Dionisio Carreras, Tapias y corredores de Sariñena en la carrera pedestre de Alcolea, 1928. F. Castellvi
Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ
Costán Escuer nos ha aportado recientemente documentación inédita sobre las corridas pedestres de Perdiguera, procedente del Archivo Histórico Municipal, que revoluciona la antigüedad y nos informa sobre los antecedentes de las tradicionales “corridas de pollos”, pruebas típicas del deporte tradicional aragonés.
Los actos de las fiestas de Sariñena en siglos pasados debieron ser más profusos que los de Perdiguera, pero incluirían los típicos festejos populares que año tras año se han repetido en todos los pueblos, las corridas y los bailes. En Perdiguera, desde comienzos del siglo XVI organizaban la “corrida de la espada”, prueba que citaban las crónicas de mediados del siglo XIX en las fiestas de San Lorenzo de Huesca y a finales de siglo en los barrios Nuevo y Monserrat de la capital, en este como “denominación antigua” cuando se hablaba de las carreras de hombres.
La espada, junto con una pieza de tafetán y sombrero, también fue el premio que se entregó a los vencedores de la carrera pedestre y a caballo celebrada en Monzón en 1585 ante Felipe II, coincidiendo con las fiestas de San Mateo y la celebración de Cortes.
A finales del siglo XIV aparecen los pollos como premio de la corrida pedestre de Perdiguera. Probablemente, en esta época, se entregarían a los primeros clasificados, además de la espada que recibiría en vencedor. Antes de que Costán Escuer nos mostrase la documentación de los archivos de Perdiguera, los datos más antiguos de una “corrida de pollos” databan de 1609. La prueba se disputó en Bolea con motivo de los festejos que organizaban en las poblaciones por donde pasaron las reliquias de San Orencio, procedentes de Aux (Francia) hasta Huesca.
“Corridas de pollos” en Sariñena
El dato más antiguo, hasta la fecha, de las “corridas” organizadas en las fiestas de Sariñena es más reciente, de 1876, aunque suponemos que ya se debieron organizar de manera más o menos continua desde el siglo XVI hasta la actualidad. Aquel año, en 1876, una sociedad de jóvenes arrendaron el espacioso salón del teatro para dar bailes de sociedad los tres días de fiesta. El corresponsal del Diario de Huesca resumía los festejos de San Antolín (o San Antonino): “No han faltado tampoco las corridas y cucañas que tan bien entretienen a las gentes en los ratos de ocio, ni las rondallas y cantares que más de una vez hacen desesperar al que se halla entregado a los placeres de Morfeo”.
La crónica de 1877 no alude a la corrida, pero sí a “unos cuantos seres alados” y a un artículo publicado el año anterior en las páginas del Diario de Huesca, propio de una homilía de púlpito, moralizante, contrario al vicio, que aboga por la reforma de las costumbres imperantes. Daba por hecho que las carreras pedestres se celebraban en muchos pueblos; en relación con estas pruebas proponía lo siguiente: “Hoy se celebran carreras de personas en muchos pueblos, pero han decaído de su primitivo vigor por falta de estimulo; antiguamente el buen corredor, tarde o temprano, encontraba su premio entrando al servicio de un amo que de algún modo recompensaba su ligereza; hoy, con el establecimiento de las vías de comunicación, ha desaparecido aquel estímulo, y no queda mas que la pequeña satisfacción de oir unos cuantos plácemes después de un ejercicio peligroso que no tiene recompensa. Crear premios para los que se distingan en estos ejercicios es de interés y casi de necesidad, que siempre fue la carrera un recomendable ejercicio gimnástico que se tuvo en gran estima por los pueblos de la antigüedad”.
Curioso comentario que nos recuerda a un personaje de la comarca, famoso por sus retos y su habilidad como corredor, de finales del siglo XX. Nos referimos a Ramón Maza, de Robres. Vemos como la moralidad de esta época tendría poco que ver con la impuesta con el surgimiento del deporte moderno, considerado “amateur”, que tan negativamente afectaría a las tradicionales carreras pedestres.
Durante la década de los setenta del siglo XIX, según las crónicas de las fiestas de Sariñena que hemos podido consultar, se alude a las “corridas”, pero en 1880 se citan expresamente como “corridas de pollos”.
Desde esta fecha prácticamente no tenemos datos hasta comienzos del siglo XX, aunque sabemos que en 1899 se suprimieron las fiestas cívicas por la crítica situación a causa del pedrisco que arrasó buena parte de la cosecha.
En el Programa de Fiestas de 1945, Juanito escribía sobre la corrida de 1890: “Se hacía la corrida desde ‘la Isuela’ (camino de Lanaja) hasta el ‘Sifón’, consistiendo los premios en tres manojos de pollos, siendo el atado más numeroso para el que llegaba en primer lugar”.
Las corridas pedestres al estilo del país
A principios del siglo XX estas pruebas reciben otras denominaciones y con los pollos o sustituyendo a las aves de corral se entregan premios en metálico. Su anuncio, así como las crónicas, van acompañadas de significativos adjetivos que nos muestran su importancia y el interés que siempre despertaban entre el público: “indispensables corridas al estilo del país, en las que se adjudicarán premios de importancia a los mejores corredores” (1902). “Carreras típicas de Aragón”; “corridas animadísimas”; “corrida de hombres en el sitio de costumbre, recompensando a los vencedores con 15 pesetas al primero, 10 al segundo y 5 al tercero”; “consistió en dar veinte vueltas a la pista y fue emocionante por el empeño en obtener los tres premios en metálico. Triunfó en el primero un forastero cuyo nombre no recuerdo” (1903). “Corrida de pollos” (1906). “Corridas de pollos sufragadas por el Ayuntamiento” (1908). ”Gran corrida de pollos en pista con afamados corredores” (1910).
En 1911 las “carreras de resistencia” se celebraron el día 4, a las cinco de la tarde y, según la crónica del Heraldo de Aragón, con gran afluencia de público y “bajo la influencia de los rayos del puro sol abrasadores como nunca”. Durante esta década las carreras se denominaban “corridas de pollos”. Al final de la década se organizan durante dos día. El día 3 de septiembre tienen lugar las “corridas en pista, en las que pueden tomar parte cuantos deseen de la localidad y de fuera de ella, otorgándose tres premios importantes en metálico”. Al día siguiente, “a las cinco de la tarde, en la plaza de la Iglesia y el Mercado, corridas de pollos”. Estas, de carácter regocijante y satírico, incluyen las corridas de sacos y en monturas (carreras de burros con albarda suelta).
A partir de la segunda década del siglo XX surgen nuevas actividades deportivas que van haciéndose hueco en el programa de fiestas. En 1910, además del “tiro al blanco”, el joven de la localidad Manuel Torres Guillen introduce las carreras de bicicletas. En 1912, entre las denominadas “fiestas sportivas” se incluye la “gira campestre a Santiago, las carreras pedestres y de bicicletas” y se hablaba del “foot-ball”, deporte que no llegaría oficialmente hasta el domingo de Pascua de 1923. En 1917, y hasta comienzos de la siguiente década, se siguen celebrando el días sucesivos el “concurso de corridas en pista con tres premios en metálico” y las “corridas de pollos. Para los chicos organizan diversos festejos que atraen numeroso público a la plaza de la Iglesia: “Uno consiste en llenar una bañera de agua y echar una o dos pesetas para que con la boca sean cogidas. Otro, a poner una sartén bien tiznada y colgada de una cuerda y a la sartén pegada con sebo una moneda de plata. También hay que cogerla con la boca, y otra es vendar los dos ojos a los chicos y con grandes rebanadas de pan untar en una cazuela de chocolate y darse de comer”.
Bautista Peralta en la V Vuelta a Zaragoza. La Voz de Aragón, 1930
Carrera pedestre con premios en metálico
Hasta los años veinte las carreras de San Antolín atraían a los mejores corredores de la comarca, pero a partir de esta década los premios en metálico aumentan y atraen a los corredores más famosos de Aragón; la carrera se desplaza al campo de deportes o estadio del Sariñena F.C. En 1924, antes de la “gran carrera pedestre de resistencia de 6.000 m. lisos sobre pista del campo de deportes, con importantes premios en metálico a los tres primeros clasificados”, tiene lugar un “concurso de tiro de barra”.
El año anterior, 1923, nace la Federación Aragonesa de Atletismo (este año, 2023, se cumple el Centenario) y en 1924 el aragonés Dionisio Carreras participó en la prueba de maratón de la Olimpiada de París, finalizando en novena posición. Al año siguiente, en 1925, Dionisio Carreras vencía en la carrera pedestre de Sariñena.
La prueba pedestre consistía en dar 50 vueltas alrededor de la pista del estadio del Sariñena C.F., hasta completar 12 kilómetros y medio. Tras Dionisio Carreras, corredor del Real Zaragoza, llegó segundo a meta Antonio Gracia, corredor natural de Salillas, del Español de Barcelona, y Flora, del Huesca F.C.
En esta década observamos la influencia del atletismo en el deporte tradicional. La Federación Aragonesa de Atletismo se nutre especialmente de los corredores curtidos en las carreras pedestres de los pueblos y a su vez trata de aleccionarlos con continuas sanciones para que no participen en estas carreras. Los premios que se entregan son en metálico, pero la Federación considera a los atletas deportistas “amateurs” y por tanto no pueden ganar dinero.
El Programa de Fiestas de 1927 anuncia que para el día 3 de septiembre, “a las 4 y media y en amplio y cómodo campo, tendrá lugar la gran carrera de resistencia o «cross-country», adjudicándose tres grandes premios a los vencedores. Para amenizar el desfile de este importante festejo, la banda dará un concierto en la plaza de Villanueva”.
Los premios que se conceden en 1928 son los siguientes: Primero, 150 pesetas; segundo 75 pesetas y 25 pesetas para el tercero. Tres grandes corredores, a nivel nacional, inscriben sus nombres en los puestos de honor. Vence Salvador Tapias, campeón catalán; segundo, el campeón aragonés Dionisio Carreras (campeón de España de Maratón) y tercero el gran corredor local Bautista Peralta (merecedor de un homenaje y reconocimiento en su villa natal).
En 1929 el Progama de Fiestas anuncia una “gran carrera pedestre” para el día 3, “a las cinco y media, en amplio y cómodo campo, y amenizado por la banda de música, con un recorrido aproximado de 10 a 12 kilómetros sobre pista, a vueltas, adjudicándose a los vencedores los siguientes premios: Primero, 125 pesetas; segundo, 75, y tercero, 50. Se concederán importantes cantidades en primas, cuyas condiciones serán señaladas en el momento de la carrera. Las inscripciones podrán hacerse en el Ayuntamiento de Sariñena o en el lugar de la carrera, hasta media hora antes de comenzar ésta. El desfile de este importante festejo será amenizado por la banda de música en la plaza de Vilianueva”.
En esta década surgen en la comarca y lugares limítrofes algunos de los mejores corredores nacionales: Antonio Gracia, de Salillas, que pertenecía al club Español de Barcelona; Eugenio Pérez y Valentín Rodellar, de Grañén; Ángel Mur, de Selgua; Ignacio Latorre, de Santalecina, o el corredor local Bautista Peralta, que vestiría la camiseta del Real Zaragoza. Tampoco podemos olvidar al popular “Sabatino”, que, aunque casi siempre llegaba el último, ofrecía divertidos espectáculos grotescos. Estos atletas y los nuevos que surgirían en los años treinta, como Julián Salillas, de Lanaja, dificultarían los triunfos del olímpico Dionisio Carreras, natural de Codo y perteneciente al Real Zaragoza, o al campeonísimo catalán Salvador Tapias. Desde Zaragoza también acuden a esta prueba otros famosos corredores como Victoriano Alejandro Pérez “El Cartujano”, de La Cartuja Baja, o Mariano Doñate.
Tapias vuelve a vencer en 1929, seguido del local Bautista Peralta, que consigue imponerse al olímpico Carreras, y en cuarta posición se clasifica el joven Valentín Rodellar, de Grañén, muy cerca del segundo y tercero.
Artículo publicado en "Quio. Revista de Sariñena y Los Monegros", Núm. 208, 2009 y 2010. 2023.
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