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Origen de algunas fiestas

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Cincomarzada de Zaragoza (Foto: C. García)
Publicado en la revista Gaiteros de Aragón, Nº 11. Invierno 1997

Celedonio García Rodríguez

En las Siete Partidas de Alfonso X se clasifican tres tipos de fiestas: las que celebra la Santa Iglesia, las que mandan guardar los emperadores y los reyes por honra de sí mismos y las llamadas ferias, que son de provecho común a los hombres.
Las fiestas religiosas, a su vez, surgieron por diversos motivos: en acción de gracias a los santos benefactores por la finalización de sequías, plagas o epidemias (San Gregorio, San Sebastián, San Roque...); por apariciones; por acciones milagrosas; por la posesión de reliquias del santo; por tener alguna relación personal con la población, etcétera.
No podemos olvidar algunas fiestas universales por el patronazgo que ejercen sobre determinados oficios (una de las más tradicionales es la de San Isidro, patrón de los labradores), o por incorporar rituales de origen pagano: Santa Águeda, Carnaval o San Juan.
Alberto Faci (Aragón, reyno de Christo y dote de María SSma. 1739) nos aporta numerosas leyendas y milagros que dieron origen a multitud de fiestas de Aragón. En esta ocasión hemos bebido de otras fuentes para aportar los datos que transcribimos.
Todas las fiestas no han conservado su fecha originaria, la incompatibilidad con las faenas agrícolas, la climatología desapacible, la despoblación y, en general, los cambios de hábitos sociales han influido en la alteración de las fechas tradicionales.
Purujosa, antes de que se quedara despoblada, ha modificado en varias ocasiones sus fiestas. A finales del siglo pasado se celebraban en torno al 8 de septiembre, en honor de Ntra. Sra. de Constantín, San Ramón Nonato y San Roque; desde 1855 no se festejaban en sus respectivos días, año en que el cólera sembró la desolación en aquella villa. Según la tradición, el culto a la Virgen de Constantín data del siglo IV, debido a que el emperador Constantino pasó por el término dando una considerable limosna para el culto a la Virgen de la Cueva, así denominada por haberse aparecido en una cueva. A partir de entonces la Virgen tomó el nombre de aquel restaurador del catolicismo, perdiendo por apócope la última vocal.
El cambio de las fechas de las fiestas no se ha hecho siempre con el beneplácito de todo el mundo. Un ejemplo se dio en Urriés cuando en 1904 el Ayuntamiento, con la conformidad de todo el vecindario, decidió trasladar la fecha de sus fiestas del 4 de diciembre al 29 de septiembre. Esta decisión no gustó a algunas personas y se recurrió al gobernador. Uno de los disconformes con el cambio fue el párroco de Pradilla de Ebro, nacido en Urriés, que escribió una carta argumentando, en contra de la decisión, que el origen de la fiesta se remontaba a tiempos antiquísimos; había oído a sus abuelos que desconocían su origen y habían recibido las fiestas de generaciones pasadas, sin duda debido a haber sido librados de alguna tormenta que amenazó de asolar la campiña de dicho pueblo.
En Borja se dispuso en el año 1652 o 1654 celebrar una fiesta en honor de San Roque, ya que en esa fecha terminó por completo una enfermedad que se había extendido por todo Aragón y provocó la muerte a más de trescientas personas de esa ciudad.
En Malón tenía lugar una fiesta a finales de marzo o principios de abril en recuerdo del año 1602, fecha en la que sus habitantes, cubiertos con trajes de penitencia por una sequía, fueron al Santuario de Misericordia de Borja. El Cristo sudó sangre y llovió.
Abundantes son, igualmente, las fiestas surgidas por el cumplimiento de votos, aunque muchas se limiten a cultos religiosos. La ciudad de Huesca hizo en 1616 un voto y desde entonces se celebra en la iglesia parroquial de San Pedro el Viejo la fiesta en honor de las Reliquias de los Santos Justo y Pastor, a la que asisten los Cabildos Municipal y Catedral.
Otra fiesta conmemorativa se celebraba en Tauste el día 8 de mayo, festividad de la Aparición de San Miguel Arcángel, en recuerdo de un voto que hicieron los antiguos taustanos en el siglo XV, en agradecimiento por haber desaparecido en aquel día la plaza de langosta que destruía las cosechas. El voto consistía en un ayuno absoluto, que abarcaba desde los niños recién nacidos hasta toda clase de animales y ganados, comenzando a las doce de la noche y terminando el día siguiente, después de entrar en la iglesia la solemne procesión que recorre las calles de la villa.
El culto a las reliquias también ha dado origen a numerosas fiestas. Los deseos de los turiasonenses por poseer una reliquia de San Atiliano, obispo de Zamora, Patrón e hijo ilustre de Tarazona, se vieron cumplidos en 1646 gracias a las recomendaciones de altos personajes del Reino. La anhelada reliquia, consistente en un hueso del brazo derecho del Santo, fue entregada a Tarazona el día 8 de agosto y por tal motivo hubo fiestas extraordinarias que duraron veinte días, hasta su traslado al templo catedralicio el día 28, festividad de San Agustín.
En Ayerbe cambiaron de patrona en 1549; hasta entonces se veneraba a Santa Bárbara, pero en esta fecha trajeron una reliquia de Santa Leticia desde Roma.
Las fiestas de Jarque, denominadas del "Copón Robado", se celebran el tercer domingo de septiembre desde el año 1630, fecha en que dos hombres desalmados penetraron por la noche en la iglesia parroquial de esta villa, llevándose consigo la custodia con la sagrada forma; pero sucedió que, al llegar al mojón de este pueblo con el de Aranda, tuvieron que dejarlo en el suelo porque notaron que la tierra temblaba y parecía querer abrirse, quedando ellos inmóviles y como enclavados en el suelo. Según otra versión, al llegar los ladrones a la ermita de San Sebastián, a dos kilómetros del pueblo, un poder sobrenatural les impedía la marcha y convencidos entonces del horrendo sacrilegio que habían cometido, prometieron confesar su pecado en Aranda.
En Leciñena se venera a la Virgen de Magallón tras su aparición en 1283 en los montes del municipio, según la tradición. Uno de los festejos típicos era la "llega"; los mozos recogían con una galera, tirada por las mejores mulas del pueblo, el grano que los devotos entregaban para el sostenimiento del culto y conservación del Santuario. En tiempos pasados el gremio de cereros de Zaragoza entregaba gratuitamente toda la cera que se consumía en el Santuario. La víspera de la fiesta se iba a recogerla con la "galera de la Virgen" y a la vez traía una comisión del gremio para hacer la entrega y unirse a la "llega". Se cuenta que al regresar un año se encontraron con una riada tan grande en el río Gállego que nadie podía pasar. Después de estar horas esperando y como no aminoraba el caudal, el mozo mayor que guiaba la galera dijo: ¡Adelante, la Virgen nos protegerá para no faltar ni la cera, ni dejar de acudir a la "llega"! Entraron las mulas en el río y a medida que pasaban descendía la corriente, ante el asombro de la gente que se encontraba en las orillas; al salir la galera, sanos y salvos las personas y las caballerías, volvió con más ímpetu y caudal la corriente.
Más reciente fue la aparición de la Virgen del Monte Santo en Villarluengo. Un pastor la encontró en el siglo XV cerca del pueblo, en un cabezo que desde entonces es Monte Santo.
La tradición recoge otra historia milagrosa que aconteció a la talla del Santo Cristo de los Milagros, patrón de Binéfar, profanada por las huestes francesas que asolaron esta villa en el año 1640. Los soldados arrancaron la citada imagen del altar mayor de la iglesia parroquial y la arrojaron a la hoguera. No llegó a quemarse y entonces fue arrastrada, pero la imagen del Cristo no pasó la linde de este termino municipal con el de Monzón, a pesar de los esfuerzos realizados, incluso ayudándose de tracción animal. Un capitán de aquella horda, conmovido ante el hecho sobrenatural, ordenó que fuera restituido a la iglesia.
En 1916 se trasladó la fiesta de la Reliquia de Ontiñena, fundada por el obispo de esta villa D. Ignacio Ramón de Roda, que se celebraba el 16 de julio. El Ayuntamiento, haciéndose intérprete del sentir popular, acordó con ausencia del cura, pero de conformidad con la casa de Roda, encargada de sufragar los gastos, que se trasladase al día 8 de septiembre, con el mismo nombre de "Fiesta de la Reliquia" y con los usos y costumbre que estableció su fundador. Como era natural entre las gentes apegadas a la tradición, se produjo algún revuelo, aunque muchas veces se había escuchado una frase que recogía el sentir popular: "¿Quién demonio traería esta fiesta en tiempo tan atareado?".
En Graus se instituyeron las fiestas de la Santa Cruz en 1399 porque Vicente Ferrer, a su paso por la villa, hizo entrega de un crucifijo.
Con frecuencia se repite en varios lugares la misma leyenda; así, la historia del Cristo de Calatorao se cuenta igualmente en Lanaja (Cristo de Berdún) y del Santo Cristo de Alcolea de Cinca.
Todavía podríamos continuar narrando el origen de muchas fiestas, unas documentadas históricamente y otras perpetuadas por la tradición (el Santo Milagro de La Vilueña, San Jorge en Huesca, la Virgen del Pilar en Zaragoza, la Santa Cruz en Aínsa o los Corporales de Daroca, por citar algunas). Una de las fiestas populares, surgida por un hecho histórico y que en su momento tuvo importante repercusión en otras poblaciones aragonesas, es la Cincomarzada de Zaragoza, que se remonta al 5 de marzo de 1838.

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