13/10/07

El Atletismo surgió en las calles (Zaragoza 1850-1900)

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Mariano Bielsa y Latre "Chistavín", de Berbegal (Huesca)
HISTORIA DEL ATLETISMO ARAGONÉS


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Celedonio García Rodríguez

Un saltarín apostó a que un estanque saltaba, tomó carrera, saltó, mas, cuando en el aire estaba, tuvo miedo y se volvió.

(Diario de Zaragoza, 4-9-1883)

La calle ha sido el lugar de juegos, donde niños y mayores han difundido todas las particularidades deportivas que a lo largo de los años han formando parte de las costumbres.

En la calle se corría, se saltaba y se tiraba a la barra, frecuentemente en concursos alimentados con apuestas. Una de estas apuestas, cargada de heroicidad, se celebró a mediados del siglo pasado; según nos cuenta Mariano Gracia, el protagonista se llamaba Jenaro, un joven zagal de las diligencias de Oriente.

La hazaña consistió en desafiar al jinete más veloz a correr en menos tiempo la distancia que media desde la puerta del Portillo a la Venta de los Caballo, situada en la carretera de Madrid, y vuelta (unos 22 kms). Al espectáculo acudió medio Zaragoza y hasta los chiquillos hicieron "pimienta" para solemnizar el acontecimiento. Desde entonces, aquel zagal fue proclamado campeón de los andarines aragoneses que por aquella época abundaban mucho.

En otra de las habituales apuestas, también narrada por Mariano Gracia, que tuvo lugar en 1864, uno de los apostantes se jugó doscientos reales a que Vicente Bordas era capaz de dar la vuelta a la ciudad por la ronda en media hora.

A una hora convenida de la noche, los acompañantes de los apostantes se distribuyeron en las puertas de la ciudad. Bordás partió de la puerta del Duque, haciendo la corrida en dirección a la de Santa Engracia, por ser subida hasta la del Portillo y disponer de más vigor al principio. La apuesta la ganó con creces, puesto que en 20 minutos recorrió el trayecto de unos 5700 m.

Aún tuvo más repercusión que la carrera contra el caballo, el triunfo de Mariano Bielsa y Latre, apodado Chistavin de Berbegal, sobre el italiano Aquiles Bargossi, considerado el "primer andarín del mundo". Esta carrera, que tuvo como escenario la Plaza de toros, se disputó el 22 de octubre de 1882 y, según se anunciaba, Bargossi daba 2000 duros al que diera más vueltas que él al redondel de la plaza. El triunfo de Chistavín fue recogido por todos los periódicos de España y hasta el rey le recibió. La victoria sobre "el hombre locomotora", como se conocía al italiano, provocó una fiebre de andarines (corredores) que surgieron como setas por todo Aragón, deseosos de vencer al de Berbegal.

Al margen de las apuestas, en los períodos festivos se ha dado realce a la práctica de ejercicios físicos, algunos adoptados y asentados en el calendario religioso. Rara era la población o barrio aragonés, que en sus fiestas no se incluyera la corrida de pollos, que para San Antón no se saltasen hogueras o no se encorriera a los cabezudos. También en Zaragoza y en sus barrios las calles acogían corridas de pollos, de entalegados, se subía al madero y se saltaban hogueras.

Entre los festejos que se incluían en el programa de Fiestas del Pilar de 1887 se citaba la "corrida de pollos y el 'salto de botos', festejo eminentemente popular". La corrida de pollos era una carrera a pie en la que se premiaba a los vencedores con pollos. El salto de botos era considerado por algunos un festejo brutal; consistía en saltar sobre varios pellejos u odres de cabra u otro animal, que se utilizaban para llevar vino, aceite u otro líquido.

La corrida, también denominada de peatones, se disputó en el Arrabal, por el camino de San Gregorio (carretera de Huesca), en una longitud de 1500 metros. Los premios consistieron en 50 ptas y 6 pollos, 30 ptas y 4 pollos, y 24 ptas y 2 pollos, para los tres primeros clasificados, respectivamente, que fueron: Inocencio Navarro, de Muniesa; José Torres, de Longares, y José Giménez de Urrea de Gállego. La prueba estuvo presidida por el teniente alcalde, y a pesar de lo desapacible de la mañana estuvo sumamente concurrida.

Publicado en la revista Atletismo Aragonés, Nº 16, Enero- Febrero de 1996

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