29/1/10

La inundación de Zaragoza en 1871

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PERLAS DE HEMEROTECA
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La avenida del Ebro en la madrugada del 13 de enero de 1871
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En 1871 La Ilustración Española y Americana dedicaba un amplio espacio a la terrible inundación sufrida el 13 de enero de aquel año en Zaragoza y que causó innumerables desgracias en Aragón y Cataluña.

El dibujante Tomás Padró llegó a Zaragoza, procedente de Madrid, para copiar del natural el espantoso panorama que ofrecía el ensoberbecido Ebro, “inundando cuan mar desbordado, la ciudad y los pueblos, los campos y los jardines”.

El desbordamiento del Ebro, ocasionado por copiosas lluvias y el deshielo repentino de enormes masas de nieve que cubrían las montañas, comenzó la mañana del 11 de enero. Pocos imaginaban la catástrofe que amenazaba a los zaragozanos y a los habitantes de los pueblo ribereños.

Las aguas inundaron extensiones inmensas, cubrieron las vías férreas, las carreteras y los caminos; aislaron por completo los pueblos de la ribera; se extendieron por campos y huertas, y arrastraron, con su impetuosa corriente, muebles y enseres domésticos, maderos y escombros de casas y cabañas destruidas, caballerías y reses de distintas especies, y hasta cadáveres humanos.
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La avenida del Ebro en la mañana del 13 de enero de 1871 en las proximidades de la Aljafería
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En Zaragoza, en la madrugada del 13, el agua llegaba a unos cinco metros del castillo de la Aljafería y por la parte del puente de Piedra subió más de metro y medio sobre la argolla que marcaba la mayor inundación conocida hasta aquel momento.

Desapareció bajo las aguas el nuevo puente de unión entre la vía de Cataluña y la de Navarra, junto con la vía que se hallaba en construcción, y el tren de Navarra tuvo que regresar a Pamplona en la mañana del mismo día, por hallarse inundada parte de aquella vía.

El Arrabal fue también inundado y a las torres que se hallaban en la parte baja del castillo de la Aljafería hubo de acudirse con lanchas en la madrugada del día 13 para salvar a las personas que habían sido sorprendidas por la inesperada inundación.


Lanchas prestando auxilio a los habitantes del Arrabal
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Juan Macioli y sus dos hijos, barqueros, despreciando el peligro que corrían, atravesaron el Ebro más arriba del castillo y se dirigieron con una lancha a una torre inundada y sacaron de ella a los torreros, hijos y demás dependientes, salvándolos de una muerte segura.

Las pérdidas fueron incalculables. En el pueblo de Alcalá de Ebro sólo quedaron en pie cuatro casas, el resto de la población desapareció bajo las aguas, habiéndose salvado todos o la mayor parte de los habitantes, quienes pudieron evacuar el pueblo.

Algo parecido sucedió en Movera, Pradilla, Utebo, Monzalbarba, Torres de Berrellén y otros.

También Zaragoza sufrió mucho, y “la ciudad siempre heroica de los Lanuza y Palafox guardará indeleble recuerdo de la gran avenida”.

“Y justo será, para concluir, que tributemos un cumplido elogio a las autoridades populares, cviles y militares, y otro muy especial a la benemérita Guardia civil”. Todos, contribuyeron a aminorar las desgracias.

S. M. el rey remitió a la Diputación Provincial de Zaragoza la suma de 25.600 pesetas para aliviar en lo posible tanto infortunio, y la Sociedad Aragonesa de Amigos del País inició una suscripción popular.

La empresa de La Ilustración Española y Americana, también envió su óbolo a la comisión aragonesa.
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