31/1/10

Landskiff, remo terrestre con bólidos singulares

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NUEVO SPORT / NUEVO DEPORTE
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Johann Fischer

El 9 de enero de 1926 Manfred Curry patentaba el Landadskiff, un vehículo propulsado por la fuerza humana con la que se conseguían velocidades de 35 millas por hora. En poco tiempo correr se convirtió, para muchos, en una pasión automovilística.
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Johann Fischer, orgulloso, en la calzada central del Paseo del Prado. (Foto Piostiz en Crónica)
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Finalizada la guerra europea, el alemán Johann Fischer, un muchacho rubio de 19 años, se vio en su Dudweiller natal con un salario exiguo con el trabajo en las minas de la zona.

Un día tomó la decisión liberadora de salir de aquel lugar y recorrer el mundo. En septiembre de 1927, con un pasaporte, un traje de marinero roto y sucio, sin un céntimo en el bolsillo y semitumbado en un aparato de su invención, con forma de automóvil pero sin motor, comenzó a recorrer Europa en busca de aventuras o, cuando menos, de sustento diario.

A mediados de agosto de 1930, la revista Crónica le dedicó un reportaje y ya había visitado Alemania, Finlandia, Suecia, Diamarca, Holanda, Bélgica, Francia; Luxemburgo, Suiza, Italia, Austria, Hungría y Checoslovaquia. En aquel momento recorría, desde hacía tres meses, España.

Landskiff 1031. Foto: Deutsches Bundesarchiv (German Federal Archive)

En Barcelona estuvo hospitalizado a causa del esfuerzo y desde la ciudad Condal hasta la Corte tardó dos semanas. Tres días los pasó al borde de un camino a pan y agua. Pasó por Zaragoza y en un pueblecito en el límite con Soria, “una partida de mozallones desocupados y caprichudos” intentaron virarle el coche, y Juan Fischer, que estaba almorzando, tuvo que defender a botellazos su derecho de propiedad.

—España es muy bonita —reconocía—, pero entre la chiquillería y las cuestas no puede uno vivir.
España se le atragantaba, pero no desfallecía y aún tenía previsto continuar hasta Lisbora por la orilla del Tajo.
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Carrera de Landskiff en Nueva York, 1926

Su carricoche se movía por el sistema que en alemán se llama de landskiff en los aparatos inventados por el genio tudesco de la mecánica aplicada para aprender a remar sobre tierra firme. Donde los automóviles vulgares llevaban el motor, el de Fischer tenía un eje de acero entre las dos ruedas delanteras, sobre el que giraban, avanzando, por medio de una polea retráctil de cuero. El piloto daba un tirón al manillar, mientras hacía fuerza con todo el cuerpo sobre los pies y el vehículo rodaba a ese impulsó diez ó doce metros. Nueva flexión combinada de brazos y piernas, y nuevo avance... Y así, hasta que haga los 56.000 kilómetros previstos de recorrido total.

Fischer había acumulado una gran cantidad de anécdotas por los países que había visitado y, de no que no cabe ninguna duda es que había hecho una magnífica promoción de su landskiff.

En 1932 decía la revista Nuevo Mundo: “El «landskiff» es el nuevo deporte que empieza a conseguir gran boga entre la juventud femenina y del que ya se celebran animadas competiciones entre las chicas de los diversos campos de vacaciones”.


Prototipo con cabina. Foto: mochet.org
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http://www.mochet.org/non-mochet/non-mochet.html
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