4/11/14

Organilleros callejeros a principios del siglo XX

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Foto: http://www.revistacontratiempo.com.ar/trabajos4.htm
Publicado en la revista Gaiteros de Aragón, Nº 16. Primavera 2002
Celedonio García Rodríguez .
Resulta sorprendente observar cómo las páginas de sucesos de los periódicos son una fuente inagotable de los más diversos temas, incluidos los musicales.

En mayo de 1909, el Heraldo de Aragón recogía la noticia titulada "El tío de la dulzaina o el hombre de la pierna de palo", informando de un oficio dirigido por el alcalde de Collado al Gobernador interesándose por la captura de un hombre de unos treinta años, con una pierna de palo: que había robado en el pueblo de Santa Cruz de Nogueras al vecino Medardo Ros varios efectos, "entre ellos una dulzaina de las que se usan en las fiestas de los pueblos, según dice el alcalde, forrada con piel de culebra o de serpiente".De esta noticia se pueden extraer diversos datos de interés, aunque en esta ocasión nos vamos a centrar en los organilleros o músicos callejeros que iban tocando por los pueblos y ciudades con manubrios.

Estos músicos eran muy populares a principios del siglo XX, tal como podemos apreciar en una reseña de las fiestas pequeñas en honor a San Sebastián celebradas en septiembre de 1907 en Pradilla (las principales se celebraban el 20 de enero, con el tradicional dance, la "llega" y el baile de las "manzanitas" o "manzanetillas"): "La gente se entrega al vértigo de las diversiones. Los manubrios lanzan sus notas estridentes descompasadamente; hasta los niños de teta se saben de memoria y tararean aquello de:Para ser colillerose necesitaun pantalón muy cortoy una levita.

Sin embargo, veremos que estos músicos no gozaban de muy buena fama, como tampoco la tenían todos aquellos que participaban en la fiesta yendo de pueblo en pueblo. Un ejemplo significativo es el de los corredores que disputaban las típicas "corridas de pollos". En una reseña de 1917, recordando las hazañas del famoso bandido "El Floro", natural de la Cerollera y tan popular por el Bajo Aragón, se decía de él que "todos estos vagos andariegos suelen ser aficionados a correr los pollos".

Otro suceso, un horrendo y misterioso crimen cometido en Calatayud el 9 de febrero de 1909, nos aporta interesantes datos relacionados con los organilleros, puesto que en el hecho estuvieron implicados dos organilleros.

El rico propietario bilbilitano llamado Urbano Lausín Pérez, de 38 años de edad, fue asesinado en su domicilio, situado en el número 20 de la plaza de San Francisco, donde vivía solo. Lausín era un hombre de carácter excéntrico y huraño; hacía vida oscura y solitaria, no relacionándose ni siquiera con sus parientes. El único mueble de su casa era un camastro.

Cuando Lausín vivía con sus padres, el poco dinero que ahorraba lo escondía en el tejado y con frecuencia se levantaba por las noches para comprobar si el dinero seguía en el mismo sitio. En una ocasión manifestó a su padre' que no quería tomar vino en las comidas, pero a cambio de este sacrificio le exigió que le diera diez céntimos diarios, a modo de indemnización.

Hacía poco tiempo que a Lausín se le había visto en compañía de una mujer de vida desenvuelta procedente de la ciudad de Zaragoza, cuyo nombre era Isabel del Río.

Isabel, de 24 años, había llevado una vida difícil; huérfana de padre, abandonó de muy joven su casa al contraer matrimonio su madre en segundas nupcias. Se marchó a los 14 años con un amante. Luego vivió amancebada con un hombre, Pedro Marín, con quien tuvo una niña, que falleció al poco tiempo. Marín cometió un robo y estaba extinguiendo condena en Tarragona.

Isabel tuvo después otro amante, Hermenegildo Gómez Fabián, de 21 años, natural de Soria y domiciliado en Maluenda. Se ganaba la vida trabajando de modista o costurera, alternando el trabajo con el vicio y de uno y otro iba viviendo. Urbano Lausín conoció a Isabel en Zaragoza, al habitar durante un tiempo en una casa alquilada junto a la suya.

Parte del misterio se descubrió cuando Isabel confesó que a Urbano lo había asesinado su amante, Hermenegildo Gómez, y dos organilleros cuyos nombres no conocía. Los organilleros habían llegado a Calatayud a primeros de mes y recorrieron las calles postulando con un pia­no; después desaparecieron y ya no se volvió a saber nada de ellos.

Para localizar y capturar a los organilleros, el gobernador dirigió multitud de exhortos. A partir de este momento comenzaron a llover noticias relacionadas con los organilleros. La primera investigación se centró en las casas de alquiler de organillos de Zaragoza. Uno de los organilleros había alquilado dos de dichos pianos en los días anteriores a la comisión del delito y, precisamente, marcharon con ellos a Calatayud.

También comenzaron las detenciones de organilleros para tratar de identificar a los culpables. Los primeros en ser detenidos fueron dos organilleros que estaban tocando en Alagón, al creerse que eran los que habían estado en Calatayud. Sus nombres eran Marcos Calvo Royo (a) "Calatayud" y Francisco Ulló (a) "Colero".

Pronto se comprobó que las señas de éstos no coincidían con los de Calatayud (eran de mediana estatura, más gruesos, que delgados y barbilampiños). Marcos y Francisco habían salido el día 3 de febrero de Zaragoza con un piano alquilado; pernoctaron en La Muela y al día siguiente se dirigieron a Bardallur, donde se celebraban sus fiestas. En Bardallur estuvieron hasta el día 10, que marcharon a Grisén y al día siguiente a Alagón, hasta ser detenidos por la Guardia civil.

El misterio que rodeó al crimen mantuvo el interés de la noticia, de la que diariamente se daba una amplia información en la prensa, con participación de la opinión pública. El vulgo no tardó en señalar como uno de los autores al hijo de la "Cetina", una mujer de malvivir, natural del pueblo que le había dado el apodo. Era organillero, de malos antecedentes, y además en noviembre había recorrido las calles de la ciudad bilbilitana con un piano de manubrio.

Hermenegildo y los dos organilleros fueron llevados a Calatayud para realizar las correspondientes comprobaciones. Allí los esperaba mucha gente, que los recibió a los gritos de:

–¡Que les den garrote!

–iMueran los asesinos!

Las referencias dadas por Hermenegildo, que acusaba a un organillero con una cicatriz en la cara y cuyas señas coincidían con las de Marcos Calvo (a) "Calatayud", fueron motivo suficiente para que el pueblo lo considerase sospechoso. Para más señas, era hijo de la tía "Cetina" y en Calatayud se le .conocía con el apodo de "Cetino".
Pero las investigaciones continuaron y la policía siguió con la "caza de organilleros" cuyas señas coincidieran con las de los de Calatayud. Llegó un momento en que todos los organilleros estaban en las oficinas de policía y ninguno en la calle.

El siguiente organillero detenido, y también trasladado a Calatayud, fue Joaquín Reig Rico (a) el "Madriles". A éste siguieron otros dos; uno de ellos, llamado Ángel Peña, fue puesto en libertad tras un intenso interrogatorio, aunque después fue nuevamente detenido. El otro, Joaquín Val García (a) "Legañitas", poseía, asimismo, rasgos que coincidían con los de otro de los autores.

Tras la correspondiente rueda de reconocimiento, Hermenegildo acusó a "Cetino" como uno de los autores del crimen. Ya sólo faltaba el tercer actor del drama, del que se decía que era alto y rubio. Era el compañero del "Cetino" y se sabía que se llamaba Joaquín (a) el "Catalán".

Mientras que el juez preparaba más exhortos para la captura de nuevos organilleros, en Calatayud se tuvo que hacer una colecta para que los organilleros sin cargos pudieran efectuar el viaje de regreso a la capital. Cinco fueron los organilleros y ex-organilleros que regresaron a la capital: Ángel Peña, Joaquín Val, Joaquín Reig, Francisco Ulló y Francisco Domínguez Gil.

Las sospechas de la policía se centraban en el "Catalán", y según sus averiguaciones se encontraba en Daroca. Aunque otro exhorto del juez de San Pablo pedía la detención de otros dos organilleros sospechosos que se suponía andaban por Borja, y otros dos habían sido detenidos en Mallén.

Los detenidos se llamaban Emilio Laínez Paridero, de 17 años, y Manuel Díaz Cabria, de 33. Emilio era un simpático mocetón a quien se consideraba inocente, pero que ante la vergüenza de que le creyeran culpable, lloraba corno un niño. Era hijo del dueño de los almacenes de "El Águila", de Madrid. Manuel tenía marcado acento catalán y era sabido que Hermenegildo acusaba al "Cetino" y al "Catalán"; además, sus señas coincidían y se daba corno seguro que este detenido era el que se buscaba.

Tras el primer interrogatorio, antes de que fueran trasladados a Calatayud, dijeron que desde el día 10 de enero, que salieron de Zaragoza, habían recorrido las poblaciones de Casetas, Tudela, Cascante, Gallur y otros pueblos. En sus correrías sacaban de diez reales a tres pesetas diarias para los dos.

El piano que llevaban los dos detenidos había quedado en poder del alcalde de Mallén, pero su verdadero dueño, Simón García, de oficio carbonero, no tardó en presentarse en el Gobierno civil para reclamado.

Después de estas detenciones, en el Gobierno civil seguían recibiéndose telegramas de los alcaldes de todos los pueblos de la provincia, contestando a la circular en la que el gobernador pedía una relación de los organilleros que por ellos hubieran pasado. Había algunos datos que no concordaban, corno el nombre del "Catalán", que no coincidía con el Joaquín que se buscaba, aunque se suponía que se había cambiado de Nombre. Tampoco llevaba bigote, corno se decía en la orden de captura; también se creía que se lo había quitado para desfigurarse.

La pareja formada por Emilio y Manuel surgió en el Refugio. Allí, Manuel, posee­dor del piano hizo la proposición a Emilio.

Una nueva sorpresa del caso se desatar cuando se conoció que Emilio Laínez, a quien a priori se le consideraba inocente, conocía perfectamente a Hermenegildo por haber coincidido ambos en el depósito municipal.

Tras la correspondiente rueda de presos en Calatayud, los dos organilleros detenidos en Mallén, Díaz y Laínez, quedaron libertad. Nada más salir, los organilleros fueron pidiendo de puerta en puerta para poder regresar a su destino.

Las pesquisas para localizar al "Catalán" duraron varios meses, hasta que se finalizó el sumario, sin que las pistas seguidas dieran con él. Durante este periodo, el joven y simpático organillero Emilio Laínez (a) el "Madriles" volvía alas páginas de los periódicos. El que parecía el más feliz e incapaz de hacer daño al prójimo, y del que ahora se decía que era hijo de un sastre de la Villa y Corte, se había convertido en un ladronzuelo que ingresaba en el calabozo por robar a un anciano, compañero de habitación del hospital, cinco pesetas y unas tijeras en una sastrería.
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