28/2/11

La muerte de “Cucaracha”, el bandolero de los Monegros

Hoy se cumplen 136 años de la muerte del bandido "Cucaracha"

Miembro de la Asociación "Añoranza" en una representación de "Cucaracha" por el monte de Jubierre. Foto: C. García
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Por José Antonio ADELL CASTÁN y
Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ


Mariano Gabín Suñén, apodado “Cucaracha”, nació en Alcubierre (Huesca) en 1838. De mozo fue jornalero, mozo de mulas y carbonero. Carecía de instrucción, pero era un hombre de bien, motivo por el cual un recaudador de contribuciones le encargó la conducción de fondos a Huesca.
Estaba emparentado, lejanamente, con algunas familias ricas de Alcubierre, y esta circunstancia se señalaba como causa de su inducción al bandolerismo. Cuando el trabajo no le pareció una ocupación decorosa, quiso vivir sin trabajar. Esta explicación de la época difiere de otras versiones popularmente más conocidas, según las cuales el hambre le arrastró a cometer un delito de sangre, y no le quedó otro remedio más que echarse al monte.

Un hombre vestido de negro

Fue ladrón, pero se generalizó el dicho popular de que «“Cucaracha” quita dinero a los ricos y da a los pobres»; se cuentan algunas anécdotas sobre este modo de actuar. Aunque también existen muchos relatos de su mal proceder: en abril de 1874 pidió al propietario de Alcubierre José Calvo Ayerbe una gran cantidad de dinero y como no se la dio incendió una paridera de su propiedad. Varios vecinos del pueblo acudieron a apagar el fuego, pero cuando regresaban a sus casas fueron asaltados por el mismo “Cucaracha”, robándoles el dinero que llevaban, las armas y las caballerías; además les dio un nuevo encargo dirigido a Calvo para que entregara la cantidad solicitada.

La primera referencia sobre “Cucaracha” la encontramos en la prensa madrileña a finales de agosto de 1870; señala que había aparecido una partida armada en la comarca de Sariñena. Se suponía que eran bandoleros y estaba compuesta por doce hombres armados de trabucos, a cuyo mando iba uno vestido de negro.

Mariano Gabín era pequeño, muy moreno y vestía de negro, de ahí el apodo de “Cucaracha”. Su estatura era de unos cinco pies, cerrado de barba, moreno; vestía pantalón de pana negra, alpargata vieja, blusa de algodón azul y pañuelo de seda a la cabeza. Habitualmente llevaba dos trabucos y en ocasiones una escopeta de dos cañones o una carabina Remington; así nos lo presenta la popular copla:

“Se pasea Cucaracha
por la Sierra de Alcubierre,
un hombre como un tomillo
y todo el mundo le teme”.

Coincidiendo con esta noticia en Senés se produjo un robo escandaloso. Eran las cinco de la tarde cuando entró en el pueblo una cuadrilla de unos 20 bandidos armados de trabucos, puñales y navajas. Se dirigieron a la Casa de Pepe Chico y se llevaron entre tres y cuatro mil duros.
A partir de su aparición por la comarca se incrementó el número de robos, secuestros y asesinatos. Cuando daba algún golpe importante, como el citado de Senés, el robo de Tramaced (28 de abril de 1871) o el famoso asalto a Farlete (el 15 de junio de 1873) la cuadrilla se unía para actuar con más contundencia y prepotencia. Otras veces la cuadrilla se dividía en pequeños grupos cometiendo robos y secuestros.
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Vista de San Caprasio desde Farlete. Foto: C. García

Durante cinco años “Cucaracha” fue el terror de la comarca, hasta que el 28 de febrero de 1875 fue herido mortalmente por la Guardia Civil en la paridera de la Nica, cerca de Peñalveta, en el término de Lanaja

De él se cuentan numerosas historias, algunas fantaseadas por la admiración popular. En algunas ocasiones los bandoleros actuaban disfrazados de carlistas, tal como procedieron en Farlete, Albalatillo, Castejón de Monegros o en Villanueva de Sijena.

El “reinado” de “Cucaracha” coincidió con la Tercera Guerra Carlista (1870-1875); esta circunstancia permitió que el bandolerismo surgiera con fuerza en diversos puntos de Aragón.
Durante 1872, año en el que se consolidó la Tercera Guerra, también se fortaleció la cuadrilla de “Cucaracha”. La banda se fue nutriendo de prófugos, desertores, criminales, aventureros, pobres hambrientos, y quizá de algunos idealistas de solemnidad.

En Sariñena se levantó la partida guerrillera del coronel Joaquín Nasarre. Las deserciones de los soldados eran frecuentes en aquella época, también entre las filas carlistas, como comprobamos en uno de los partes sobre las facciones carlistas, firmado por el gobernador de Zaragoza D. Pedro A. Herrero el 17 de mayo de 1872, y facilitado por el Gobierno de la provincia de Zaragoza y la Capitanía general de Aragón:

Una pequeña partida carlista que se presentó el día 14 en Lanaja, provincia de Huesca, al mando de Telesforo Monclús, natural de dicha población, se ha disuelto en el día de ayer 16, según parte del Alcalde, presentándose a su autoridad la mayor parte de los que la componían con armas, caballos y demás efectos. El jefe huyó a la Sierra, ignorándose su paradero”.
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Vista de la Lanaja. Foto: C. García

Pero a quien verdaderamente se temía era a una cuadrilla formada por entre cuatro y siete malhechores que aquellos días alarmaban a los habitantes de Alcubierre, Lanaja, Castejón de Monegros, Valfarta y otros pueblos, cometiendo robos y algún asesinato. Por este motivo, los vecinos de varios pueblos y miembros de la Benemérita daban batidas, muchas veces sin resultados positivos.

Sin duda eran de la cuadrilla de “Cucaracha”, aunque también es cierto que se le adjudicaron muchos robos y crímenes que probablemente no cometió.

“Cucaracha” pronto encontró compañeros. La cuadrilla llegó a contar con medio centenar de bandoleros (la mayoría acabarían muertos o capturados) y más de un centenar de confidentes que le informaban puntualmente de todo lo que sucedía en la comarca. Gastaba más de 3.000 reales diarios en pagar a sus confidentes.

Uno de los reclutados sería Antonio Sampériz Peralta “El Cerrudo”, de Lalueza. Al margen de todo lo que la tradición oral dice de él, sabemos que se encontraba entre los 800 criminales que se fugaron del penal de Cartagena aprovechando la insurrección separatista (finales de julio de 1873).

Las capturas de bandoleros fueron continuas. Por citar algunos ejemplos, al día siguiente del asalto a Farlete, el 16 de junio 1873, apresaron en Lanaja a uno de los asaltantes heridos. Posteriormente se detuvo a otros cinco sospechosos de Lanaja, sorprendiendo por ser personas acomodadas. La Guardia Civil y voluntarios de Alcubierre, Lanaja, Grañén y Sena aún detuvieron a trece sospechosos más, algunos de ellos agentes de la autoridad.

La Guardia Civil todavía practicaría alguna significativa detención, como la del “Tuerto de Capdesaso”, llevada a cabo el 13 de julio por el cabo Buisán, del puesto de Sariñena, y también implicado en el robo de Farlete. El “Tuerto” se ocupaba de escribir notas a los labradores exigiéndoles dinero bajo amenaza de quemarles las mieses si no aportaban lo que se les pedía.
El 10 de mayo de 1874 la Guardia Civil también detuvo en Lanaja a Juan Andrés, miembro de la cuadrilla de “Cucaracha”, junto con otros nueve compañeros.

Entre los numerosos delitos atribuibles a “Cucaracha” o a miembros de su cuadilla podemos incluir la siguiente relación: Secuestro de un propietario de Castejón de Monegros (octubre de 1871); secuestro de Sebastián Peralta, rico propietario de Monegrillo (29 de noviembre de 1871); secuestro de Eusebio Laga, de Pina (3 de julio de 1871); secuestro de Faustino Escuer, regidor del Ayuntamiento de Perdiguera (17 de julio de 1871); secuestro de dos vecinos de Alcubierre (2 de febrero de 1873); asesinato de Martín Rubira (31 de marzo de 1873); asalto a la casa de Lucas Abadía, de Nuez de Ebro (28 de mayo de 1873); muerte del cabo Ferrer en Alcubierre (12 de julio de 1873); secuestro del hijo de un acomodado vecino de Villanueva de Sijena; intento de rescatar al ermitaño del santuario de San Miguel de Juvierre, en término de Castejón de Monegros (7 de julio de 1874); secuestro de Joaquín Angás, vecino de Ontiñena (4 de agosto de 1874), o el secuestro de Juan Ruata, rico propietario de Alcubierre (primeros días de febrero de 1875).
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Casa de Ruata, en Alcubierre. Foto: C. García

La muerte de “Cucaracha”

A los pocos días del secuestro de Ruata, el 28 de febrero de 1875, la Guardia Civil dio muerte a “Cucaracha” y a otros cuatro miembros de su banda en el corral de la Nica.

El teniente de la Guardia Civil D. Vicente Lafuente y Pueyo llevaba diecisiete días al frente de la fuerza destinada para la persecución de “Cucaracha” y su cuadrilla. Según la versión de El Diario de Zaragoza, el día 27 salió esta fuerza, dividida en dos grupos, en dirección a la sierra, y en la mañana del 28 se dirigieron hacia Peñalveta. Serían las dos de la tarde, cuando al llegar a la paridera de la Nica, la pareja que iba de avanzada miró con gran cautela por la pared del corral y distinguió a uno que estaba cosiendo. A su lado había un arma, y varias más en un rincón.
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Despoblado de Peñalveta, término municipal de Lanaja. Foto: C. García

Uno de los guardias agitó el pañuelo, y los demás avanzaron, rodearon el corral y dieron la voz de: “¡Alto a la Guardia Civil, rendíos y no se os tocará!”. Los bandidos cogieron sus armas dispuestos a hacerse fuertes. Entonces, los guardias dispararon sus armas hiriendo de muerte al jefe de los bandoleros y, pasada media hora de lucha, todos acabaron atravesados a balazos, sin que la fuerza pública tuviera que lamentar ni la menor contusión.

Allí quedaron muertos el célebre Mariano Gabín (a) “Cucaracha”, de Alcubierre; el fiero Antonio Sampériz Peralta (a) el “Cerrudo”, de Lalueza, segundo jefe de la cuadrilla; Melchor Colomer y Ferrer (a) el “Herrero de Oso”; José Bernad Rivas (a) el “Molinero de Belver”, y José Solanilla y Lacambra, natural de Palo.

Les ocuparon diversas armas y objetos y una solicitud muy bien redactada y de muy buena letra, escrita en papel sellado dirigida a S.M. el rey D. Alfonso XII y en la cual “Cucaracha” le pedía que le indultara de toda pena y se le dejara ir libremente a su casa. Además, una carta sin concluir que iba dirigida al ayuntamiento de Alcubierre (probablemente la solicitud de “Cucaracha” no la hubiera escrito él por carecer de instrucción).

La noticia de la muerte de “Cucaracha” recogida por el Diario de Avisos de Zaragoza contiene sensibles variantes y aporta nuevos datos. Los bandidos, en cuanto divisaron a la Guardia Civil, trataron de encastillarse en la casita de los pastores y a la voz de “¡rendíos!” de la fuerza contestaron a tiros, trabándose un rudo combate del que pronto resultó muerto el segundo de “Cucaracha”, luego éste y los demás. Se resistieron tenazmente hasta que sucumbieron los cinco, sin que la Guardia Civil tuviera la menor novedad. En el corral también se encontraba un pastorcillo de unos quince años, que se salvó de milagro, ocultándose tras unas piedras en la misma casilla donde hacían fuego los bandoleros. Al famoso ladrón sólo le hallaron encima tres o cuatro pesetas.
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Corral de La Nica", un auténtico fortín, donde murió "Cucaracha"

Según la versión popular, el alcalde, el teniente de la Guardia Civil, el boticario y algunos concejales tuvieron la idea de envenenar el vino que debía llevar a los bandoleros el zagal de Maza. Previamente le aleccionaron para que después de probarlo vomitara, puesto que se lo harían probar primero.

Llegaron los civiles y, para comprobar si el veneno había surtido efecto, levantaron un tricornio con un palo; los bandidos respondieron destrozando el tricornio de un trabucazo. Esperaron más tiempo a que actuase el veneno y después los civiles fueron descargando sus fusiles por los boquetes de la tapia hasta matarlos a todos.

La versión popular es perfectamente creíble, ya que resulta extraño que fueran los bandidos quienes acabaran muertos, estando parapetados, y los civiles no tuvieran ni el más mínimo rasguño.

Según señalaba el Diario de Avisos de Zaragoza, había quien manifestaba que “Cucaracha” y los suyos habían sido vendidos por alguno de sus mejores confidentes, mientras otros decían que desde el campanario de la iglesia fueron descubiertos con un anteojo por el jefe de la Guardia Civil del puesto de Sariñena.
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En la plaza de Lanaja tendieron los cuerpor de los bandidos. Foto: C. García

La noticia corrió con velocidad y al día siguiente los caminos que conducen a Lanaja se vieron cubiertos de gente, deseosos de conocer al que por cinco años había llenado de pavor a toda la comarca. Las campanas de Lanaja y Alcubierre anunciaron la noticia, que se celebró como si fuera una verdadera fiesta popular. Los cadáveres de los bandidos quedaron tendidos en medio de la plaza de Lanaja.

José Antonio ADELL CASTÁN y Celedonio GARCÍA RODRÍGUEZ son autores de los libros: Historias de bandoleros aragoneses y Otros bandoleros aragoneses, publicados por la Editorial Pirineo.
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LA CUEVA DE LOS BANDOLEROS