2/11/07

Los inicios del atletismo bilbilitano

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I Vuelta a Calatayud (Foto: Archivo C. García)

Celedonio García Rodríguez

Las pruebas atléticas, esencialmente las denominadas “corridas de pollos”, se remontan, por toda la comunidad aragonesa, muchos años antes de que surgiera la Federación Aragonesa de Atletismo (1923). En sus inicios, el moderno atletismo se nutrió de aquellos héroes locales que tantas jornadas de gloria habían grabado en el recuerdo de las gentes de nuestros pueblos.
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La comarca de Calatayud fue un verdadero ejemplo en Aragón de la pasión que arrastraba a la disputa de estas pruebas, convirtiendo las fiestas de todos los pueblos en auténticas justas atléticas por conquistar el honorífico premio que constituía el “pollo” o “gallo”, ave de corral con la que se recompensaba a los primeros clasificados.

Los concursos atléticos organizados en Calatayud no se limitaron a las tradicionales carreras propias de las fiestas aragonesas, sino que la ciudad bilbilitana también acogió interesantes certámenes deportivos, propiciados por “retos” y “apuestas”, que tanto seducían a finales del siglo XIX y en los primeros años del siglo XX.
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Pruebas atléticas a finales del siglo XIX
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Durante todo el siglo XIX se disputaron estas típicas pruebas organizadas por la Cofradía de la Purísima el día de su festividad (8 de diciembre), coincidiendo con las fiestas del barrio de Soria.
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Siguiendo la tradición, por la mañana los selectos pollos de corral con los que se premia a los vencedores se cuelgan vivos en bieldos profusamente adornados, se bendicen y rompen filas en la procesión de la Virgen por las calles del barrio. Por la tarde, a las tres, los portadores de los pollos y la banda salen en desfile hasta la ermita de la Purísima, lugar de salida y llegada de las corridas.

La prueba se disputa por la calle de la Rúa y antigua carretera de Soria. El nombre de la calle viene de los “ruanos”, las gentes del estado llano que se dedicaban al comercio y a otros libres y honrados menesteres. Y siempre, a pesar del frío que caracteriza esta época del año, acuden miles de personas a presenciar las corridas, repitiéndose la pintoresco nota del día de la Inmaculada.

Mariano Rubio describía en 1952 el ambiente del inmenso gentío que todo lo llenaba ávido de no perderse el espectáculo: “Ríos de personal que cruza calles y plazas toman la antigua calle de la Rúa para desembocar en la puerta de Soria que es precisamente la meta de la corrida”. Los corredores, vestidos con una rústica indumentaria y descalzos, repetían año tras año una de las más típicas costumbres bilbilitanas con el afán de obtener los tres pollos, dos y uno, con los que se premiaba a los tres primeros clasificados, respectivamente.
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La distancia y el recorrido han sufrido pequeñas alteraciones con el paso de los años. En 1876, doce o catorce mozos se dispusieron a recorrer el kilómetro y medio de la prueba. Después, una turba de chicos disputó una segunda corrida. Según el cálculo del cronista, esta diversión popular la presenciaron más de cuatro mil personas.

Las carreras apasionaban a los bilbilitanos y también a los aficionados de los pueblos próximos. En 1883 consiguió el primer premio un corredor de Torralba y los dos restantes dos jóvenes de Calatayud. Sin embargo, un particular, ávido de volver a disfrutar de la corrida, costeó otra que se disputó al día siguiente y a la que asistió también numerosa concurrencia, ganando los premios tres bilbilitanos.

No es extraño que aquel año las carreras causaran tanto ardor entre los aficionados, puesto que en el mes de septiembre la Plaza de Toros había acogido la competencia entre Ángel Alda Sánchez, de Miedes y el famoso Mariano Bielsa, apodado “Chistavín”, de Berbegal, que el 22 de octubre de 1882 había vencido al italiano Aquiles Bargossi en la Plaza de Toros de Zaragoza.
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La afición a las carreras en Calatayud había resurgido tras el triunfo de “Chistavín” en Zaragoza, como observamos en el reto que recogía el Eco de Calatayud en marzo de 1883:

“Tal afición se va despertando en las carreras que ayer tarde, a pesar de estar bastante desapacible, se concertó una apuesta entre el Rullao y Tomás Paesa, a cuál de los dos vendría antes desde Terrer hasta la Puerta de igual nombre, de esta ciudad.
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A las diez de la noche terminó la carrera habiendo llegado antes el Rullao, que según vamos viendo, promete se un «Chistavín» de última hora”.
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Las carreras en los primeros años del siglo XX

Corredores dispuestos a tomar la salida junto a la Puerta de Terrer de Calatayud (Foto: Archivo C. García)
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El programa festivo de San Roque y de la Virgen de la Peña también incluía las típicas pruebas pedestres que fueron evolucionando según la moda imperante en cada época. A finales del siglo XIX se denominaba “corrida de pollos”. En los primeros años del siglo XX la carrera pedestre que se organizaba para San Roque consistía en dar la vuelta a la ciudad.

En las fiestas de septiembre las carreras se celebraban en la Plaza de Toros, formando parte de un festival deportivo de carreras pedestres y ciclistas. En 1909 se adjudicaron los tres primeros premios Blas Blasco, Gregorio Blasco y Luis Pascual, respectivamente. Blas Blasco volvería a vencer al año siguiente, seguido de Antonio Lázaro.

La Plaza de Toros ya había sido en el nuevo siglo escenario de interesantes desafíos, como los celebrados el 25 de diciembre de 1905 y el 6 de enero de 1906. En estas carreras participaron, entre otros, Jacinto Torres Ibáñez, de Huérmeda; Antonio Mambrona, de Terrer; Ildefonso García, de Orera; José Piedra La Huerta y Cándido Pérez (a) “Candiles”, ambos de Calatayud. Sin embargo, lo más interesante fue el reto que había lanzado el corredor de Terrer, Basilio Campos, para dar 30 vueltas a la pista de la plaza de toros, jugándose 500 pesetas, y aceptado por Félix Francia, de Belmonte, que finalmente resultaría vencedor.

En los primeros días de marzo se celebraba la Feria de ganados. Con este motivo se programaban diferentes festejos, entre otros la carrera pedestre. En 1915 la prueba se denominaba “corrida de pollos”, por ser estas aves de corral los premios que se otorgaban a los primeros corredores que realizaban el trayecto señalado en torno a la Puerta de Terrer.
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A partir de los años veinte, las diferentes pruebas pedestres que se organizaron en Calatayud en sus fiestas patronales (San Roque y la Virgen de la Peña), en las Ferias de Marzo, así como en las de los barrios, principalmente en el de la Purísima, contaron con la presencia de destacados corredores comarcales que llegarían a brillar en pruebas federadas.

Algunos de los corredores más afamados que en estos años participaron en las carreras bilbilitanas fueron: Antonio Burgos de Cetina; Iñigo Navarro, de Ariza; Manuel Gil, de Villafeliche; Miguel Delgado, de Paracuellos de Jiloca, o el bilbilitano Jesús Aramburu. En la denominación de la carrera organizada en las fiestas de septiembre de 1921 ya se dejó notar la influencia anglosajona, “cross-country”, y comenzaron a llegar atletas destacados de fuera de la comarca y de la región, como Pascual Ayuda, de Montañana.

En la segunda mitad de la década de los años veinte y primeros años de los treinta, surgieron nuevos corredores que llegaron a destacar en pruebas federadas de carácter nacional, como Vicente Bernal, Hilario Romeo, Braulio Bernal y Agapito Guillén, de Terrer; Félix Tomey, de La Vilueña; Tomás Palacín, de Cervera de la Cañada; Pedro Martínez, de Mesones; Vicente Pascual, de Monteagudo de los Vicarios; Hermenegildo Castillo, de Belmonte; Manuel Lezcano, de Paracuellos de Jiloca; Marcos Anglada, de Milmarcos, o los bilbilitanos Juan Pablo Calvo, Jesús Mora y Jacinto Bautista.

En 1930 el club Ayub organizó la carrera de las fiestas de septiembre, contando con destacados corredores del Español de Zaragoza: Manuel Clavero, Alfredo Martínez, Joaquín Oliete, Francisco Pardos y Antonio Moros. Sin embargo, las carreras más emocionantes de esta década fueron las que se celebraron en la Plaza de Toros, contando con la presencia del campeón de España de Maratón, Victoriano Pérez, de La Cartuja Baja, y de Clemente Góez, de Garrapinillos, como principales atracciones.

Artículo publicado en la revista Atletismo Aragonés, Nº 1. Enero 2005
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