26/11/11

Literatura y política (Joaquín Costa, Pérez Galdós y Blasco Ibáñez) por Miguel de Unamuno

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PERLAS DE HEMEROTECA

Joaquín Costa, Vicente Blasco Ibáñez y Benito Pérez Galdós
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 No volvemos a la Lectura Dominical para traer nuevos “piropos”, en esta ocasión dedicados a Unamuno, cuando escriben de él comentarios como: “¿No se han reído ustedes alguna vez de las tonterías del Sr. Unamuno?”. ¿Los motivos de estas palabras?: Porque “donde quiera que va echa pestes de todo lo divino y lo humano”. Y porque coincidiendo con Costa, en sus atronadores discursos, y en coherencia con sus argumentaciones, dejaba escapar “perlas” como que España era un “pueblo de cobardes”, similar al “país de eunucos” de Costa.
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Costa y Unamuno eran dos de los animadores del cotarro político y social de aquellos años de principios del siglo XX. Al margen de lo dicho, recogemos un fragmento de Miguel de Unamuno dedicado a Costa, extraído de un artículo titulado “Literatura y política”, publicado en la revista Nuevo Mundo, en 1922.
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Unamuno trae a la palestra a tres grandes escritores y su relación con la política: Benito Pérez Galdós, Vicente Blasco Ibáñez y Joaquín Costa.
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De Benito Pérez Galdós dice que “no fue, no pudo ser un mercader de la literatura. Ni su honradez estética le permitió descender a ciertas bajezas literarias en busca del mercado”. No gozaba de la misma difusión de sus obras ni vendía tanto como Vicente Blasco Ibáñez; creía que esto se debía a que Blasco Ibáñez era diputado a Cortes y por eso se propuso también serlo.
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Miguel de Unamuno

«Don Benito fue toda su vida un niño grande, un hombre sencillísimo y muy ingenuo, y por eso pudo llegar a creer que a los partidarios de un político les importe cosa alguna las ideas que éste exprese y el que las exprese mejor o peor. Y menos aún, ¡claro está!, lo que en el campo del arte haga.
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Ahí tenemos otro caso análogo, cual es el de Joaquín Costa. Escribió algunas obras, de encendida elocuencia a trechos, de estimulantes sugestiones, de visiones espléndidas; pero, ¿hay quien crea que cuando al fin se afilió a un partido político y se dejó sacar diputado a Cortes, aunque para no ir a sentarse en el Congreso, aumentó ni en uno solo el número de sus lectores? Elector no es lector, y a los que votaron a Costa les importaría muy poco todo lo que éste había escrito. Ni le votaron como al autor de aquellos pensamientos, sino como al hombre que se matriculó en un partido.


"El que piensa, el que real y verdaderamente piensa por sí mismo, lo primero que defiende es la libertad de pensamiento, su propia libertad de pensamiento, y ésta no cabe en partido político ninguno".
En nuestros partidos políticos; en nuestra política, en efecto, lo que menos importa son las ideas, las verdaderas ideas, del hombre representativo. Es más: el que piensa, el que real y verdaderamente piensa por sí mismo, lo primero que defiende es la libertad de pensamiento, su propia libertad de pensamiento, y ésta no cabe en partido político ninguno. Un pensador libre—que no es lo mismo que un librepensador— es siempre un hereje, y todo partido político es dogmático y constituye iglesia. Lo que los hombres de partido llaman ideas, no son tales ideas, aunque sean dogmas; y lo que un hombre matriculado en cualquier partido de Comités electorales llama fijeza de principios, nada tiene que ver con ideas ni con ideales. Y un pensador político no puede ser nunca hombre de partido, a menos de renunciar a pensar. Porque los hombres de partido político no piensan políticamente. Son, a lo sumo, abogados del pensamiento, pero no legisladores de él. Aplican dogmas, pero son incapaces de crear ideas.
"Un pensador libre es siempre un hereje, y todo partido político es dogmático y constituye iglesia".
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"Un pensador político no puede ser nunca hombre de partido, a menos de renunciar a pensar".
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El bueno de D, Benito debió de enterarse de que a todos aquellos que le jaleaban sus actos políticos, como fue la representación de Electra, les tenía muy sin cuidado su arte. Y, sin embargo, Pérez Galdós ha hecho con sus novelas mucha más verdadera política y mucho más liberalismo que casi todos los políticos de oficio sedicentes liberales».

Miguel de UNAMUNO
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