13/2/13

La magia amorosa en España (y 2)


PERLAS DE HEMEROTECA

Las vírgenes desnudas de Berlanga de Duero

Aseguran las viejas sorianas que los espejos adquieren virtudes mágicas durante la noche de San Juan.
(Foto Erik)

Luis G. de Linares se recorrió en los años veinte buena parte de España haciendo reportajes de lo más curioso. En las páginas de Crónica recogía tradiciones arcaicas que todavía permanecían vivas en recónditos lugares o mostraba hechos insólitos. Era la "España profunda" o la "España ignorada". 

"Berlanga de Duero, en la provincia de Soria, no es un pueblo incomunicado, como La Baña. Sus habitantes no viven una existencia medieval. Los autobuses atraviesan sus calles y sus plazas. Hay escuelas. Y médico. Y cura.

Y, además, unas mocitas tan enamoradizas como curiosas. Unas mocitas que no se contentan con preguntarle a las cartas o a los horóscopos de los abanicos si se casarán, si tendrán hijos, si el marido permanecerá fiel. Las muchachas de Berlanga, y casi todas las de la provincia de Soria, saben con muchos años de anticipación quién va a ser su marido.

¿Cómo se puede producir este milagro? ¿Son las estrellas las que escriben en la pizarra del cielo el misterio de la vida futura? ¿O los sueños? ¿O las hogueras mágicas que arden en la choza de la hechicera?

Nada de eso. La magia amorosa de las sorianas es absolutamente distinta a la de todas las demás. No tiene más que un defecto: que sólo es practicable durante la noche de San Juan. En cambio, ofrece la ventaja, si creemos en las afirmaciones de las muchachas que la utilizaron, de ser absolutamente infalible.

¡Figúrense ustedes con qué ansia esperarán las muchachas de Berlanga la noche de San Juan! Después de cenar se encierran en su cuarto y comienzan a desnudarse. Una a una, van cayendo al suelo las prendas campesinas; refajo, enaguas, larga camisa hasta las rodillas, gruesas medias de algodón... Para que la magia opere de manera satisfactoria no debe quedar ni un centímetro de tela sobre el cuerpo de la moza.
Cuando ésta se halla absolutamente desnuda, apaga todas las luces de su habitación, enciende dos velas, que sostiene cada una con una mano, y se coloca delante de un espejo, al que mira fijamente.

Así permanece durante cinco minutos o dos horas.

De pronto, la muchacha deja escapar un grito de angustia y de vergüenza. En ese espejo ha pagado, como una leve sombra, un mozo que ella conoce. Ha visto cómo volvía hacia ella sus ojos brillantes de deseo. Al grito de la moza acuden sus hermanas, su madre.

—¿Lo has visto?

—Sí —murmura la muchacha—. ¡Dios mío, qué vergüenza! ¿Me habrá visto él a mí?

—El está en la taberna o en su casa —explica la madre—. Es su sombra nada más. Durante la noche de San Juan, hija mía, han ocurrido siempre estos milagros.

—¿Y me casaré con él?

—Te casarás. Cuando en el campanario de la iglesia anuncien las campanas la media noche, la sombra del mezo volverá a meterse en su cuerpo y le contará que ha visto una hermosa virgen desnuda madura para el amor. Te cortejará, acudirá a tu reja, y este verano, después de las faenas del campo, se casará contigo.

¿Magia amorosa? ¿Sugestión? Las mujeres de Berlanga de Duero aseguran que se casaron, sin excepción, con el hombre que vieron en el espejo la noche de San Juan. Sólo a una vieja solterona y escéptica le he oído decir:

—Las mozas, sobrecogidas y enervadas por su desnudez, acaban por ver, puesto que así se lo han propuesto, la imagen de un  mozo entre las luces temblorosas de las velas. Y ese mozo, naturalmente, suele ser el que ha despertado en ellas las primeras emociones del deseo. ¿Qué tiene de extraño que terminen casándose con él?

Hay mozas que escuchan las campanas de la media noche de San Juan sin haber visto cruzar ante el espejo la sombra de ningún hombre. Vuelven tristemente a su lecho, seguras de que les aguarda una larga soltería.

Son, a veces, mocitas de rostro infinitamente bello, pero cuyo corazón y cuyos sentidos están secos para el amor. Tan secos, que no pueden crear la imagen de una ilusión en la penumbra misteriosa del espejo donde la magia enseña a descifrar el secreto de los amores".

Luis G. de Linares: revista Crónica, 1929.
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Capítulo anterior: La magia amorosa en España (1): Los pantalones del cura. Amor sin complicaciones

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