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Colaboración leída en el programa “Hoy por hoy” de Radio Zaragoza, dirigido por David Marqueta
¡Hola, amigos!
Sabiñánigo, la capital de la comarca del Alto Gállego, es una ciudad joven y vital. Está situada en un cruce de caminos y vía natural de paso hacia Francia por el Valle de Tena y por Jaca.
Surgió en los primeros años del siglo XX en torno a la estación del ferrocarril, a un kilómetro del núcleo matriz, el actual Sabiñánigo Alto o Barrio de San Feliciano.
Junto a la estación se levantaron fondas, comercios y centros de abastecimiento para los “agüistas”; así llamaban popularmente a los turistas que se dirigían al gran centro de fama en aquella época, el Balneario de Panticosa.
Unos años después se instalaron las primeras industrias, relacionadas con la química y el aluminio. Llegaron muchos obreros, procedentes de los pueblos próximos y la población creció, al mismo ritmo que se iban quedando despoblados los pueblos de la comarca.
Ya lo dice la copla:
No te cases enta Biescas
ni ta Búbal ni Saqués;
cásate'n Samianigo
y verás pasar o tren.
Sabiñánigo se ha convertido en un importante núcleo industrial y comercial, con amplia oferta hotelera para acoger la demanda turística del Pirineo y a los visitantes, que llegan atraídos por la intensa actividad cultural y deportiva. Las fiestas se celebran en honor a Santiago. En el barrio Puente de Sardás veneran a la Virgen del Pilar. Son igualmente populares la cabalgata de Reyes, los Carnavales o la romería a Santa Orosia. Entre los eventos deportivos destaca la Media Maratón o la multitudinaria y clásica cicloturista más importante de España, denominada “Quebrantahuesos”.
El municipio es el segundo más extenso de España; ha fusionado casi un centenar de pequeños lugares, muchos de ellos despoblados.
En el museo etnológico “Ángel Orensanz y Artes Populares del Serrablo” podemos descubrir las formas de vida tradicionales de la montaña. En nuestro viaje a Sabiñánigo se hace imprescindible la visita al “Museo de Dibujo Castillo de Larrés” y a las iglesias mozárabes de la denominada “Ruta del Serrablo”.
Ahora, menos que nunca, tiene sentido el viejo dicho popular:
“Serrablo, tierra del diablo”.
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