26/6/07

SIERRA DE ALBARRACÍN. Encuentro literario en Albarracín, dirigido por Antón Castro

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Fuente de Cella (Foto: Jesús Vicente Pérez)


Viernes, 20 de mayo de 2005
Colaboración leída en el programa “Hoy por hoy” de Radio Zaragoza, dirigido por David Marqueta

¡Hola, amigos!

Hoy viajamos por la realidad y la fantasía, recorriendo los pueblos y paisajes de la serranía de Albarracín. Son las tierras que probablemente atravesaron las brujas y brujos de Ródenas, Villar del Cobo o las que dieron fama a Jabaloyas. Se dice que el interior del monte Jabalón está hueco, ocupado por una ciudad de brujas, que esconde un gran tesoro.

Abundan las leyendas misteriosas por toda la comarca. El diablo anduvo entre Albarracín y Calomarde. Habitaba en el denominado “Bosque del diablo”. Un pastor lo vio; no le creyeron, pero en el lugar quedaron grabadas las huellas de sus patas.

Otras huellas podemos contemplar en Tramacastilla, en el denominado “Salto de Pero Gil”, quien fuera fiel escudero del Cid. Con su corcel saltó el Barranco Hondo, dejando grabadas en la roca las huellas de los cascos del caballo.

De piedra también se quedaron un fraile y una monja por la admiración y emoción que les produjo Bronchales. Las piedras con estas caprichosas formas permanecen en la entrada de la población. Una copla resume la leyenda:

Un fraile y una monja
venían de Noguera
y al contemplar Bronchales
se quedaron de piedra.

Distinta era la impresión que causaba el famoso “Gordo” de Noguera, un personaje de finales del siglo XIX, que pasó a la leyenda por las atrocidades cometidas con las mujeres. Un día conoció a un ermitaño y milagrosamente se arrepintió.

En una cueva de Bronchales habitaba un dragón que se dedicaba a robar las meriendas de los despistados.

Las Moras, princesas moras o “encantarias” también habitan en cuevas. Salen el día de San Juan. La leyenda se repite; son muy hermosas, seducen a los jóvenes, los introducen en la cueva y desaparecen para siempre.

La mora que habita en la “Cueva de Guadalaviar” sale el día de San Juan y espera a su amado guerrero que la dejó en aquel lugar y nunca volvió a recogerla. Es un verdadero símbolo de fidelidad, como el que encontramos en la leyenda de amor entre Abenrracín de Albarracín y Zaida de Cella, que dio origen al acueducto que conducía las aguas del río Guadalaviar a los sedientos campos de Cella.

Otros amores sufrieron los impedimentos de las costumbres y la religión. En Griegos cuentan la historia de la hija de un rey moro, que se enamoró de un caballero cristiano, al que muchos identifican con el Cid. Su padre, para librarla, pidió a un nigromante que la convirtiera en estrella. Desde entonces, la estrella asoma todos los días, al amanecer. Pero cada cien años toma la forma de hermosa doncella y se sienta junto a la fuente donde fue encantada.
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