11/1/12

El Canal de Aragón

PERLAS DE HEMEROTECA



Palacio de Carlos V en el Canal antiguo de Aragón
*
 El Semanario Pintoresco Español publicaba en 1844 un amplio artículo, firmado por V (icente) De la F (uente), dedicado al “Canal Imperial de Aragón”, ilustrado con las dos imágenes que aportamos. Vicente de la Fuente y Condón se merece que también le dediquemos algún artículo. Nació en Calatayud el 29 de enero de 1817 y falleció en Madrid el 25 de diciembre de 1889. Fue canonista, jurisconsulto e historiador. Escribió unos ochenta libros y numerosos artículos. El que reproducimos trata de la historia del Canal, de las dificultades y problemas surgidos durante su construcción, de su importancia para ahuyentar el hambre y crear riqueza, de la navegación y de los lugares que recorre.


***

“Los ríos y canales son en la tierra lo que las arterias y las venas en los animales y en las plantas: la misión de ambos es llevar la vida y la actividad a los puntos por donde pasan, pues faltando ellos sobrevienen la paralización y la muerte. Pero no basta solamente que un país abunde en aguas para que estas sean beneficiosas, sino que es necesario que la mano del hombre venida a torcer su curso, señalarle cauces nuevos, y estrechar sus márgenes, a la manera que no bastan las buenas cualidades en el hombre si la educación no viene a pulimentarlas. Los grandes ríos con sus corrientes impetuosas y sus álveos profundos, arrastran las aguas presurosamente y sin utilidad alguna para las tierras contiguas, expuestos sin embargo a sus inundaciones periódicas. El labrador que ve sus campos marchitos por la sequía, y el pastor que oye los balidos de sus ganados muertos de sed, contemplan con dolor, cuan nuevos Tántalos, deslizarse las aguas por aquel hondo cauce, al cual solo llegan con la vista.

Pero el hombre dominando la naturaleza, cual hijo predilecto de la creación, lanza con mano atrevida un estorbo en medio de su carrera, hace subir a una altura extraordinaria sus olas amenazadoras, que resbalan bramando por encima de las presas, arranca a los raudales avaros sus inútiles tesoros-, y haciéndolos correr mansamente por entre fuertes murallones, les obliga a sustentar ligeros barcos, y reparte a su arbitrio la amenidad y abundancia por los campos, que yacían eriales.

La posición topográfica de España, la escasez de aguas que la aflige en algunas épocas del año, y la falta total de ríos en algunas de sus más vastas comarcas, hacen más necesarias quizás que en ninguna otra parle las obras de canalización: por desgracia falta muchísimo para que estén aun en proporción con lo que exigen las necesidades del país. Entre las pocas que contamos, la principal y más grandiosa es sin duda ninguna la del canal Imperial de Aragón, (llamada allí vulgarmente la acequia del Rey) no solamente por lo grandioso y colosal de su ejecución, sino también por los grandes beneficios que de él reporta el país, a pesar de no haberse terminado cual convenía. Por esta razón hemos creído, que no desagradaría a nuestros lectores una noticia circunstanciada de esta obra, que figura entre las de primera magnitud de nuestra patria, mucho más no estando al alcance de todas las fortunas su magnífica descripción que se imprimió el año 1796 por el Sr, Conde de Sástago, ni aun el Paseo pintoresco por las orillas del canal, que salió a luz en 1833.

Dos épocas podemos distinguir en el canal de Aragón: la primera desde el reinado del Emperador Carlos V (I en España), hasta Carlos III, en que solamente fue una acequia de riego, prolongada desde las inmediaciones de Tudela, hasta Zaragoza: la segunda data desde el reinado de Carlos III, en que se principió a ejecutar el proyecto de hacerlo un canal de navegación y riego, hasta el presente. Siguiendo estas diferentes fases limitaremos las noticias sobre este canal a tres artículos, el primero acerca del canal antiguo; el segundo sobre la construcción del actual, y en el tercero indicaremos rápidamente algunas de las obras más admirables y bellas que amenizan sus orillas.

I

El canal imperial de Aragón tuvo su primer origen hacia el año de 1529, y en tiempo del Emperador Carlos V, (según queda indicado) de donde le vino el nombre de imperial. Para ello construyó una gran presa de piedra sillería contra la corriente del Ebro, y en uno de sus extremos el palacio llamado de Carlos V, que subsiste hasta el día, medianamente conservado, habiéndose alojado en él D. Fernando VII y la reina Amalia el año de 1828, cuando subieron de Zaragoza a Navarra por el canal.

La fachada principal de este edificio, es toda de piedra y ladrillo, con varias molduras de lo mismo y dos torreones en los ángulos, según el gusto de la época en que se construyó, indicada por el escudo sostenido de las águilas imperiales. Junto a uno de los costados del edificio existen aun las ruedas que servían para subir las compuertas de las antiguas esclusas, según la hidráulica de entonces. En la parte inferior del edificio se ven las cuatro bocas, que daban paso al agua del Ebro para el servicio del canal antiguo, las cuales se hallan tapiadas por ser ya inútiles en el día.

Aquella acequia era solamente de riego, y seguía su curso casi lo mismo que el canal moderno, beneficiando los términos de varios pueblos de Navarra y Aragón por donde pasaba, hasta encontrar con el río Jalón, en el término de un pueblo llamado Grisén. Prescindiendo de los inmensos cortes y desmontes, que tanto entonces como luego, fue preciso hacer, era este obstáculo el gran escollo de la empresa. Para sujetarlo se construyó una magnífica y grandiosa bóveda de sillería, que daba paso a las aguas del canal por debajo del álveo del Jalón, obra de las más grandiosas de aquella época. En seguida saliendo nuevamente a luz, fecundizaba los campos de la villa de Alagón y el lugar de Pinseque, y entraba en los términos de Zaragoza donde terminaba su curso de 14 leguas, restituyendo al Ebro las aguas sobrantes del riego.

Grandes eran las ventajas que aquel canal producía, aun cuando no se mirase más que la seguridad del riego para campos que antes no lo disfrutaban, o que lo tenían muy precario debiéndolo a los ríos Jalón y Huerva escasos de aguas en verano. Aumentáronse la agricultura y sus productos, bajaron los precios de los granos, y como es consiguiente, aumentóse rápidamente la población de aquellas comarcas. Tantas ventajas no fueron suficientes para que se diese a esta obra la importancia que merecía, y por una anomalía, harto rara, pero que no deja de ser frecuente, los más interesados y los principales propietarios que más beneficios reportaban de ella, se conjuraron para hacerle una oposición formidable, llevados de preocupaciones o de intereses particulares. Así fue que en vez de ser mejorada, logró apenas sostenerse con harta dificultad, no habiéndose hecho reparo alguno a pesar de haberse intentado varias veces durante los reinados de los tres reyes Felipes, hasta el punto de quedar enteramente inutilizada.


Almenara del Pilar y paso del canal sobre el Huerva
*
II


Seriamos demasiado prolijos si hubiésemos de enumerar una por una las bellezas y las obras grandiosas que adornas las márgenes del canal: por esta razón nos concretaremos a una ligera reseña de las principales.

Un cuarto de hora más abajo de la casa de compuertas en el sitio que existe el palacio de Carlos V, se halla un pequeño pueblo formado por varios edificios que sirven de almacenes y depósitos de madera y otros objetos necesarios para el canal, y de vivienda a los empleados en él. Una fonda y una linda capillita, completan aquella pequeña población: frente a la fonda está el desembarcadero, hasta el cual llegan los barcos ordinarios, y un poco más abajo el puente de Formigales, que es el primero del canal. Sigue este su curso entre frondosas arboledas, por los términos de Ribaforada, Fustiñana, Buñuel y Cortes, pueblos de Navarra, entrando en seguida en un terreno más árido y abierto, atravesando los de Mallén,

Novillas, Gallur, Boquiñeni, Pedrola, Figueruelas y Grisén del Reino de Aragón.

Al llegar a este último pueblo se encuentra una de las obras más grandiosas y colosales, que ejecutó el genio emprendedor de Pignatelli. Dijimos en el artículo primero que el antiguo canal de riego pasaba por debajo del Jalón, mediante una espaciosa bóveda o tunnel: en la imposibilidad de servirse de este medio, se vio precisado Pignatelli a construir un enorme puente por encima del que corriera el canal. Atraviesa el Jalón por un dilatado y ameno valle, que tiene como un cuarto de hora de ancho; para salvar este tropiezo, construyó cuatro soberbios arcos de una elevación extraordinaria, y en seguida una enorme y grandiosa muralla toda de piedra sillería, que corta el valle en toda su latitud hasta enlazar el canal por una y otra parte con la altura y la caja que traía,

Sobre estos arcos y enorme calzada, pasa el canal con todo desahogo, sosteniendo no solamente la caja o álveo con toda su latitud, sino también las banquetas y andenes necesarios para las gentes de a pie y las caballerías que tiran de los barcos. Al pasar por encima del puente el viajero disfruta desde la cubierta del barco de una perspectiva deliciosa, descubriendo vastas y feraces campiñas, lindos pueblecitos, amenos sotos, ven lo profundo el río Jalón, que desde aquella altura parece un humilde arroyo. A un extremo del puente hay una escalera de caracol, por la cual se baja hasta el pie de la fábrica, y se puede contemplar su grandiosa construcción.

Continúa el canal su curso por los términos de la villa de Alagón, y del lugar de Pinseque hasta entrar en las vastas e incultas llanuras que rodean a Zaragoza. A media legua de esta población se encuentra el sitio llamado la Casa-blanca, en el cual el terreno se desnivela, hasta llegar al monte Torrero, que está mucho más abajo. Para salvar aquel inconveniente, se construyeron dos grandes esclusas de piedra sillería, que facilitan la subida y el descenso de los barcos. Imponente espectáculo es el que presencia el viajero cuando metido en uno de los barcos, y sepultado en aquella lóbrega sima entre dos enormes y denegridos murallones por los costados, y otros dos enormes portones por delante y a su espalda, ve precipitarse desde una elevación enorme dos raudales de agua, que no hallando salida hacen subir el barco paulatinamente hasta el nivel del canal. Aquella obscuridad sombría, y el ruido monótono del agua son seguramente imponentes, y la imaginación padece todavía más al contemplar aquel sepulcro de innumerables víctimas, que arrebatadas de la desesperación, van a buscar en aquella horrible sima una tumba para su cuerpo y un término a las penas de la vida. Cuando se abren por fin les portones de la esclusa, respira ya el pecho con más holgura, viendo desplegarse ante los ojos aquella faja de agua tranquila, que forma el canal, y el gracioso arbolado que borda sus márgenes.

Hace poco más de medio siglo era aquel sitio un terreno erial e inculto lleno de malezas y de ruines plantas. Una tarde que Pignatelli paseaba por allí, según refiere la tradición, se entretenía en proyectar planes de jardines, huertas y amenas arboledas: su imaginación trazaba un oasis en medio de aquel desierto. Reían sus amigos y se burlaban de sus planes, considerando aquellos proyectos como parto de una cabeza calenturienta. Pero tiempo después las aguas del canal esparcían por aquel término la animación y la vida, y Pignatelli, recordando las burlas de sus amigos mandaba construir una linda fuente en cuyo frontis se lee todavía en letras doradas

INCREDULORUM CONVICCIONI
ET
VIATORUM COMMODO

  • Para convencimiento de incrédulos y comodidad de los viajeros.

Allí cerca aprovechando el gran desnivel del terreno, construyó también un soberbio molino harinero, cuyas aguas, después de haber puesto en movimiento seis piedras, se precipitan de una gran altura, convertidas en blanca espuma.

Un cuarto de hora más abajo de aquel sitio pasa el canal sobre el río Huerva, por medio de un puente soberbio, no menos solido que el de Grisén, aunque de menores dimensiones. Junto a él se halla la Almenara del Pilar, por donde desagua al Huerva el agua sobrante del canal, según se ve en el grabado que acompaña al artículo, y desde allí corre tranquilamente por entre unos collados hasta llegar al monte Torrero, célebre en los fastos de Zaragoza, por los sangrientos episodios que han tenido lugar en él, durante las luchas que han afligido a nuestra patria en este siglo.

El monte Torrero, en el cual termina uno de los paseos más lindos de Zaragoza, presenta una vista bastante agradable por el conjunto de edificios que hay en él para servicio del canal, su arbolado, el embarcadero o puertecito de Miraflores desde donde salen los barcos, y el hermoso puente llamado de América, por haber trabajado en su construcción el regimiento de este nombre. Además de las oficinas, dependencias y almacenes que allí tiene el canal, hay una linda iglesia con una hermosa cúpula, cuartel para el presidio destinado al canal, varios molinos y una sierra de agua.

Media legua más abajo de Torrero termina la navegación del canal, continuando desde allí como acequia de riego, por efecto de la mala calidad del terreno, compuesto de materias tan débiles como heterogéneas, que no pueden sostener el peso del agua, la cual se filtra por él, causando enormes hundimientos. Para remediar estos inconvenientes ha sido preciso continuar el canal por medio de enormes terraplenes de más de nueve pies de espesor; pero las continuas guerras, la disminución de los fondos del canal y la dificultad para transportar la enorme cantidad de materiales, que se necesitan para terminar tan gran empeño por espacio de tres leguas, han obligado a suspender la obra.

Las utilidades que proporciona el canal, aun prescindiendo del beneficio que reporta la agricultura, el aumento del arbolado, y la facilidad de los transportes, no dejan de ser de alguna consideración, y serían aún más, bajo muchos conceptos, si pudiera terminarse la obra hasta el pueblo de Sástago según los planes de Pignatelli. Para el transporte de viajeros suben periódicamente varios barcos de Zaragoza hasta el Bocal: bien es verdad que los tales barcos dejan aun mucho que desear en cuanto a comodidad y aseo. La navegación se suspende solamente durante unos dos meses de invierno, para limpiar el canal de la cargazón que dejan las aguas y las plantas acuáticas que crecen en sus orillas.

Sería de desear que esta gran obra se terminase y llegara a su fin, siquiera por tener en España una cosa concluida. Pero hay para ello algunos pequeños inconvenientes, además de los indicados), nacidos del estado de nuestra administración y de las reyertas políticas. Una vez remediados estos males, esperamos con fundamento que se tratará de llevar a cabo las obras de verdadera utilidad para el país, entre las cuales podemos contar el canal de Aragón. Pero esto, como conocerán nuestros lectores aun cuando nosotros no lo digamos, va por ahora bastante largo".

V. De la F.
*

No hay comentarios: