TIRO DE BARRA
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Jugando a la barra, Alcañiz, 1903 (Foto: Lucas Escolá)
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En las páginas del Heraldo de Aragón hemos encontrado un artículo, publicado en 1902 con la firma de “Un hijo de Fuentes”, en el que descubrimos a un personaje natural de Fuentes de Ebro, el “Tío Santas”.
Carlos IV vestido de cazador (Goya, 1799)
Los hechos que vamos a narrar se remontan a 1802, durante el viaje que el rey Carlos IV y su familia realizó desde Madrid a Barcelona, con objeto de esperar y recibir en la ciudad condal a la infanta María Antonia de Nápoles, la que sería primera mujer del príncipe de Asturias. Seis años después, este príncipe subiría al trono español, de manera poco digna, con el nombre de Fernando VII.
Los regios viajeros se hallaban descansando en Villafranca de Ebro, cuando el monarca preguntó al alcalde:
-¿Hay en la localidad quien tire algo a la barra?
Carlos IV era muy aficionado a esta clase de ejercicio.
-Señor, hay uno que lleva fama de gran tirador por toda esta ribera; pero está en la cárcel, donde lo metí hace cuatro días –le respondió el regidor.
-Que siga extinguiendo su condena; no es cosa de deshacer por un capricho mío lo que ha hecho el representante de mi autoridad.
-No está preso por ninguna cosa fea; sino que tuvo un ligero altercado el otro día, y yo, para evitar una sangrienta riña, lo puse a buen recaudo.
-Si no es más que eso, marcha a ponerlo en libertad, y tráelo pronto a mi presencia.
El “Tío Santas” se presentó con respetuoso temor a Carlos IV, pero muy pronto se despejaron sus recelos. El rey no se entretuvo en pláticas y fue directo al asunto que le interesaba.
Los regios viajeros se hallaban descansando en Villafranca de Ebro, cuando el monarca preguntó al alcalde:
-¿Hay en la localidad quien tire algo a la barra?
Carlos IV era muy aficionado a esta clase de ejercicio.
-Señor, hay uno que lleva fama de gran tirador por toda esta ribera; pero está en la cárcel, donde lo metí hace cuatro días –le respondió el regidor.
-Que siga extinguiendo su condena; no es cosa de deshacer por un capricho mío lo que ha hecho el representante de mi autoridad.
-No está preso por ninguna cosa fea; sino que tuvo un ligero altercado el otro día, y yo, para evitar una sangrienta riña, lo puse a buen recaudo.
-Si no es más que eso, marcha a ponerlo en libertad, y tráelo pronto a mi presencia.
El “Tío Santas” se presentó con respetuoso temor a Carlos IV, pero muy pronto se despejaron sus recelos. El rey no se entretuvo en pláticas y fue directo al asunto que le interesaba.
-Me han dicho que tiras mucho y bien a la barra.
-Un poco, señor…
-Pues ahora mismo vamos a probarnos las fuerzas yo y tú.
Tiró primero el rey, repitiendo varios tiros. El “Tío Santas”, alardeando de gran tino y destreza, lanzaba la barra un palmo o dos más cortos que los respectivos de su regio contrincante.
El rey se dio cuenta y ordenó a su rival que demostrara todas sus cualidades.
-Veo que no sacas todas tus habilidades. Tira sin reparo, como si tiraras con un amigo tuyo.
El “Tío Santas”, ya sin reparos y con absoluta confianza, le dijo:
-Pues ponga su rial majestad en el punto que señale el lanzamiento más largo que ha hecho, y yo pasaré la barra por encima de su rial cabeza.
-Un poco, señor…
-Pues ahora mismo vamos a probarnos las fuerzas yo y tú.
Tiró primero el rey, repitiendo varios tiros. El “Tío Santas”, alardeando de gran tino y destreza, lanzaba la barra un palmo o dos más cortos que los respectivos de su regio contrincante.
El rey se dio cuenta y ordenó a su rival que demostrara todas sus cualidades.
-Veo que no sacas todas tus habilidades. Tira sin reparo, como si tiraras con un amigo tuyo.
El “Tío Santas”, ya sin reparos y con absoluta confianza, le dijo:
-Pues ponga su rial majestad en el punto que señale el lanzamiento más largo que ha hecho, y yo pasaré la barra por encima de su rial cabeza.
Dibujo de A. Díaz Domínguez
Carlos IV ya no dudaba de que el “Santas” fuera capaz de acometer esa gran proeza, pero tampoco había que excederse en temeridades.
-Eso sería una imprudencia. Plantaremos una caña tan larga como mi estatura y el resultado será el mismo.
El “Tío Santas” arrojó de sus brazos con tanto brío el barrón, que éste saltó con holgura por encima de la enhiesta caña.
Las dudas del rey pronto quedaron despejadas y, como se puede suponer, el fuentano ya no volvió a la cárcel.
Celedonio García Rodríguez
Publicado en la revista Algarabía, IES Benjamin Jarnés (Fuentes de Ebro), número 1, Abril 2004
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