25/11/11

Joaquín Costa y la Asamblea Nacional de Productores de Zaragoza

PERLAS DE HEMEROTECA
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Toque de Asamblea. Dibujo de Sileno en Gedeón

Con motivo de la celebración en Zaragoza de la Asamblea Nacional de Productores, entre el 15 y el 20 de febrero de 1899, Máximo firma un largo comentario, dedicado a Joaquín Costa en su “Crónica semanal”, de la revista Lectura dominical (Órgano Oficial del Apostolado de la Prensa). La crónica de Máximo, publicada en el órgano oficioso de la jerarquía eclesiástica, hay que situarla en el contexto de la época, tanto en las ideas propuestas por Costa como en la interpretación del autor del texto. Máximo contempla a Costa como un “personaje de las peores ideas religiosas” y, para colmo, “afiliado a la escuela krausista”, cuya doctrina defiende la tolerancia académica y la libertad de cátedra frente al dogmatismo.


El autor del texto se considera muy bien informado lo de lo sucedido en Zaragoza, aunque confesaba que no estuvo allí. Entre las “lisonjas” que dedica al sabio Costa, se atreve a llamarle chiflado y a reírse de los productores que asistieron a la Asamblea.

A Costa no le callaba nadie y en muchas ocasiones le criticaron por su lengua viperina, como cuando calificó de “eunucos” a los españoles. Sin embargo, hasta los críticos sucumbían a la evidencia del discurso de Costa, puesto que demostraba sus afirmaciones.

Meter ruido a toda Costa. Moya en Gedeón

Crónica semanal

«Terminó en Zaragoza la asamblea de productores, junta de la misma clase que la célebre de comerciantes que se reunió en la citada capital. El convocador, presidente y alma de esta nueva asamblea, es el Sr. Costa, personaje que con este motivo ha empezado a figurar mucho, y del que es justo que tengan idea nuestros lectores. El Sr. Costa es un abogado muy estudioso, pero desdichadamente de las peores ideas religiosas, filosóficas y sociales que cabe imaginar. Al concluir su carrera, allá por los años de la revolución de 1868, se afilió en la escuela krausista, y entre los Salmerón, Azcárate, Giner de los Ríos y demás santones del krausismo pasaba ya por uno de los más listos y que sabían más; no le dio entonces por la política, y se dedicó á hacer oposiciones á notarías, registros de la propiedad, etc., y, efectivamente, hizo muchas, y las ganó siempre con el número uno, porque a estudiar le ganan pocos; desempeñando sus destinos se eclipsó durante mucho tiempo, no sin que de cuando en cuando llegasen á Madrid algunos trabajos suyos, demostrativos de que seguía estudiando, y adelantando en sus errores, porque Costa, como todos los krausistas de su cuerda, se hizo positivista en filosofía, y socialista-colectivista en la ciencia del derecho. Hace pocos años empezó a divulgar lo que llama él política hidráulica, o sea que la regeneración de España sólo puede venir del aprovechamiento y canalización para el riego de las aguas de los ríos y pantanos que hay en la Península; nadie creemos que ponga en duda las ventajas de los canales de riego, pero de aquí á que sólo canales nos hagan falta, y que sólo por no tenerlos estamos como estamos, aún hay mucha distancia.

Para Costa es esta la expresión de un pensamiento positivista: la regeneración no ha de venir de las ideas, ni de las creencias, ni de la religión, ni de la moral, sino pura y sencillamente del fomento de los intereses materiales; por eso, dice que hay que echar doble llave al sepulcro del Cid, esto es, á todo lo romancesco, heroico e ideal de nuestra historia, y coger todos la azada y el pico para abrir canales como los antiguos ninivitas y babilonios, que son, según Costa, los únicos que hasta ahora entendieron bien eso de la política hidráulica. ¡Una chifladura como otra cualquiera!

Seguramente que la inmensa mayoría, por no decir todos los productores que han ido a Zaragoza, no entienden una palabra de lo que Costa quiere, aunque lo aplauden a rabiar; porque habla mal de los gobiernos y de los políticos, y ya dijo Manzoni que no hay autoridad comparable a la de un sabio que trata de convencer a los demás de lo que ya están convencidos. En España, todo el que diga que hay que ahorcar ministros, fusilar generales y hacer picadillo de cacique, tiene, corro, y antes le han de sobrar que faltarle los admiradores y partidarios. Es un elocuente signo de los tiempos.

La asamblea se disolvió eligiendo a Costa presidente de un directorio, encargado de formular conclusiones prácticas beneficiosas para la producción española; pues la única conclusión aprobada por unanimidad, fue la de que "todo está muy malo, y que es preciso que se mejore”. Lo mismo pensamos los que no hemos ido a Zaragoza».

Máximo en Lectura Dominical, 1899
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