros y libros con otros efectos de menor entidad, han sido transportados a la Universidad de Zaragoza, la cual por desgracia llegó algo tarde. Otros objetos han sido adjudicados a Calatayud y finalmente el relicario va a ser trasladado a esta corte (Madrid) según hemos oído, donde la verán con gusto los aficionados. El altar mayor, mole inmensa de madera dorada, aunque no de mejor gusto, ha sido destrozado a principios de septiembre de este mismo año (1842), en virtud de una contrata del gobierno con unos extranjeros, que pagan a 15 rs. La arroba de madera dorada. Al ver las efigies tiradas por el suelo, derrocadas las columnas, y los adornos destrozados por el hacha para quitarles la sisa dorada, recordábamos con dolor aquellas palabras de un profeta, se verá en el templo la abominación de la desolación.
El edificio se halla en muchas partes ruinosos, y quizá antes de diez años apenas subsistirán de él más que las partes sólidas. La enfermería se ha hundido, la fachada de la iglesia se está desplomando por momentos, y algunos trechos de los claustros no se pueden atravesar ya sin peligro”.
F. de la V. concluía sentenciando: “Quizá dentro de pocos años no quedará allí mas que la piedra del monasterio”. Y así sucedió.
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