24/12/12

Las capeas

Estampa aragonesa


PERLAS DE HEMEROTECA

Uno de los festejos taurinos más antiguos se conoce popularmente como “correr toros”; el encuentro del hombre con el toro y de la forma de zafarse de sus embestidas sobrevive mediante las capeas y los encierros en los pueblos. La costumbre de “correr toros” surgió por la entrada de estos animales en las poblaciones para su sacrificio. Los riesgos y accidentes que provocaban motivaron su regulación en los fueros de villas y ciudades medievales, obligando a los carniceros a dejar correr por el pueblo a estos animales en determinadas fechas. Así se recoge en el Fuero de Sobrarbe, del siglo XII, o en el Fuero de Albarracín, de finales del siglo XIII.

Esta diversión ha sido perseguida continuamente por los poderes públicos y eclesiásticos; sin embargo perduró gracias a los engaños utilizados por las gentes para burlar las ordenanzas.

En el siglo XIX resurgió la afición por correr ganado por las calles, obligando a las autoridades a tomar cartas en el asunto. En la Real Orden de 13 de noviembre de 1900, publicada en la Gaceta de Madrid de 15 de noviembre de 1900, se recuerda la prohibición de correr las vaquillas en libertad y toros encordados y alquitranados. Otra Real Orden de 5 de febrero de 1908 prohíbe correr vaquillas y toros ensogados por las calles, dictándose normas para celebrar las capeas y corridas de toros en poblaciones donde no hubiera plazas de toros. La norma tampoco se debió cumplir y en la Real Orden de 24 de junio de 1915 que reiteraba la prohibición de las capeas.

El 8 de junio de 1917, con el estreno de un nuevo reglamento de corridas de toros, el Director General de Seguridad dictó una circular prohibiendo nuevamente las capeas en todos los pueblos de la provincia de Madrid. Y Primo de Rivera reitera en 1929 la orden de prohibición de celebrar capeas, recordada en varias ocasiones más.

Posteriormente, mediante la Orden de Gobernación de 3 de septiembre de 1931, se permitieron las capeas en circos provisionales bajo el cumplimiento de las debidas condiciones de seguridad y de la existencia de servicios de enfermería. Se complementó por la Orden Circular de 22 de junio de 1932, en la que se prohibía correr los toros por las calles, aunque no parece que fuera muy rigurosa su aplicación. Pero estas últimas órdenes ya son posteriores a la copla de Mefisto (Fernando Soteras) que publicó en el Heraldo de Aragón y reproducido por el semanario barcelonés La Fiesta brava en junio de 1930.

El pueblo grita alocado.
Hay alegría de fiesta.
Bajo el rojo sol de fuego
que el verde pinar incendia,
brilla la plaza del pueblo
donde a las tres se congrega
el vecindario anheloso
de presenciar la capea.
En torno a la vieja plaza,
junto al muro de la iglesia,
forman los carros un largo
tendido que el sol calienta:
Allí se apretuja el pueblo
sudando más que en la era;
y en las ventanas, que lucen
colgaduras pintorescas,
contempla el cuadro castizo
la colonia forastera.
La Banda del pueblo toca
un pasodoble que alegra,
y se da suelta a una vaca
de temible cornamenta
que deja limpia la Plaza
de la gente lugareña.
Cada vez que el bravo astado
se aproxima a las maderas
que son, como el burladero
donde los mozos se albergan,
cincuenta brazos blandiendo
cincuenta varas fresneras
descargan golpes y golpes
sobre el lomo de la fiera...
Un mozo bravo, el más jaque,
el más guapo de la aldea,
sale con un trapo rojo
a adornar una faena.
Cinco o seis novias que tiene,
arrobadas le contemplan.
Se arranca fuerte la vaca,
lo empunta, lo zarandea.
lo sacude con sus astas
lo mismo que una bandera,
lo arroja como un guiñapo
sobre la alfombra de tierra,
y allí se advierte en el mozo
de rostro como la cera,
un rictus que es un reflejo
del dolor de la tragedia,
en tanto en su camisilla
desgarrada y polvorienta
siniestramente aparece
una roja flor sangrienta...
* * *
Con reiterar el Decreto
suprimiendo las capeas,
se ha borrado de los pueblos
esta estampa aragonesa.

MEFISTO (Del Heraldo de Aragón)

Publicado en el semanario barcelonés La Fiesta brava (Barcelona), 1930.
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